martes, 11 de noviembre de 2014

En aquel lugar

Lilith. John Collier (1892)
Lilith. John Collier (1892)
"Hay muy pocos monstruos que garanticen los miedos que les tenemos."
André Gide 

      Ahora, en el lugar donde yo te tenía, sopla el viento moviendo la inconsistencia del recuerdo de tu cuerpo y hay ecos de un futuro incumplido, de deseos que se quedaron a medias, de amores que no fueron del todo. Aquel es ahora un lugar fantasma en el que el desamor tejió visillos que velan su luz para vestirlo de olvido, sin conseguir, de ninguna manera, borrar la intensidad de lo que sentí, la belleza de saberte, por un momento, tan necesario.

      No te voy a engañar, a veces acudo allí y me desnudo dejando que el frío del vacío perfore mi piel insensibilizándola y deseo que penetre tan profundamente que congele mi corazón. Algunos días no puedo resistirme y dejo salir mi otro yo, el que disfrazaba para ti, es por ello que hay surcos de mis uñas en las paredes a las que trepé para cambiar la perspectiva, por ver si así conseguía que no pareciera mi hogar. En un rincón sigue abandona la piel que mudé para parecerte más hermosa y no asustarte. Está fría, vacía e inerte, tanto como la que llevo anclada a mis músculos, muerta sin caricias que la hagan revivir. Paso mi tiempo casi infinito en ese lugar que creamos los dos, ahogándome entre sus paredes que siento sin aire ahora que no puedo respirarte, hasta que, invadida de furia, hago desaparecer fragmentos del suelo para que se vean las estrellas que nos sirvieron de cimientos y asomen las galaxias sobre las que construimos nuestro refugio.

      Sí, es cierto, soy un monstruo, uno de los más aterradores que puedas imaginar, de los que son capaces de invadir tus sueños, de los que pueden conceder exactamente lo que deseas, pero olvidas que si vine de la Nada fue acudiendo a tu llamada, a los deseos ocultos con los que me convocaste. Llegué del lugar incierto donde viven los seres que se temen y aman al mismo tiempo siguiendo el rastro de tus íntimos anhelos, los que huelen a insatisfacción con un matiz de oscuridad. Tú me diste esta humanidad que ahora aborrezco y de la que no consigo desprenderme del todo, se quedó alojada en mi esencia más profunda como una cicatriz, convertida en un estigma que arrastro y duele.

      Es verdad que soy primaria y egoísta, es mi naturaleza, por eso te quería para mí, por eso si vuelves te devoraré, masticaré cada fragmento de tu alma y me lo tragaré con deleite, con ansia animal y ya no podrás elegir: no volveré a dejar que seas tú el que decida, aturdida por ese veneno que es el amor.

      Y si no vuelves, quizás sea yo quien vaya a buscarte. Entraré por tu ventana, arrastraré tu voluntad conmigo y te haré sentir tan completo, tan lleno, tan especial, que todo lo anterior se diluirá en brumas. Y te enseñaré, esta vez sin disfraces, como es el amor de los monstruos, el más auténtico que llegarás a conocer.

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2 comentarios:

  1. Alucinante, Mar. El monstruo por amor muda su piel y se hace humano, pero el desamor se vuelve contra él, ahora regresa a sus orígenes y reclama lo que es suyo. El amor de un monstruo por su presa. Fascinante alegoría de aquello en lo que nos podemos convertir si lo que amamos se desvanece, pero siempre queda la esperanza de volver a sentirnos completos. La búsqueda del amor no finaliza hasta que es hallada de nuevo. Escrito con tremenda belleza e intensidad, propio de Goizueta.
    Abrazo, Amiga de Letras. ;)

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    1. Alucinante es tu comentario, Edgar. Qué bien has comprendido el alma de la mujer monstruo y lo cerca que estamos todos de ser como ella.
      Mil gracias por tu comentario.
      Y mil abrazos, Amigo de Letras ;-)

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