domingo, 28 de junio de 2015

La mujer del cuadro


A veces hablo con la mujer del cuadro. Me mira fijamente con sus ojos de óleo y una mueca traviesa en la boca y me dice que quizás en otra vida, yo era ella. Le sonrío con la misma media sonrisa de dientes algo grandes que guardan sus labios y ella agita su melena, que es como la mía, mientras luce impúdica su desnudez de mármol, sus pechos consistentes y la languidez perezosa de su cuerpo. 

El rostro de la mujer del cuadro es dulce y pensativo y parece guardar, indolente, un leve toque de lascivia, como si recién despierta de un sueño ardiente, culpable de enrojecer sus mejillas en una siesta de verano, esperase, en una relajación eterna, a un amante dispuesto a enredarse en sus cabellos salvajes de sirena. 

De repente, caigo en la cuenta de que yo sé mejor que nadie cómo es ese mismo rostro cuando lo enmarca su pelo dorado sin mojar, trenzado o adornado de flores en lugar de anémonas y sé exactamente lo que siente cuando nada desnuda y rodeada de peces en su mar de lienzo. También conozco bien el cosquilleo que recorre su piel cuando los ojos intensos del pintor transforman su cuerpo en arte y su alma en alma de mujer pez, lujuriosa y resbaladiza. Es entonces cuando pienso que tiene razón cuando me dice que quizás en este tiempo que ahora transcurre, ella soy yo.

*La imagen es un detalle de "Serpientes Acuáticas II" de Gustav Klimt, pintado entre 1904 y 1907.
#Klimt #GustavKlimt #SerpientesAcuáticas 

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domingo, 21 de junio de 2015

La Puerta


El viajero se quitó el sombrero y secó la gota de sudor polvoriento que le caía por la frente. De espaldas al resto del mundo, contempló la puerta. Había cambiado mucho desde que la construyeron. El tiempo había sido inclemente con lo accesorio, pero había respetado aquello sobre lo que no tenía influencia, por eso no quedaban nada del resto del edificio ni de la decoración que rodeaba el portal y sólo se mantenían en pie las piedras que formaban el arco que lo enmarcaba, medio insertadas en el Tiempo Impreciso. Recordó como era aquel paisaje en su época, cuando, guiado por su intuición, siguió un camino de estrellas que le llevó a un otero con un extraño remolino fluctuante en su centro, ese mismo que ahora observaba. No se atrevió a cruzarlo entonces, poseído por el miedo a lo desconocido, demasiado condicionado por la superstición medieval. No duró mucho ese temor. La curiosidad venció al terror al Maligno reinante en su época de oscuridad y volvió la noche siguiente. Ya no había sendero de estrellas para guiar sus pasos y si llegó fue porque conocía la ubicación exacta con la precisión de los que acostumbran a guardar los mapas en su mente. Esa noche ya no había nada interrumpiendo la visión desde lo alto del monte. Volvió varias noches más, anotando cuidadosamente cada factor que pudiese influir, convencido de que aquel fenómeno ocurriría de nuevo. Le llamaron loco, insinuaron que hacía algún tipo de brujería en sus correrías nocturnas y le empezaron a dejar de lado. Nada importaba. Aquello se había convertido en el centro de su mundo. Sólo una persona le comprendía y apoyaba, su único amigo, al que perdió siglos antes, o después, según se mire, en uno de sus viajes alucinantes. Entre los dos construyeron el edificio en torno al lugar una vez que descubrieron el secreto que activaba la magia del portal, una magia que ahora llamaban ciencia y que jamás revelarían al mundo por ser un conocimiento peligroso que las paredes de piedra protegerían de miradas curiosas. Por eso, a pesar de la impaciencia impetuosa que anidaba en sus corazones, esperaron a acabar la construcción para atravesar el objeto de su veneración. El día elegido para la partida, cerraron cuidadosamente la puerta por dentro. No sabían si encontrarían la muerte o un pasaje a ese Infierno terrible de fuegos eternos que los vidrieros estaban pintando en la catedral y, aun así, se les hacía imprescindible descubrir qué ocurría allí dentro. Se dieron la mano y cruzaron juntos. Nadie volvió a ver a ninguno de los viajeros hasta ese momento. No en esa época.

Siglos después, uno de los viajeros había vuelto. En su mochila traía recuerdos de mil épocas recorridas. Conocía el principio de la Humanidad y lo anterior a ella, y el futuro casi hasta el fin de su existencia. Desde allí vino a bordo de su máquina del tiempo, la que él inventó mezclando la tecnología del futuro más extremo con la magia aprendida investigando el portal a otras épocas que ahora contemplaba mientras secaba la gota de sudor que caía por su frente confundiéndose con las lágrimas ocasionadas por el reencuentro con el principio de todo.


*Las fotos, maravillosas y evocadoras como todas las que hace, son de Víctor Gibello Bravo. Le agradezco mucho que me deje utilizarlas para ilustrar este cuento que ellas mismas han inspirado. Podéis ver más ejemplos de su trabajo en PhotoZen

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miércoles, 10 de junio de 2015

Cocinando sueños

Como agua para chocolate

El olor del pan de pasas y nueces en el horno y el de la leche caliente con azúcar y canela que hervía en un cazo al fuego, eran tan intensos, espesos y deliciosos que al despertar aún los tenía impregnados en las trenzas de su pelo.
Cocinó su sueño con ingredientes dulces, con ralladuras de naranja y limón, con cacao, vainilla, harina y miel, con levadura, manzanas y mantequilla, con sonrisas, amor y deseos.
Y allí estaba él, con hambre del único bollo que ella no podía hacer, pues había olvidado la receta, la más simple, la que cualquier principiante podría elaborar.
Se levantó con unas intensas ganas de cocinar y la memoria restaurada, e invadida aún de duermevela, cogió el teléfono que sonaba insistente. Desde el otro lado del mundo, la voz grave de él le pareció una caricia.
─ ¿Sabes una cosa? he soñado que tenía ganas de comer...
Y antes de que pudiera decirlo, ella terminó la frase por él.

* La imagen pertenece a la película "Como agua para chocolate" de Afonso Arau, basada en un libro de Laura Esquivel, es uno de esos casos extraños en los que la película no desmerece al libro. Yo los adoro a ambos y os los recomiendo si queréis entender la preciosa relación que puede existir entre el amor y la cocina. Mientras daba forma a este pequeño relato, después de soñarlo, digerirlo y pensarlo, se me empezó a llenar la cabeza de imágenes de la maravillosa, sensual y bellísima historia de Tita y Pedro, por eso no habría tenido sentido ilustrarlo de otra forma.
#ComoAguaParaChocolata #AlfonsoArau

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miércoles, 3 de junio de 2015

Anoche me bebí a cucharadas la luz de la Luna

Planeta Terror y la lluvia de asteroides. Foto Mar Goizueta https://flic.kr/p/ttWJQK
Foto: Planeta Terror y la lluvia de asteroides

Anoche la Luna llena estaba tan salvaje que no me dejaba dormir y tuve que beberme a cucharadas la luz que derramaba por mi ventana. Desde su lugar entre mundos, los pájaros negros de la noche cantaban siniestros ecos que no eran reflejo de ningún sonido conocido. Por eso no conseguí seguir su rastro y comerme su negrura para contrastar la luz que emanaba de mi piel.

Anoche mi cabeza albergaba galaxias, laberintos y mil historias hechas con retazos de desvaríos.

Anoche, por no comerte a ti, me bebí la Luna

Hoy Selene está algo más oscura y yo siento ríos de luz recorriendo mis venas, aunque nadie pueda verlos detrás de mi vestido de noche nueva.

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