lunes, 14 de septiembre de 2015

¡Corre!

Desnudo bajando una escalera nº 2 Marcel Duchamp

El muchacho aprieta los puños y corre como si le fuera la vida en ello. Tiene una certeza, sabe que tiene que correr, saltar los obstáculos con limpieza y sin tirar nada, sin enojar aún más al monstruo que le persigue de cerca mientras se aleja de todo lo que le era amable. Al correr piensa en su padre muerto, en el agujero que le dejó en el corazón, en esa cicatriz que lo cerró formando la palabra "fin" y que aún supura por sus bordes frescos y rosados. Sigue corriendo mientras empieza a notar que el aire se reduce. El ahogo lo lleva a pensar en la madre muerta y en sus consejos: hijo, sé feliz, la muerte no espera, no respeta a nadie, no sabe de tiempos. La felicidad es el único camino. Ama sin miedo a quien te llene el corazón. Y lo hizo, amó sin pensar en el dolor y acabó doliendo, pero se sintió vivo. Mereció la pena un tiempo. Luego llegó el vacío. El aire casi no alcanza sus pulmones ya, pero continúa corriendo. Cuando está casi seguro de que no puede más, recuerda su despido, la falta de una nueva oportunidad. Piensa en que su carrera no puede ya durar mucho, como sus ilusiones y aun así, corre y corre hasta casi desmayarse, pensando en que quizás ya no queda nada por perder. De repente, a punto de caerse sin fuerzas, se detiene y se encara con su perseguidor: no huiré más de ti, maldito Miedo, no tener ya nada me hace invulnerable a tu poder. Miedo sonríe casi con afectividad y con una voz repugnante y dulce como el olor de la fruta podrida, contesta: mira detrás de mí, no soy yo quien te persigue, quien lo hace, es la Vida.

*La imagen es Desnudo bajando una escalera nº 2 pintado en 1912 por Marcel Duchamp

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viernes, 4 de septiembre de 2015

Un año más camino de Wonderland


Este año ha sido tan tormentoso que si me pongo a pensarlo me tiemblan las piernas. He visto tambalearse mi mundo entero y aún sigo caminando sobre arenas movedizas. Renací del fuego como el Ave Fénix y eso me revolvió tanto que con el tiempo me di cuenta de que soy la misma sin serlo. Tengo plumas nuevas y he abierto horizontes y puertas que tenía cerradas con llave dentro de mi. He hecho muchas cosas que nunca había hecho y otras que no por hacerlas muchas veces dejan de ser maravillosas. Además de vivir sumergida en música, ahora lo hago también en libros. Estoy viviendo la aventura vertiginosa de dar alas a un sueño nuevo sin dejar de lado otros. He vuelto a sentirme escritora. He hecho entrevistas sobre temas de los que nunca había hablado en medios y he hecho de maestra de ceremonias en escenarios que sólo había pisado antes y después de abrirse el telón. Me han elegido para la enorme responsabilidad de juzgar con ilusión las ilusiones de algunos jovencísimos proyectos de escritores y leo, vendo y difundo las palabras de otros que ya lo son. He conocido a mucha gente nueva, estoy escribiendo mi primera novela y vuelto a sentir la libertad de volar en mi vieja bicicleta. He dejado a mi cabeza revolucionarse, he soltado algunos amarres y he flotado. He llorado y me he reído. He tenido y tengo miedo y también esperanzas. He hecho crecer mi mundo del otro lado del espejo y lo he llenado de gente maravillosa. Tengo los mejores amigos y la mejor familia del mundo y me gusta que tú, que me estás leyendo, estés ahí. Tengo un año más, la misma curiosidad, la misma imaginación y las mismas arrugas. No pienso envejecer.

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