jueves, 3 de marzo de 2016

La granja de hormigas

Drifting Away de Erik Johansson
   
     ─El Apocalipsis del que hablan las páginas sagradas ya está aquí. Oremos, oremos, hagamos llegar nuestras voces al cielo. ─El sacerdote gritaba y corría con las manos en alto por todo el pueblo, histérico y sin un rumbo fijo, como un pollo sin cabeza.

      El sabio trataba de entender el fenómeno. El mundo se movía en un mareo continuo, pero nada parecía acabar de perder su estabilidad. Las casas y los árboles seguían firmemente sujetos al suelo y, salvo alguna sacudida, no había signos de destrucción. Nunca había visto algo así, ni tampoco sus antecesores en el cargo, pues un hecho como aquel no dejaría de estar señalado en alguno de los diarios de investigación que estaban obligados a llevar y que conocía casi de memoria.

      Los campesinos, los artesanos y el médico habían dejado lo que estaban haciendo para correr a la plaza del pueblo, el lugar donde se decidía todo lo que tuviese que ver con el conjunto de los habitantes: el calendario de fiestas, los eventos sociales, el procedimiento a seguir en caso de emergencia o el papel que cada nuevo niño tendría en la sociedad y que se designaba ya desde su nacimiento. Esto último era muy importante en una comunidad tan pequeña y sin posibilidades de crecer por culpa del mandato divino que los hacía estar aislados del resto de la humanidad, según contaban las crónicas de fundación del poblado datadas en unos cuatrocientos años antes.

      Y para colmo, lloviznaba y el sol había dejado de verse, así que su destino parecía estar dominado en ese momento únicamente por el Astro Constante, aquel que a veces veía en las horas del sol y en las de la luna, algo que asombró y sobrecogió a partes iguales al astrónomo, que en esos días andaba fascinado por un invento a medio camino entre un telescopio y una lupa gigante, construido con ayuda del inventor y uno de los antiguos libros de la biblioteca. Gracias a él, estaba registrando, cuidadosamente, cada uno de los cráteres de aquel cuerpo celeste que, o bien no seguía órbita alguna, o se movía al mismo tiempo exacto que la Tierra, como si estuviesen unidos por un hilo invisible.

      El niño gigante sonrió, satisfecho, al ver que la botella flotaba siguiendo sus cálculos. La había encontrado días atrás en el desván de su casa, colocada en el pequeño poyete de la ventana de la estancia, junto a un libro de pastas verdes, escrito a mano, titulado “El proceso de creación de la granja de hombrecillos”. La letra era infantil, similar a la suya propia, redonda y grande, con círculos bien marcados sobre las íes y con cierta falta de respeto hacia los márgenes. Pero lo importante era la detallada descripción, la exactitud con la que aquel otro niño, cuatrocientos años atrás, había enumerado los objetos, plantas, animales y hombrecitos, cuidadosamente seleccionados por su trabajo y su sexo, a introducir en el frasco de cristal para crear un mundo que observar crecer. También contaba dónde ir a buscarlos, la cantidad de agua necesaria para asegurar un flujo de lluvias por condensación y muchas más cosas. Era tan emocionante que quiso seguir con aquello, y días después se le ocurrió completar el experimento llevando el frasco al estanque de su jardín, para dejar que navegase libre por aquel pequeño mar.

      Una vez depositado en el agua, cogió un lapicero y se dispuso a registrar la continuación de la investigación de su padre. Estaba deseando contárselo cuando regresase de trabajar.

        Así fue como empezó el viaje del mundo flotante.


*He escrito "La granja de hormigas" para el concurso "La imagen imposible I" de El círculo de escritores

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10 comentarios:

  1. Me ha encantado Mar, esa inocencia de los niños llevada a un mundo completamente diseñado para jugar con él.
    Precioso.
    Un besillo.

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    1. Jeje, de pequeña me fascinaban los sea monkeys, que nunca tuve, y las granjas de hormigas, me hice una estupenda con un bote gigante de melocotones, a ver si un día vuelvo a mis entradas de "Aquellos maravillosos años" y lo cuento ;)

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  2. Muy buen relato. Describes con detalle la manera de vida del pueblo y sus inquietudes ante la situación. Creas un mundo realista pero con las suficientes particularidades para que veamos que hay gato (o pueblo) encerrado. El final te funciona muy bien como introducción a algo más grande. Yo de ti, no abandonaría esta fábula, me parece que tiene todavía que contar. Buen trabajo. Suerte con el concurso.

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    1. Que un relato puede ser el principio de algo más grande es una de las más bonitas cosas que te pueden decir. Muchas gracias por la visita y el comentario. Tomo nota de la idea ;)
      Abrazos.

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  3. Un relato fantástico con esa recreación de un mundo dentro de otro mundo, en busca de explicaciones de una parte y de otra.
    Abrazo!!!

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    1. Gracias por la visita y por tus palabras, M.Jesús, me alegro mucho de que te haya gustado.
      Abrazos

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  4. Un microrrelato fantástico, Mar. La creación de un mundo a través de la creatividad de un niño y su seguimiento de experimentación. Yo lo siento cómo una gran metáfora de nuestro mundo y de las mil y una maneras de percibirlo e interpretarlo. Un placer de lectura que invita a la profunda reflexión.
    ¡Abrazo, Amiga de Letras! ;)

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    1. Me ha gustado tu interpretación, un texto se enriquece mucho cuando el lector lo hace suyo :)
      Gracias por la visita y el comentario, Amigo de Letras, siempre es un placer recibirte en mi mundo del otro lado del espejo.

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