jueves, 4 de enero de 2018

Adiós, 2017

"Mannequin with a bird cage over her head" (1938-66). Man Ray.
2017 ha sido un año maestro. Uno de esos que enseñan que el miedo no se acaba nunca, que siempre hay uno nuevo para sustituir al que se mitiga, que lo que importa es lo que importa y lo demás es secundario y que la mierda siempre será el mejor abono para las flores.
También me ha enseñado que sacrificar las ansias de poner las cosas en su sitio en un intento de no perjudicar a gente querida, ha sido mucho peor que no hacerlo. Ahora veo desde detrás del cristal los engaños que se repiten, las ilusiones que se pisotean, el despliegue de sonrisas que esconden dientes podridos para vender sueños que se guardarán en el cajón de las promesas olvidadas. Humo vendido con la pericia de años de práctica: regálame tu trabajo, tu tiempo, tu sangre. Y a cambio, nada, el prestigio invisible. No hay dinero, todas estas cosas son gratis: coches, casas, viajes... Lo veo a cámara lenta: los labios formando las palabras falsas, el aliento de la mentira oliendo a veneno. No sabéis la mayoría lo bien que lo conozco, lo mucho que luché por limpiar todo eso.
Con el paso de los meses, he descubierto que ha sido mejor, que yo también estaba metida en una jaula de promesas, encerrada para que no pudiese volar, por si acaso brillaba más que la estrella del show. He perdido casi tres años de sueños y miles y miles de horas de trabajo, pero ahora no hay barrotes que me paren.
Y sí, como decía antes, de la mierda surgieron cosas buenas que irán floreciendo. Unas ya lo han hecho y cada vez son más grandes y hermosas y otras van más lentas, pero llegarán a tocar el cielo como alubias mágicas. Y treparé por ellas. Vaya si lo haré.
Bienvenido, 2018. Espero que te portes bien. Ya me toca.
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