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viernes, 30 de enero de 2015

La Dama de Shalott navega en piscinas llenas de nostalgia

Nostalgia. Foto Mar Goizueta


La nostalgia llena las piscinas vacías de verano, como un líquido amniótico en el que se eternizan las hojas caídas, fúnebres retazos de otoño simulando ser recuerdos muertos o imágenes difusas de una vida deseada.

Sonó el último canto del pájaro camino del nido en una noche aún cálida que llegó demasiado pronto, como metáfora de un tiempo desaprovechado. El bosque se fue callando poco a poco, el cielo se volvió fuego y empezó a soplar un viento nocturno y perturbador. En ese preciso momento, una corriente helada recorrió el cuerpo de la dama. Era la consciencia de que había perdido la sonrisa y con ella su identidad.

Desde entonces la busca en el fondo del agua. Con los brazos hundidos, revuelve el fango y los cadáveres que muerden su piel, sin importarle que sus manos sangren, heridas de frío y tristeza.

La busca diseccionando poemas y destrozando cuentos, devorando libros, saltando entre nubes, bebiendo canciones que hacen que se estremezca cuando bajan por su garganta. Araña su pasado arrancando capas de pintura para ver si así logra entenderlo, pinta de nuevo encima y siempre aparece el mismo paisaje, un lugar irreal flotando entre fragmentos de celuloide y estrellas.

Para no sentir, sueña despierta con soñar que duerme y que en sueños navega como Lady Shalott en una barca robada de un sueño de David Lynch por las aguas sinuosas del tiempo hacia un pasado inexistente, donde piensa recuperar su título de dama y la sonrisa que la definía.

Y en el camino encuentra amores, monstruos y deseos que se funden en negro en su película muda con frases que ella misma escribe e intercala entre las escenas mientras la música de los planetas, ejecutada por un instrumento futurista y delirante, suena en su mente, tan consistente que puede atraparla entre sus dedos y tejer un tapiz con sus vibraciones.

Siente que hay dolor y a veces algo de felicidad, que en cualquier momento sus ojos podrían oscurecerse y su sangre volverse hielo, pero navega y navega porque no hay otra cosa que pueda hacer y en su viaje a veces cruza mundos y se pierde. Nunca nadie dijo que fuese fácil el camino a Camelot. Nunca nadie dijo que en una piscina no se puedan encontrar sirenas y ahogar pensamientos entre monstruos marinos de tentáculos infinitos.

Y así sigue. Porque eso es la vida. Su vida.


The Lady of Shalott. John William Waterhouse (1888) 

No me resisto a poner la canción de Loreena McKennitt "The Lady of Shalott" basada en el precioso poema de Alfred Tennyson 

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