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lunes, 20 de febrero de 2017

Mordiscos más allá de los tentáculos


Más de una vez os he confesado que os observo.
También que hurgo en vuestras mentes con mis tentáculos invisibles cuando me parecéis especialmente interesantes.
Pero nunca os había contado que a veces dejo que el bosque se me enrede en el pelo y os vigilo a través de mis ojos de animal. Entonces puedo oler vuestras intenciones ocultas y seguir los hilos de vuestros actos y los movimientos que hacéis sobre el tablero de juego con la claridad que da el estar más allá de las limitaciones de la cultura y la educación. Y algunos me parecéis tan interesantes también desde esa otra perspectiva que, sin que os deis cuenta, doy pequeños mordiscos a vuestros cerebros y los saboreo.
El que avisa no es traidor, pero quizás ya sea tarde. Tranquilos, ni duele ni afecta a la inteligencia.
Aunque quizás alguna vez me soñéis siguiendo vuestro rastro entre hojas y ramas.

* Siento que "Trøllabundin"de Eivør es la música perfecta para este texto. Una canción que me obsesiona desde que me la descubrió mi querido Raúl Campoy hace unos días.


* Foto: "Pagan Angel (SocialFreeakdom)

lunes, 9 de enero de 2017

Hoy tu dolor es mi dolor



Suspendido en el tiempo
infinito,
en el lugar donde habita lo más puro,
le encontrarás
siempre,
a través de la puerta invisible que conecta mundos,
te doy la mano.
Hoy tu dolor es mi dolor.


domingo, 22 de marzo de 2015

Inhumanidad, lluvia y pájaros en vuelo rasante


Desde esta altura venzo a la valla que se empeña en ocultarme las montañas y el bosque de pinos prodigiosos del otro lado, que concentra una representación de todos los pájaros del mundo. Observo en silencio, sin moverme, mimetizada con el aire y la lluvia suave que a ratos rebota en las hojas, formando gotas gruesas que hacen un sonido hueco al caer. Un pájaro grande y negro roza mi pelo en vuelo rasante, tan cerca de mi oreja que puedo escuchar el frufrú del roce de las plumas de sus alas al volar. En esos momentos ya no soy humana y la Naturaleza, acostumbrada a desconfiar de los hombres, no me teme. Dejo que la inhumanidad me posea un rato más, disfrutándola. El tiempo pasa y la lluvia se queda atrapada en mi pelo salvaje mientras mi yo animal olfatea la tierra mojada y el aire frío con los oídos alerta y los ojos llenos de libertad.


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miércoles, 7 de enero de 2015

El Sapo incorrupto

Os juro que sé donde vive el sapo incorrupto, justo al lado de donde se puede ver bailar a las hadas si se sabe mirar, entre setas y pinos y cerca de un arroyo intermitente. No os diré el lugar exacto para que nadie perturbe su muerte/vida eterna, pero está allí, contemplando el mundo, tan repleto de sabiduría que podría explotar.


EL SAPO INCORRUPTO

      En los cuentos de princesas siempre hay sapos. Los escritores los disfrazan de ranas con trajes de palabras porque tienen fama de feos y nadie se cree que los vayan a querer besar, pero son sapos. Y las princesas son humanas. Por eso, cuando averiguan las virtudes alucinógenas de los sapos, sacan sus lenguas y los lamen con voracidad. Casi nadie lo sabe, pero las ranas son demasiado inquietas para llevar corona, por eso no pueden reinar. Me lo contó un sapo que había ido a morir en el Claro de las Hadas, allí donde la corrupción no existe. Por ese motivo, se mantenía en el último instante de su tiempo, con una pata en la vida y otra en la muerte, con la consciencia plena en ambos lugares, vivo mientras no se moviese de aquel lugar, muerto en todo momento. Las hadas, eternamente asombradas por el hecho de su semivida, le dejan estar en su lugar de magia, pues a nadie puede ir a contar sus secretos y, además, a cambio de su estancia, él puede narrarles cosas de ese mundo de los muertos que ellas desconocen, pues son tan longevas que ninguna sabe de alguna hermana hada que haya muerto.

      Yo llegué allí por casualidad, siguiendo el vuelo danzarín de las más jóvenes, distraídas en el encanto de disfrutar su recién estrenada capacidad de hacer acrobacias entre los árboles. No me vieron porque tengo la virtud de caminar casi sin pisar el suelo, con el silencio de los grandes felinos inexistentes en ese bosque, por ese motivo no podían imaginar que hubiese un ser que pudiera descubrirlas burlando sus afinados sentidos. El sapo me confió el secreto de su eterno vivir sin el temor de que yo quisiera seguir su ejemplo. Doblemente sabio, estaba seguro de que para el alma libre de un felino vivir por toda la eternidad en un diminuto claro de hadas sería más condena que premio.

      Descubrí su peculiaridad porque estaba tan inmóvil, pero tan lozano y fresco al mismo tiempo que no podía entender que estuviese ni vivo ni muerto y, ante mi insistencia en tocarle para comprobar su integridad, comenzó a cambiar frenéticamente de colores y estados. Tan pronto me miraba desde un abismo insondable como estaba a mi lado, tan cerca que podía acariciar su piel. A ratos era verdoso y natural y a veces se disolvía en colores imposibles. Por momentos parecía hecho de aire y al segundo siguiente era mercurio deshaciéndose en gotas que se juntaban para volver a ser un sapo común. No sé cuánto duró, sólo que fue suficiente para empezar a dudar de mi cordura. Entonces, tan de repente como se había iniciado aquel espectáculo maravilloso, todo paró y empezó a hablar. Ese fue el principio de nuestra amistad.


Como banda sonora "Kiss that frog" de Peter Gabriel

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Llegaron las canteras gritando muerte

   
"Suavidad". Foto hecha en El Venero (Cadalso de los Vidrios, Madrid)

       Había vegetación por todas partes y vida grande y pequeña, de la que apenas se ve entre las plantas y también vida de esa en la que no todo el mundo cree, la que forman los seres mágicos que, aunque lo hagan secretamente, comparten el bosque con nosotros. Animales hermosos lucían su pelaje, sus colmillos y sus cornamentas y dejaban su huella entre los árboles mientras majestuosas rapaces vigilaban el cielo. Era un paraíso de belleza hasta que llegaron las canteras gritando muerte con su voz de pólvora. Y la vida estalló en pedazos de suelo roto, de roca astillada, de raíces arrancadas, de árboles centenarios supervivientes de mil peligros asesinados en un segundo, de pequeños animales e insectos destrozados. Tan brutal como un devastador trueno que esparce su eco por el mundo y llega el fin. Muere la belleza del granito pulido por la Historia, de su gris y de su musgo multicolor y donde había suelo fértil sólo queda roca limpia, el esqueleto blanco y desnudo que surge una vez arrancadas piel y carne. Un aullido de dolor y de incomprensión hecho de millones de voces verdes y animales surge entre la espesura, pero a nadie parece importarle ese grito mudo que se apaga en segundos dejando un silencio mortal. Llegan los hombres y, como carroñeros, arrancan los restos de vida que quedan, trocean los huesos del cadáver del bosque y se lo llevan en camiones. Prometen subsanar su infamia volviendo a instaurar la vida, como si fuese posible restaurar una obra de arte que la Naturaleza lleva tallando y puliendo millones de años. Los animales que siguen vivos huyen, las aves buscan lugares cuya visión desde el cielo no les deslumbre por su blancura, un paisaje menos apocalíptico donde sea posible encontrar alimento, los hombres sensibles ya no pasan por allí para no llorar. Los responsables y sus consentidores duermen tranquilos, con sus bolsillos cubiertos, sin darse cuenta de que lo que han hecho les pasará factura. A ellos y a todos nosotros.

      Un día os hablaré de como veía yo de niña las canteras, cuando ya me parecían un reflejo del Infierno y aún no se habían comido ni una pequeña parte del bosque que rodea Cadalso de los Vidrios. Ahora cada vez que paseo por la zona de canteras se me saltan las lágrimas. El bosque sufre y a mi me duele porque desde siempre viven allí muchos de mis recuerdos, de los antiguos y de los que sigo creando. 
      Encabecé este texto con una foto de un lugar llamado El Venero que siempre ha sido un lugar adaptado para disfrutar del campo la gente de la zona. Ahora, como si fuese una isla en medio del horror, está rodeado de canteras como esta que aparece en la foto que os pongo a continuación para que veáis la devastadora diferencia. Qué pena. Ojalá algún día las prohíban.

El Venero. Cantera Oeste. Foto MTI Minas Comunidad de Madrid
Canteras de Cadalso de los Vidrios. El Infierno a vista de pájaro



miércoles, 19 de noviembre de 2014

Aquellos maravillosos años. Los niños salvajes que fuimos. Stand by me

 
      Los niños salvajes que fuimos necesitaban cabañas para vivir durante el verano. Nadie debe vivir sin casa, ni siquiera los habitantes de los mundos imaginarios que frecuentábamos con paso firme, los que se encontraban ocultos entre bosques solitarios y años inciertos y que eran tan reales para nosotros como el mundo de los padres, esa otra realidad que sucedía a la hora de comer, a la hora del colegio o a la hora de ir a la cama. Por ello, hubo que construirlas. No quedaba otro remedio. Trabajamos como hormigas laboriosas durante mucho tiempo, o eso nos parecía, acarreando ramas, restos de obras y todo tipo de materiales susceptibles de ser utilizados en la fundación de aquel poblado magnífico de tres o cuatro cabañas que coronaba, orgulloso como una ciudad antigua, la parte más alta del diminuto pinar elegido como asentamiento por su estratégica situación. El emplazamiento lo tenía todo: en primer lugar, la principal característica a desear en un asentamiento de pequeños guerreros, la altitud, que aunque no era mucha, era suficiente para sobresalir por encima de las casas de los alrededores y permitirnos vigilar la zona; en segundo lugar, se podía ir andando en cinco minutos, algo que en realidad sobraba en aquellos tiempos en los que los desplazamientos se hacían en bicicleta, independientemente de que hubiese que recorrer un kilómetro o cincuenta. En un alarde de integración de arquitectura y naturaleza que habría impresionado al propio Frank Lloyd Wright, nuestras cabañas armonizaban con el bosque, se camuflaban en él, formaban parte de él. Una roca gigante podía ser un tejado, un árbol podía convertirse en pared, el granito, tan abundante en la zona, era el mejor de los suelos y unos ladrillos robados de algún chalé en construcción servían de inestable y lujoso mobiliario. La decoración consistía en mosaicos de piedras, plantas, barro y cualquier cosa que pudiésemos conseguir.

      Lo más curioso es que aunque no éramos demasiados niños, se acababan por reproducir estructuras sociales propias de un asentamiento humano primitivo, con categorías de poder basadas en la edad, la capacidad de manipular al resto o las ventajas de pertenecer al núcleo de fundadores, que eran los que decidían si se admitía o no a otros niños y tomaban las decisiones importantes. Es curioso recordar cómo, aunque partíamos de una cabaña por persona, algunos acabábamos compartiendo casa, al fin y al cabo era mucho más divertido estar juntos y es que de pequeños el sentimiento tribal está mucho más arraigado y nadie quiere estar aislado todo el tiempo, ni siquiera los niños más solitarios.

      ¿Sabéis una cosa? Aunque han pasado mil vidas desde entonces, cuando voy por el campo sigo encontrando buenos emplazamientos para mi cabaña por si alguna vez vuelvo a ser niña. Si es que alguna vez dejé de serlo.
     
      La banda sonora de hoy tiene que ser "Stand by me" de Ben E. King, de la B.S.O de la película del mismo nombre, conocida también en España como "Cuenta conmigo", dirigida por Rob Reiner y protagonizada por Wil Wheaton, River Phoenix, Corey Feldman y Jerry O'Connell

lunes, 20 de octubre de 2014

En el rincón secreto del Lobo

El Arrodillado de piedra. Foto Mar Goizueta
El arrodillado de piedra

       Allí donde el Hombre Lobo acostumbra a cambiar todo está distinto con la llegada del otoño. Todo menos el Hombre de Piedra, que eterno y humillado paga su pecado de rodillas. Las telas de araña del suelo se llenan de gotas brillantes de agua y los arroyos empiezan a resurgir de su letargo, de su verano de escondites y disimulos, luchando con su propio afán de ocultar que son la sangre de la tierra.

       Una libélula roja me sigue en mi caminar entre charcas y riachuelos. Yo me quedo quieta y ella me mira, flotando suave, casi ingrávida, como si levitase, a una distancia tan minúscula de mi cara que está lejos de ser prudencial. Me mira a los ojos con los suyos complejos, directa y atrevida. Sabe que conozco su secreto. Con el lenguaje silencioso del pensamiento, yo le aseguro que no lo voy a contar, que mucho tiempo atrás se lo prometí a la gran Reina Azul un día en que me buscó, se posó en mi cuerpo y me habló. Ella da una vuelta a mi alrededor y se despide dejando tras de sí un deseo envuelto en un halo de polvo estrellado a modo de regalo. Las libélulas siempre son agradecidas.

       Es un día extraño. Las águilas vuelan más bajo de lo habitual en una fascinante danza aérea, los saltamontes andan reunidos en un claro del bosque y dos mariposas me observan. El bosque rebosa de vida, de ocre, de verde, de rojo y de agua y yo siento crecer raíces en las plantas de mis pies y hojas entre mi pelo.

       A lo lejos lo veo, está escondido detrás de una roca. Su curiosidad le hace imprudente y observo asomar su cabeza y su cuello. Entre el pelaje brillan sus ojos. No puedo ver su expresión pero no me asusta, de alguna manera estamos conectados y nunca me va a hacer daño. Cuando me vaya de aquí, junto a mi olor, dejaré un rastro de hojas que iré tirando. Puede que así un día vuelva a ver sus ojos amarillos a través de mi ventana.

Nadie mejor que The Cure con su "A Forest" para ponerle música a un bosque donde pasan tantas cosas 


Come closer and see 
See into the trees



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