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lunes, 23 de octubre de 2017

Pan de calabaza


Un "¿qué piensas?" se vuelve mecha cuando se tienen ganas de escribir. Y el fuego ―que camina conmigo― no tiene más remedio que arder porque es su naturaleza hacerlo. En mi pensamiento, calabazas y eternos retornos. Me gustan Halloween y sus monstruos y las fiestas de muertos de aquí y allá. Y me gusta octubre, es más otoño y menos maldito que septiembre, ese mes de principios y finales, a medio camino entre la belleza y el horror, en el que se me ocurrió nacer. Octubre es de monstruos y es naranja, octubre es el otoño que yo soy.

Y estos días vuelven los que se fueron y bailan extrañas danzas de muertos vivientes y yo, acostumbrada a dejarme llevar por los fantasmas, les doy la mano, sigo sus pasos sonriendo y les doy un beso furtivo en los labios, porque me hace feliz saber que siguen siendo de alguna manera.

Madrugada de olor a pan recién hecho y té dulce de vainilla y caramelo. Quiero una calabaza. Pienso en hacer pan de calabaza. Tengo ganas de escribir.

*Este texto no es nuevo, Facebook me recordó que lo publiqué un día parecido a este de hace un año. Es una muestra de eterno retorno que me apetecía compartir. Como me apetece compartir esta canción, que no tiene nada que ver con el texto, pero que llevo un par de días sin sacarme de la cabeza. Y es que a veces la vida gira en bucle en una canción o se detiene en la mirada de un replicante, capaz de sentir, reflejado al otro lado del espejo.


*Por cierto, he escrito un cuentecillo de Halloween como colaboración en la web de Caosfera. Podéis leerlo en este enlace: 

lunes, 21 de agosto de 2017

El fin del mundo (Diario de la cuenta atrás para el fin del mundo 1)

Los últimos rayos de sol son ciencia ficción sobre la piel.

El fin del mundo llega cuando menos te lo esperas. Un soplido del destino, un planeta X reventando la vida a tu alrededor. Una explosión inmensa y adiós. El fin de todo. La nada.
Pero antes puede ocurrir que el mundo empiece a morir poco a poco, de una forma tan sutil que no podemos darnos cuenta hasta que llega la primera señal: el sol apagándose por unos instantes, haciendo que nos cuestionemos qué ocurriría si nos dejase huérfanos de su calor. Porque sin calor no hay vida. Tampoco sin calor interno.
Esta noche, justo cuando el día empiece su decadencia, el eclipse llegará para rematarlo con celeridad cósmica. La Luna, aunque invisible, reinará minutos antes de que llegue su hora, apagando con su frialdad el fuego del sol. Y justo en ese momento, seremos más ligeros y las mareas más salvajes. Yo sospecho que la locura, que llegará a su culmen en el punto de máxima oscuridad, ya lleva tiempo rondándonos: hace días que padezco tempestades y tsunamis en las orillas de mi nombre.
Hay quien dice que dos días después llegará el fin del mundo: la explosión última. Quizás sea el momento de confesar los secretos, de mandar a paseo los miedos, de dejar de temer futuros inciertos. Ese es el único regalo que nos da el saber que el día siguiente no existiremos.
Es posible que nada cambie, pero disfrutemos por unos momentos de la catarsis que nos ofrece un día distinto. Y pensemos en lo que nos importa, en lo que nos daría pena dejar de tener si se acabara. Por si somos los últimos en sobrevivir.
21 de agosto de 2017, 20:45h. Primer paso del posible fin. Te espero al otro lado de la lógica, en mi planeta de aguas revueltas. 

*La canción de hoy es "El fin de la eternidad" de Iván Ferreiro.


Todos los principios son finales disfrazados de oportunidades 
Mira esa luz, viene hacia aquí, déjala entrar.
Todos los finales son fatales si no sabes qué vendrá. 
Tú, mira esa luz, que viene hacia aquí, y déjala entrar. 


jueves, 27 de julio de 2017

Pandelirios


Una vida,
dos,
tres,
siete,
—somos gatos—,

sientes
tres piedras sobre tu frente:
miedo
miedo
miedo.

El tuyo, el mío, el nuestro.

Al cambio,
al olvido
al tiempo.

Y en tu boca,
la piedra de duelo
que tapa los besos
muertos,
que no se dan
por miedo
a perder el camino incorrecto.

Cuatro,
cinco,
seis,
siete
—somos magia—,

siente
que siete vidas
matarían tu muerte

Luz que no baila,
se ahoga,
Magia que no se bebe,
muere.

Convertidos en sombras
sin suerte,
jirones de sueños,
dispersos anhelos

escuchando la canción del viento:

Pupilas de fuego,
ojos de agua,
piel de salamandra.

Ojos de fuego,
pupilas de agua,
piel de hada.

Nada.
Entre los huesos
el tiempo
pasa,
silba
y arrasa.


Hay pandelirios en mi alma.


La canción para este texto sólo podía ser Pandelirios de Iván Ferreiro, tema del que he robado el nombre y el concepto y que forma parte de Historia y cronología del mundo, disco que —he de confesar— escucho de manera obsesiva y enfermiza desde que se estrenó.

*Desconozco al autor de la foto, si alguien lo conoce que me lo haga saber.

viernes, 31 de octubre de 2014

En ocasiones, el Monstruo acecha

The monster in the mirror. Abby Kroke
The monster in the mirror, de Abby Kroke



Monsters are real, and ghosts are real too. They live inside us, and sometimes, they win. 
Stephen King


En ocasiones, el Monstruo acecha.

Me mira desde dentro y se ríe
mientras hurga en las rendijas del tiempo con dedos larguísimos y las uñas sucias de recuerdos.
Trae restos de amor y miedo entre esos dientes,
                                que mordieron despiadados los trozos de algún futuro 
                                                                                                             abortado.  

Y aún tiene hambre...

hambre de más deseos.

Es sabio y malicioso y conoce mis debilidades,
mis odios,
mis placeres,
y mis dolores

Por eso, muerde fuerte,
                            escondido en el interior de mi piel solitaria,
clavando los colmillos en la transparente imagen de tu yo ausente
                                                                                        que guardo ahí, junto al corazón,
protegida por una armadura de costillas y músculos palpitantes,

instándome a buscarte.

Miro al espejo y ahí está,
sonriendo con las encías descubiertas.

Hace un gesto obsceno con las manos,
saca una lengua enferma de lascivia y palabras
y se relame saboreando mi miedo al vacío,
mi saber que yo, en el fondo, también soy él,

que cuando se me consuman la poesía y la cordura,
seré yo quien asome desde dentro de su cuerpo deforme.


............................................................................................................................................................

Y cuando yo duermo, él sigue despierto, y se ríe apretando mucho los dientes, para que no me olvide de que existe.


      Elijo Canción de amor y muerte de Iván Ferreiro como banda sonora, que es preciosa como pocas.


Y yo seguiré aquí a tu lado 
a pesar de lo raro 
que sea nuestro amor este amor 
...
Es un cuento 
y lamento 
que no haya un final de momento 
Y lo intento todo el tiempo 
que no haya un final de momento


martes, 9 de septiembre de 2014

Las palabras que no vas a decirme, esas son las duras de verdad


"Palabras" es uno de los poemas que puedes encontrar en #TeOdioComoNuncaQuiseANadie de LUIS RAMIRO, que puedes conseguir en: http://luisramiro.com/tienda.html
Palabras. Luis Ramiro. Del poemario "Te odio como nunca quise a nadie"
Estoy pensando en palabras, no en las que siguen su naturaleza comunicativa y se expresan, esas cumplen su función, están completas. Me refiero a las otras, a las que no se dicen, a las que se quedan guardadas en la mente o atrapadas en la lengua detrás de un muro de dientes, de miedo o de no saber. Y son muchas, casi tanto como las que se dicen y tan importantes o más que ellas. Algunas sólo las retenemos un tiempo prudencial, que siempre es demasiado, pero otras no las decimos nunca, se quedan enredadas entre pensamientos. Algunas veces permanecen allí para siempre, intactas, enquistadas, esas son las que duelen, al que las guarda y muchas veces también al que no las recibe. Suelen ser palabras de amor, confesiones no hechas, palabras importantes capaces de transformar vidas. Otras van mutando su sentido con el tiempo, pero se obstinan en quedarse porque un día fueron importantes. Estas pasan en su mayor parte a ser recuerdos y arrepentimientos por lo no vivido, si fueron cambiando es que no tenían el fuerte poder de transformación de las anteriores, pero igualmente suelen doler. 

Las palabras crean el mundo, lo definen, son la esencia de todo, son capaces de insuflar vida al Golem y de volver reales los pensamientos. Son extremadamente poderosas, por eso las brujas las usan en sus conjuros, por eso los poetas tienen algo de magos, por eso los escritores son demiurgos creadores aún sin ser la mayoría conscientes de su magia.

En realidad, todos somos creadores, construimos nuestro mundo y las relaciones con las personas a través de la comunicación. En función de lo que decimos, crecen las paredes y los elementos de esos lugares comunes que tenemos con cada miembro de nuestro entorno. De nada sirve pensar en alguien de un modo o de otro o sentir algo concreto si no lo decimos. Podemos pasar años amando a alguien sin que lo sepa o podría ocurrir que fuese un sentimiento compartido y que nunca llegue a nada por miedo a hablar, por inseguridad, por idiotez. Ocurre, os lo aseguro. También podemos guardarnos algo que nos ha dolido de otra persona y por no comentarlo a tiempo, por no explicarlo, acabar creando un monstruo. No es sano y todos lo hacemos aunque es semilla de infelicidad. Sobra decir que es necesario expresar las cosas buenas que se piensan aunque creamos que son poco importantes, llevan felicidad y eso nunca sobra.Y no nos olvidemos del mal, las palabras también están a su servicio, cuidado con ellas.

Esperar que te digan algo cuando tú no eres capaz de decirlo es egoísta, pero no presupongáis siempre maldad en ello, suele ser una incapacidad. A mi me cuesta casi más decir las cosas buenas que las malas, soy consciente del problema y trato de enfrentarme a ello. La vida me enseñó con su brutalidad que hay cosas que es mejor decir antes de que sea tarde y si de algo estoy orgullosa es de un último "te quiero" que dije a tiempo. Mis amigos me enseñaron que no vale con querer, que hay que expresarlo, que ser distante puede hacer daño a los demás, que no valen los abrazos "en defensa propia" ni el presuponer que los demás lo tienen que saber todo sin decirlo. Yo, siempre despistada, nunca había caído en la cuenta y se lo agradezco, pero me sigue costando. No es un no sentir, es un no saber decirlo.

Nunca olvidéis que las palabras que no decís ahora, puede que no las digáis nunca. La gente muere, se aleja, desaparece, se borra...


Iván Ferreiro habla de palabras y de la necesidad de contar en la perfecta "Solaris". Os pongo un fragmento de la letra, pero escuchadla entera. Es amor.


Vivo esperando siempre que tú me cuentes 
Que estoy adentro de lo que sientes 
Vivo esperando siempre que tú me cuentes 
Que estoy adentro de lo que sientes 

Dicen que las palabras que se abandonan 
No son de nadie no son de nadie


* El libro de poemas de Luis Ramiro "Te odio como nunca quise a nadie" podéis comprarlo desde cualquier lugar del mundo en este enlace: http://luisramiro.com/tienda.html #TeOdioComoNuncaQuiseANadie

#LuisRamiro #IvánFerreiro

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jueves, 7 de agosto de 2014

Las lechuzas no son lo que parecen cuando las fantasías tienen vocación de realidad

Mira, mis ojos cambian de color. Foto Mar Goizueta

Una niña aguanta la respiración en el agua. Sueña que es una sirena. Por la noche, en la calle, una niña le grita a la Luna que no se vaya. Son la misma niña, la que yo fui mil años atrás.

Al volver a casa llena de noche, me asomo al espejo y veo abismos en mis ojos cambiados de color y con pupilas contraídas. Recuerdo a la lechuza que gritaba vigilando mi retorno desde el edificio abandonado y sueño ser humana.

A veces, la vida que merece la pena es la fantasía hecha realidad antes de que la niebla la borre.

La canción no podía ser otra que "Twin Peaks" de mi amado Iván Ferreiro 


#TwinPeaks #IvánFerreiro #LadyLeño #LogLady 

miércoles, 25 de junio de 2014

Desde mi pequeña nave de hojalata

Fotograma de Gravity. Astronautas, espacio
Fotograma de Gravity

Recuerdo tu sonrisa escondida tras el polvo cósmico, tu voz viajando a la velocidad de la luz hasta mis oídos, tus deseos teletransportados, los secretos de tu viaje por la vida, tu doble cara misteriosa. Recuerdo también que en mitad de la tormenta de asteroides, extraviamos el rumbo, soltamos los amarres y nuestras naves se perdieron en órbitas distintas. Nos fuimos alejando: tu voz cada vez más tenue, las palabras más diluidas en ese todo que se iba convirtiendo en nada, tu imagen desdibujándose en la pantalla, volviéndose transparente, hasta que dejé de verte. Recuerdo bien el abismo entre nosotros creciendo con terrorífica celeridad, esa masa de negrura infinita que nos fue engullendo, el vacío, el silencio. También que justo antes de eso fuimos dioses, demiurgos, un Big Bang, y que de la nada en que flotábamos hicimos algo parecido a un amor extraño entre astronautas con trajes espaciales. Tal vez tenías razón y no es posible juntar mundos situados a años luz, pero yo nunca quise creerte. Tú habías olvidado que con voluntad se construyen futuros, que sin esa fórmula que une intención e ilusión nadie habría podido volar, y yo no supe recordártelo. Te dejé partir. Comprendí que hay cosas que debes entender por ti mismo. Yo me quedé en el espacio, orbitando en torno a una idea en mi pequeña nave de hojalata, ingrávida, navegando en un sueño sin fin. Tú volviste a la Tierra, aún no sabías volar, necesitabas la realidad como combustible, a mí me valía con darle cuerda a mi esperanza. Ahora que ha pasado algo de tiempo, lanzo este mensaje al espacio con las coordenadas del lugar donde habito, dejando en manos del destino el que lo captes, por si quieres volver a buscarme, por si ya te han crecido las alas.

La canción de hoy es "Perdidos" de Iván Ferreiro

 

Cuando las ventanas lloran una fuerza
me secuestrará
La noche cerrada cerca muy cerca de ti
Rueda la noche estrellada
sobre mi cabeza
Sácanos de aquí
Y si lo que no ha pasado ya no tiene
porqué pasar
Y si no es posible y no
nos vienen a buscar
Todo lo que yo intenté nada de lo que
decir
Nada es siempre nada y
nada lo contestará
Y si lo que no ha pasado
ya nunca vendrá
Solo se que alguna vez me sentí especial
Una y otra vez con una vuelta más de luz
Nunca más sin ti para ver volver
lo que prometí
Y si lo que no ha pasado ya no tiene
porqué pasar
Y si no es posible y no
nos vienen a buscar
Todo lo que yo intenté
nada de lo que decir
Nada es siempre nada y
nada lo contestará

domingo, 1 de junio de 2014

De repente, sin itinerario, como un impulso eléctrico, como la palabra precisa, la sonrisa perfecta o la chispa adecuada

Carmelo Gómez, Enma Suárez y Nancho Novo en La Ardilla Roja

Existen momentos que marcan vidas. De repente, alguien se cruza en tu historia o te mira de una forma especial y te vuelve del revés. Los planetas se detienen, silencian su música y el mundo entero cambia. Son unos segundos, pero son para siempre.

He estado pensando en esos detalles precisos en los que cambiamos la percepción que teníamos de alguien o creamos un “nuestro” donde antes no había nada, esos momentos que hacen única nuestra relación con otra persona. Hablo del instante en el que empezamos a ver a alguien de forma diferente. Pensadlo, ¿Podéis recordar la sonrisa concreta que hizo que vuestro corazón diese un vuelco? ¿Esa palabra dicha en el momento justo que lo cambió todo? ¿Quizás esa mirada que os dejó sin habla? ¿Ese segundo en que empezasteis a ver a un amigo de otra forma? ¿La primera conversación? En el mundo del otro lado del espejo tenemos la teoría de que los amores que de verdad marcan, sean consumados o no, son los que podemos retrotraer hasta ese momento en el que nuestro cerebro colapsó por culpa de esa otra persona, mucho más si fue un momento compartido, pero no es imprescindible. En otros tipos de relaciones interpersonales ocurre algo muy similar, en el fondo es un detectar corrientes de atracción, de simpatía o de afinidad, pero la teoría es más precisa si hablamos de amor, no pidáis números ni cantidades, hay cosas que no se pueden ni se deben medir, lo que sí sabemos los habitantes del espejo es que si el reconocimiento es compartido, las endorfinas hacen una fiesta y se anudan hilos invisibles entre los individuos implicados que casi nunca se rompen, se estiran cuanto sea necesario si se alejan, pero siempre suelen permanecer.

¿Empezáis ya a recordar algún momento de vuestra vida en el que hayáis sentido algo así? Momentos como girar la cabeza para mirar con disimulo a esa persona de la que tanto has oído hablar, encontrar una sonrisa capaz de derretir piedras preparada solo para ti y notar que en ese momento se tiende un hilo entre ambos que impide que os separéis en la multitud. Aparecer un hombre que nunca has visto y sentir un cierto desasosiego, una inquietud , un darse cuenta de todo lo que no es perfecto y al segundo ver que todas esas mismas cosas se vuelven perfectas de repente con una mirada, sentir entonces el hilo anudándose en tus pupilas que para siempre van a querer bucear en las suyas. Que un día cualquiera, al contacto de la mano de un amigo o con un entretenerse los ojos sientas una corriente eléctrica, te tiemblen las piernas y se desaten los nudos de la amistad para atarse los del deseo. Una palabra precisa en un camerino lleno de gente, una canción cantada para una sola persona que ata más que una cuerda. Un comentario escrito que se transforma en el hilo que hace bailar una peonza hecha de mil cosas acumuladas en el tiempo y que de ese girar loco surja otra forma de sentirse. Un cruzarse de repente con alguien absolutamente inesperado y que te mire, te sonría y te salude y luego te mire a escondidas y te sonría mucho más si le descubres y notar como se forma un nudo en una parte escondida del cerebro donde bailan juntos la alegría y un toquecito de vanidad. Un comunicarse sin voz con un artista desconocido con el que no compartes idioma y atar nudos con pinceles y risas. Se podría poner mil ejemplos más, reales e inventados, pero a estas alturas ya deberíais saber bien de qué hablamos. Actualmente, estamos trabajando en la comprobación de si los hilos se crean en el instante preciso o si preexisten esperando la conexión que los ate. También investigamos si a veces funcionan dentro de los sueños, creemos que sí, pero aún está por ver.

 Pensad en vuestros hilos, es casi seguro que los tenéis, está demostrado que algunas de las leyes que ordenan el mundo del espejo pueden exportarse al mundo normal, es posible (y probable) que esta sea una de ellas, aquí, donde vuestra realidad es extraña, nunca estamos seguros de nada.

Si habéis visto "La Ardilla Roja" de Julio Medem, entenderéis esta escena y el motivo de que os la ponga para ilustrar este texto. Lamento la calidad del vídeo, no lo encontré mejor


Y como banda sonora, no se me ocurre nada más perfecto que "Eléctrico" de Supersubmarina

"...Algo giró en mi barriga, 
la fricción me provocó.
Algo que no podré explicar, 
algo parecido a una descarga, 
algo parecido a un huracán...

...Como un impulso eléctrico, eléctrico, eléctrico...

...Porque me temblaron las entrañas...."


Pd: El título del post, como muchos habréis notado, es una unión alocada de palabras geniales de Iván Ferreiro, Silvio Rodríguez, Bunbury y Supersubmarina. A veces las mezclas imposibles saben bien.

Pd2: El día después de escribir esto, vi que alguien compartió esto en Facebook: http://elacorazado.com.mx/la-leyenda-del-hilo-rojo/. Desde entonces me siento menos loca

lunes, 5 de mayo de 2014

Astronauta soy en órbita lunar o de las estrellas que enseñan a pensar

2001 odisea espacio, fotograma, 2001 spacial oddity



De niña, uno de mis deseos “para cuando fuese mayor” era ser astronauta, también quería ser bióloga, pintora, escritora o un Indiana Jones femenino. A algunas de estas cosas he llegado a acercarme un poquito, pero hoy quiero hablar de estrellas y para eso nos quedaremos con mi anhelada faceta de astronauta, que para mí, en esencia, significaba ser un viajero del espacio y, aunque me gustaba lo de los trajes con escafandra y toda esa parafernalia, lo que en verdad quería era pilotar naves espaciales como las de “Star Wars” (“La Guerra de las Galaxias” en aquellos tiempos en los que un Jedi era un “Yedi” y no un “Yedai”). Por eso, salía a hurtadillas de casa cuando ya no había luz y me metía dentro del coche que se guardaba en el garaje, y que, a escondidas del resto del mundo, tenía la virtud de convertirse en mi nave personal sólo con activar la llave de contacto de mi imaginación. Adoraba especialmente el fantástico Halcón Milenario, tan audaz, clandestino y veloz, con el que imaginaba viajar de planeta en planeta a través de rutas plagadas de estrellas, esas mismas que vigilaba tumbada en una colchoneta en el jardín para encontrar movimientos extraños que indicasen que había vida más allá de la Tierra. Era un trabajo duro, demasiado cielo que controlar y demasiada responsabilidad para alguien tan pequeño, pero ocurrió que en el tiempo dedicado a esas observaciones aprendí a pensar, y es que no hay nada tan absolutamente inspirador para el cerebro como observar lo que no se entiende en soledad y buscando explicaciones. Dijo un sabio, real o inventado, ahora no recuerdo bien, “La sabiduría nace de observar una hilera de hormigas”, es algo parecido a lo que me pasó a mí con las estrellas, de ellas aprendí a recrearme en el pensamiento, a disfrutar de mis momentos solitarios, a tener un enorme mundo interior que sólo en ocasiones dejaba y dejo asomar fuera de mi cabeza y, sobre todo, aprendí el gozo casi místico que acompaña al hecho de abismarse, la sobrecogedora sensación de dejar que la inmensidad inunde el alma a través de la incomprensión de algo tan difícil de aprendeher como el Universo, la vida, la Eternidad, la infinita tristeza del espacio, la infinita felicidad de la nada. Supongo que es mi forma de meditar, de apagar el ruido interior, de que desaparezca todo por unos instantes, de entenderme. También me ocurre algo parecido con el cielo diurno, el Sol y las nubes, por eso los observo con mimo, pero la noche es mejor, en ella viven las estrellas y la Luna de las que mi espíritu se alimenta. Probadlo, dejad que os inunden una noche oscura, lejos de la ciudad, en silencio, fundíos con la nada, desapareced…



Una postal desde Lewinland (Andrés Lewin)

A cuento de esto, tengo algunas referencias culturales que con el tiempo fui encontrando y que ayudaron a centrar tanta y tan temprana rareza. Algunas de mis películas fetiche, varias de ellas situadas en el delicado territorio de la obsesión, se encuadran en la Ciencia Ficción, pero hoy viene a cuento especialmente “2001, odisea en el espacio” en la que se perfilan algunos conceptos que desde muy pequeña me acompañaron y que se fueron definiendo poco a poco. Por eso descubrirla fue toda una revelación, un impacto en mi vida, la amo, es una obra maestra y por ella (y por muchas otras), siempre adoraré a Stanley Kubrick y Arthur C. Clarke, el autor de la novela en la que se basa, también fantástica y que, al igual que la película he disfrutado mil veces. Los monos, embriones de lo que será el Hombre, aprendiendo a pensar, evolucionando ante algo que se escapa de su entendimiento como es el monolito, las escenas en el espacio, Hal 9000 cantando su muerte (“Daisy…. Daisyyy…”), el final, su música, su fotografía. Todo sublime. De las secuelas no merece demasiado la pena hablar, aunque cuando un tema me gusta, me recreo también, sin perder el criterio, en sus alrededores, siempre ansiosa de más. Otras novelas y cuentos de los muy recomendables Arthur C. Clarke e Isaac Asimov también se me enredaron en la mente, así como las numerosísimas, breves y viciosas novelas pulp de Ciencia Ficción que desde pequeña leí con devoción. A la soledad del espacio también nos acerca la reciente “Gravity”, que aunque me gustó, me dejó el regustillo amargo que deja el saber que algo que está bien podría haber sido mejor, pero aunque sólo sea por su fotografía, merece la pena. En cuanto a la música, algunas de mis canciones preferidas también hablan de ello. Tremendamente impactante fue la primera escucha de “Halley 2061” de Andrés Lewin, sobre todo la frase “entonces comprendí que la tristeza viene del espacio” y sentí en lo más profundo que alguien lo comprendía. Otra maravilla es “Spacial Oddity” de Bowie, sublime en todo. Bunbury también es fascinante en “Lady Blue” y M-Clan en “Llamando a la Tierra”. Y no me olvido de otros muchos como Iván Ferreiro, en todo él vive el espacio y salpica de su esencia muchas de sus canciones, hasta tal punto que podrá desbordar este post, por eso mejor otro día le dedico uno entero, y es que cuando escucho sus letras me da la impresión de que podría entender todo esto. Son suposiciones, igual que mi empeño en ver amor a las estrellas escondido entre los versos de Antonio Vega. Tengo mucha imaginación y no puedo evitar divagar.

Disfrutad de los vídeos, lo mejor de este blog son las canciones. Hay muchas más y es posible que lo vaya ampliando, acepto sugerencias





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