Ilustración de Benjamin Lacombe. Del libro "Los amantes mariposa" (Edelvives, 2014)
A veces las mariposas imposibles deben volar, dejando de recuerdo en nuestra piel el rastro de lo que fuimos, como un material precioso con el que construir lo que seremos tras su marcha: mejores, más sabios, con los ojos más abiertos para no perder ni un instante de lo que vendrá después.
(De "Memorias de un fénix")
Tú fuiste mi secreto,
después mi realidad,
un enredo de cuerpos y bocas bajo las estrellas,
las mismas que tras la fiesta cobijaron sueños despiertos
en la noche del Big Bang,
esa en la que los gatos corearon nuestro Amor con mayúsculas
justo antes de que las mariposas tristes nos robaran el alma,
condenándonos a no ser
o a ser incompletos.
A veces me pregunto si tú también recuerdas
al Monstruo del Pantano,
las nubes que venían del otro lado del mar,
el tacto de mi piel mojada,
mi dormir de gata que tanta gracia te hacía,
aquel collar tuyo de salvaje que aún conservo,
las constelaciones que me enseñaste
mientras con mi cabeza sobre tu tripa desnuda,
te respiraba, embriagada,
aquella noche
de aquel tiempo
tantos años atrás
en aquel otro lugar
sin leyes
cuando aún éramos tan secretos
que ni nosotros mismos nos sabíamos amantes
a pesar de las noches durmiendo abrazados
y de las siestas de dedos entrelazados.
mucho antes de los tiempos de saborearnos la piel.
Yo aún recuerdo el tono exacto de agua turbia de tus ojos,
Viernes 13.
Un viento gigante y antiguo sopla futuristas cometas de metal y pájaros ígneos en formación.
Huyen del invierno en silencio. También las estrellas fugaces.
Sembrando el terror, dos asteroides se acercan.
"No hay peligro", dicen. Y quizás mientan.
El miedo acecha y a veces se viste de muerte.
De todas las muertes.
De la muerte de todas las cosas.
He roto el miedo en pedazos. Ahora cae desde la Luna transformado en lluvia fina de partículas, diminutos embriones de letras que escriben, al posarse, versos que quedarán retenidos para siempre en la tela de mi viejo paraguas, negro como la falta de luz.
Los leo.
Son salvajes y libres, como el amor de quienes se lanzan al vacío en pos de lo que tanto cuesta encontrar y por el camino sienten crecer alas en su espalda.
Cierro el paraguas.
Me quito la escafandra y espero el impacto.
Dicen que no hay peligro.
Yo me lo creo a medias. En mi cabeza suena, insistente, una canción:
Si la especie humana se abocara a la extinción quiero que seas mi último paisaje. Si explota la Tierra, qué importa mientras tú seas mi último paisaje. * La canción es "mi último paisaje" de Luis Ramiro, y pertenece al disco "Magia". También le he robado el título. Podéis escucharla aquí:
*Imagen: Buzo con paraguas (París, 1949) *Más información sobre Luis Ramiro en www.luisramiro.com.
Palabras. Luis Ramiro. Del poemario "Te odio como nunca quise a nadie"
Estoy pensando en palabras, no en las que siguen su naturaleza comunicativa y se expresan, esas cumplen su función, están completas. Me refiero a las otras, a las que no se dicen, a las que se quedan guardadas en la mente o atrapadas en la lengua detrás de un muro de dientes, de miedo o de no saber. Y son muchas, casi tanto como las que se dicen y tan importantes o más que ellas. Algunas sólo las retenemos un tiempo prudencial, que siempre es demasiado, pero otras no las decimos nunca, se quedan enredadas entre pensamientos. Algunas veces permanecen allí para siempre, intactas, enquistadas, esas son las que duelen, al que las guarda y muchas veces también al que no las recibe. Suelen ser palabras de amor, confesiones no hechas, palabras importantes capaces de transformar vidas. Otras van mutando su sentido con el tiempo, pero se obstinan en quedarse porque un día fueron importantes. Estas pasan en su mayor parte a ser recuerdos y arrepentimientos por lo no vivido, si fueron cambiando es que no tenían el fuerte poder de transformación de las anteriores, pero igualmente suelen doler.
Las palabras crean el mundo, lo definen, son la esencia de todo, son capaces de insuflar vida al Golem y de volver reales los pensamientos. Son extremadamente poderosas, por eso las brujas las usan en sus conjuros, por eso los poetas tienen algo de magos, por eso los escritores son demiurgos creadores aún sin ser la mayoría conscientes de su magia.
En realidad, todos somos creadores, construimos nuestro mundo y las relaciones con las personas a través de la comunicación. En función de lo que decimos, crecen las paredes y los elementos de esos lugares comunes que tenemos con cada miembro de nuestro entorno. De nada sirve pensar en alguien de un modo o de otro o sentir algo concreto si no lo decimos. Podemos pasar años amando a alguien sin que lo sepa o podría ocurrir que fuese un sentimiento compartido y que nunca llegue a nada por miedo a hablar, por inseguridad, por idiotez. Ocurre, os lo aseguro. También podemos guardarnos algo que nos ha dolido de otra persona y por no comentarlo a tiempo, por no explicarlo, acabar creando un monstruo. No es sano y todos lo hacemos aunque es semilla de infelicidad. Sobra decir que es necesario expresar las cosas buenas que se piensan aunque creamos que son poco importantes, llevan felicidad y eso nunca sobra.Y no nos olvidemos del mal, las palabras también están a su servicio, cuidado con ellas.
Esperar que te digan algo cuando tú no eres capaz de decirlo es egoísta, pero no presupongáis siempre maldad en ello, suele ser una incapacidad. A mi me cuesta casi más decir las cosas buenas que las malas, soy consciente del problema y trato de enfrentarme a ello. La vida me enseñó con su brutalidad que hay cosas que es mejor decir antes de que sea tarde y si de algo estoy orgullosa es de un último "te quiero" que dije a tiempo. Mis amigos me enseñaron que no vale con querer, que hay que expresarlo, que ser distante puede hacer daño a los demás, que no valen los abrazos "en defensa propia" ni el presuponer que los demás lo tienen que saber todo sin decirlo. Yo, siempre despistada, nunca había caído en la cuenta y se lo agradezco, pero me sigue costando. No es un no sentir, es un no saber decirlo.
Nunca olvidéis que las palabras que no decís ahora, puede que no las digáis nunca. La gente muere, se aleja, desaparece, se borra...
Iván Ferreiro habla de palabras y de la necesidad de contar en la perfecta "Solaris". Os pongo un fragmento de la letra, pero escuchadla entera. Es amor.
Vivo esperando siempre que tú me cuentes
Que estoy adentro de lo que sientes
Vivo esperando siempre que tú me cuentes
Que estoy adentro de lo que sientes
Dicen que las palabras que se abandonan
No son de nadie no son de nadie
* El libro de poemas de Luis Ramiro "Te odio como nunca quise a nadie" podéis comprarlo desde cualquier lugar del mundo en este enlace: http://luisramiro.com/tienda.html #TeOdioComoNuncaQuiseANadie #LuisRamiro #IvánFerreiro
Cuando la luz aclare todo a mi alrededor, cuando de las sombras no quede sino el mero recuerdo de lo que fueron, cuando mi alma logre disipar los últimos restos del miedo, entonces lloraré.
No quise llorar antes porque sé que el dolor se alimenta de las lágrimas que como un pesado telón nos aíslan de la felicidad.
Lloraré cuando las lágrimas broten cristalinas de los manantiales de mis ojos limpios y su pureza refleje con mil brillos la alegría del Sol. Entonces dejaré que fluyan alegres, risueñas, arrastrando con ellas cada partícula de tristeza, erosionando con la fuerza de un torrente cada recuerdo amargo para convertirlos en suave lecho acuático en el que flotarán los sueños nuevos, limpios presagios de un futuro feliz.
Mientras tanto, escribo aferrada al brocal del abismático pozo de la locura, sintiendo que la atracción del vacío se apodera de mi.
Escucho el murmullo de los engranajes de la pasión entonando para mí un canto de perdición y tengo miedo.
De nuevo me acecha el llanto, pero no le permitiré que me posea. No quiero lágrimas amargas.
A ratos pienso que quizás nunca más lloraré si dejo que el espíritu de la sinrazón me atraiga con su hipnótica dulzura.
Y si llegado el momento quiero llorar y no puedo, gritaré para que alguien devuelva el agua a mis secos ojos.
La canción de hoy es "En Círculos" de Luis Ramiro, tan llena de lágrimas como de fantasía, de ella ha salido el título de este post