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domingo, 13 de julio de 2014

Sueña Dalí

Dalí a los seis años, cuando creía ser una niña, levantando la piel del agua para ver a un perro que duerme a la sombra del mar . Salvador Dalí, 1950

Dalí a los seis años, cuando creía ser una niña, levantando la piel del agua para ver a un perro que duerme a la sombra del mar . Salvador Dalí, 1950
Sueña Dalí en uno de esos cuadros que escapan directamente del mundo de los sueños. Sueña que es niña, porque niña quiso ser cuando de niño tenía seis años y soñaba ser cocinera. Sueña con su paisaje playero de rocas irreales, con su adorado Mar Mediterráneo y con un perro que robó de un cuadro de Velázquez, al que de vez en cuando deja dormitar en sus lienzos. Sueña con la luz irreal de un verano mágico de luminosidades cegadoras, con ese amarillo que sólo algunos pintores descubren en el mar, con el secreto submundo que el agua oculta. Soñó antes de que yo naciera, soñó cuando yo era niña y ahora yo sueño que escribo sobre el genio que se inventó a si mismo a partir de sus sueños, mientras él sueña ya eternamente.

Dalí, obsesionado por la oralidad, soñó que todo era susceptible de ser devorado y que comer siempre era morir un poco y aún así se abalanzó hambriento sobre las verduras mediterráneas con la misma voracidad que sobre el dinero, el sexo o el conocimiento. Soñó que construía casas de pan con muebles de chocolate y que los banqueros comían los cheques que se les daba y soñando que comía, llegó a la conclusión de que “la belleza será comestible o no será”.

Fue niño sin existencia propia, de nombres heredados del hermano muerto antes de su nacimiento, ni uno sólo de sus cuatro nombres, Salvador Domingo Felipe Jacinto, fue totalmente suyo, todos los compartió con aquel que nunca conoció salvo por una foto retocada que había en su casa y cuya personalidad trataba de imaginar en sus juegos infantiles, cuando simulaba el comportamiento que hubiese tenido el difunto ante las diferentes situaciones o cuando para poder dormir se imaginaba a si mismo muerto dentro de su ataúd.

Dalí conformó su vida a partir del material del que se crean los sueños. Consiguió sacar personajes irreales de su fantasía para darles una vida propia en un universo también irreal de óleo y lienzo y, lo que es más, a base de soñar que sería un genio, se dio forma a si mismo hasta llegar a serlo. Modeló cada uno de sus rasgos físicos y psíquicos hasta obtener una identidad original y única, convirtiéndose de esta manera en la primera escultura autocreada sin intervención de un escultor ajeno a la propia escultura.

Dalí, surrealista escultura humana, andaba por el mundo a falta de algo que descubrió cuando conoció a Gala, amante, modelo, amiga y musa que supo acunar al genio en sus pechos hasta hacerle aún más grande. Y Dalí, a cambio, levantó por segunda vez la piel del mar para enseñarle a su gran amor los secretos que la caracola, que siendo niño puso en su oído, le susurró, animándole a buscar el mundo que subyace más allá de lo que a simple vista se ve, tapado por un mar con esquinas, oculto como las alfombras ocultan las pelusas mal barridas.

Nada hay apenas novedoso que decir del genio que a alguien pueda sorprender, pues todo sobra cuando se nos vendió a sí mismo como el mejor de los comerciantes y, ni siquiera los más jóvenes, los que no pudieron verle en vida, se substraen a la estela que dejó tras su muerte.

Tal y como yo lo veo, el niño Dalí, que descubrió que tenía la identidad de su hermano y no una propia, tenía dos caminos posibles en su destino, el primero, volverse loco, porque si hay algo que el ser humano sabe íntimamente y ningún individuo de una tribu lejana a nuestra cultura, en la que todo parecemos olvidarlo, dudaría, es que sin un nombre propio se carece de identidad y por tanto no es posible vivir como un miembro pleno de la sociedad. El segundo, reinventarse a sí mismo, y eso hizo. Se inventó una existencia en la que sus excentricidades tuviesen cabida, una vida en la que conseguir ser adulto, permaneciendo al mismo tiempo en una infancia pervertida a base de ser sabia. Como un niño viejo ideó mundos no coartados por el consciente y dejó volar libres a su imaginación y sus sueños, sin cortapisas ni censuras, anegando sus pensamientos de una sexualidad extraña, de una más que reconocida avidez por el dinero, de su amor por Gala y de tantos y tantos símbolos que iniciar un listado sería para acabar muchas páginas después.

Dejemos al genio de bigotes engominados que sueñe por cientos de años más, que sueñe que es niño, que es adulto, que es muerte, que es guerrero en países llenos de animales imaginarios, que le devora la Muerte mientras él devora a Gala envuelta en chocolate, que juega con su hermano muerto a perseguir a un perro velazqueño, que se oculta a la sombra del mar, que es niña, que es cocinero, que es Napoleón, que planea cambios culturales con amigos poetas, que se adormece con el sol espeso del Mediterráneo, que estudia matemáticas, que imposta la voz, que le salen los dólares por las orejas, que tiene un castillo, que vuelve surrealista al pueblo de Cadaqués, que antes fue uno de tantos, que en las playas siempre hay un enigma oculto, que las caracolas cuentan leyendas del mar, que domina la técnica pictórica como los grandes maestros, que sueñe, en fin, que es, ha sido y será para siempre su gran creación, el propio Dalí.


Hace un millón de años, yo tenía una página en un periódico pequeñito y provinciano que me daba muchas alegrías, hablaba de muchas cosas, sobre todo de arte, o de temas de actualidad que relacionaba con el arte. Ahora he decidido recuperar algunos escritos de esa época en este blog y los iré colgando de vez en cuando. Espero que os gusten. Gracias por leerme.

Os dejo con la canción que le dedicó Mecano en un vídeo que he encontrado con imágenes de cuadros suyos.

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