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miércoles, 25 de mayo de 2016

Vuelve


Vuelve.
Sé que lo harás porque te vi recoger las salamandras con mano firme
y tomar agua fresca de mis manos.

*Salamandra, del Bestiario de Anne Walshe (Copenhagen, Kongelige Bibliotek, Gl. kgl. S. 1633 4º, Folio 55v)


viernes, 4 de septiembre de 2015

Un año más camino de Wonderland


Este año ha sido tan tormentoso que si me pongo a pensarlo me tiemblan las piernas. He visto tambalearse mi mundo entero y aún sigo caminando sobre arenas movedizas. Renací del fuego como el Ave Fénix y eso me revolvió tanto que con el tiempo me di cuenta de que soy la misma sin serlo. Tengo plumas nuevas y he abierto horizontes y puertas que tenía cerradas con llave dentro de mi. He hecho muchas cosas que nunca había hecho y otras que no por hacerlas muchas veces dejan de ser maravillosas. Además de vivir sumergida en música, ahora lo hago también en libros. Estoy viviendo la aventura vertiginosa de dar alas a un sueño nuevo sin dejar de lado otros. He vuelto a sentirme escritora. He hecho entrevistas sobre temas de los que nunca había hablado en medios y he hecho de maestra de ceremonias en escenarios que sólo había pisado antes y después de abrirse el telón. Me han elegido para la enorme responsabilidad de juzgar con ilusión las ilusiones de algunos jovencísimos proyectos de escritores y leo, vendo y difundo las palabras de otros que ya lo son. He conocido a mucha gente nueva, estoy escribiendo mi primera novela y vuelto a sentir la libertad de volar en mi vieja bicicleta. He dejado a mi cabeza revolucionarse, he soltado algunos amarres y he flotado. He llorado y me he reído. He tenido y tengo miedo y también esperanzas. He hecho crecer mi mundo del otro lado del espejo y lo he llenado de gente maravillosa. Tengo los mejores amigos y la mejor familia del mundo y me gusta que tú, que me estás leyendo, estés ahí. Tengo un año más, la misma curiosidad, la misma imaginación y las mismas arrugas. No pienso envejecer.

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miércoles, 26 de noviembre de 2014

Llegaron las canteras gritando muerte

   
"Suavidad". Foto hecha en El Venero (Cadalso de los Vidrios, Madrid)

       Había vegetación por todas partes y vida grande y pequeña, de la que apenas se ve entre las plantas y también vida de esa en la que no todo el mundo cree, la que forman los seres mágicos que, aunque lo hagan secretamente, comparten el bosque con nosotros. Animales hermosos lucían su pelaje, sus colmillos y sus cornamentas y dejaban su huella entre los árboles mientras majestuosas rapaces vigilaban el cielo. Era un paraíso de belleza hasta que llegaron las canteras gritando muerte con su voz de pólvora. Y la vida estalló en pedazos de suelo roto, de roca astillada, de raíces arrancadas, de árboles centenarios supervivientes de mil peligros asesinados en un segundo, de pequeños animales e insectos destrozados. Tan brutal como un devastador trueno que esparce su eco por el mundo y llega el fin. Muere la belleza del granito pulido por la Historia, de su gris y de su musgo multicolor y donde había suelo fértil sólo queda roca limpia, el esqueleto blanco y desnudo que surge una vez arrancadas piel y carne. Un aullido de dolor y de incomprensión hecho de millones de voces verdes y animales surge entre la espesura, pero a nadie parece importarle ese grito mudo que se apaga en segundos dejando un silencio mortal. Llegan los hombres y, como carroñeros, arrancan los restos de vida que quedan, trocean los huesos del cadáver del bosque y se lo llevan en camiones. Prometen subsanar su infamia volviendo a instaurar la vida, como si fuese posible restaurar una obra de arte que la Naturaleza lleva tallando y puliendo millones de años. Los animales que siguen vivos huyen, las aves buscan lugares cuya visión desde el cielo no les deslumbre por su blancura, un paisaje menos apocalíptico donde sea posible encontrar alimento, los hombres sensibles ya no pasan por allí para no llorar. Los responsables y sus consentidores duermen tranquilos, con sus bolsillos cubiertos, sin darse cuenta de que lo que han hecho les pasará factura. A ellos y a todos nosotros.

      Un día os hablaré de como veía yo de niña las canteras, cuando ya me parecían un reflejo del Infierno y aún no se habían comido ni una pequeña parte del bosque que rodea Cadalso de los Vidrios. Ahora cada vez que paseo por la zona de canteras se me saltan las lágrimas. El bosque sufre y a mi me duele porque desde siempre viven allí muchos de mis recuerdos, de los antiguos y de los que sigo creando. 
      Encabecé este texto con una foto de un lugar llamado El Venero que siempre ha sido un lugar adaptado para disfrutar del campo la gente de la zona. Ahora, como si fuese una isla en medio del horror, está rodeado de canteras como esta que aparece en la foto que os pongo a continuación para que veáis la devastadora diferencia. Qué pena. Ojalá algún día las prohíban.

El Venero. Cantera Oeste. Foto MTI Minas Comunidad de Madrid
Canteras de Cadalso de los Vidrios. El Infierno a vista de pájaro



miércoles, 5 de noviembre de 2014

Salta por la ventana ¡Valiente!

   
niños beso

Cuando debemos hacer una elección y no la hacemos, esto ya es una elección.
                                                                                                  (William James)

      Analizando mi propia trayectoria, a veces pienso que no es que la vida no nos de oportunidades para conseguir lo que necesitamos o lo que realmente queremos, lo que ocurre es que tiene la fastidiosa costumbre de ser imprevisible y la mayoría de nosotros torpes a la hora de elegir lo que más nos conviene. No quiero decir con esto que cada paso que no llegue al lugar perfecto sea un paso malo, los caminos son importantes, nos hacen ser lo que somos, por complicados o enrevesados que sean, ningún marinero aprendió a navegar en aguas tranquilas, dice la sabiduría popular. Por el camino aprendemos a vivir, a reconocer lo que nos gusta y lo que no, lo que es bueno, lo que es malo y lo que es peor. Eso es la experiencia, y si tiene una cosa negativa, es el hacernos exigentes y por tanto menos permeables a las tentaciones de cosas que pueden llegar a ser buenas pero nos negamos a probar, olvidando absurdamente que las apariencias a veces son solo eso, disfraces que ocultan realidades. Recordar esto a mi me ayuda a intentar no perder la flexibilidad y las alas que nos hacen fluir, que nos permiten volar.

      Reconozco que en muchísimas ocasiones he tomado decisiones equivocadas en pequeños y en grandes asuntos, unas por no hacer caso al cerebro y otras por no hacer caso al corazón o por hacerle demasiado. De la mayoría no me arrepiento, me han llevado a conocer gente y lugares interesantes, a vivir experiencias que de otra forma nunca jamás habría vivido y si las borrase se irían con ellas personas y momentos que no querría no haber tenido. Si tuviese la oportunidad de cambiar el pasado, seguramente lucharía por no perder muchas de esas cosas, pero sí hay algunas a las que les doy vueltas y pienso eso tan manido de "qué habría sido de esta parte de mi vida si". No os creeríais la de oportunidades de conseguir cosas que deseaba que me ha dado la vida y la de veces que yo no las he visto o no las he querido ver hasta mucho después. Si lo pensáis bien, seguro que a vosotros también. Son puntos de inflexión, paquetes de regalo sorpresa con un envoltorio por desgracia no siempre llamativo que abrimos o no y que, aún siendo la mayoría de las veces discretos, tienen la capacidad de cambiar radicalmente algo, muchas veces cosas insignificantes para el mundo pero muy importantes para nosotros. Si alguna vez habéis abierto uno de esos regalos, sabréis a lo que me refiero, estoy convencida de que gracias a haber elegido bien en alguna de esas oportunidades, atesoráis un recuerdo, un amigo, un amante, un trabajo, un triunfo de cualquier tipo en el que os hace felices pensar.

Esta noche te espero en mi cuarto, salta por la ventana ¡Valiente! Los amantes del Círculo Polar Julio Medm

      Lo realmente terrible de todo esto, es que muchísimas veces reconocemos el regalo, pero nos da miedo abrirlo por lo que pueda significar o intentamos aplazar la decisión de si abrirlo o no y lo dejamos en un estante planeando hacerlo más adelante, cuando nos venga bien o estemos seguros, pensando que se quedará allí para siempre y, escuchadme atentamente, no es así, tienen caducidad siempre. Si no aceptamos el regalo, se va, lo perdemos, desaparece. Aunque me resisto a ello, consciente de que tiene algo de "autofustigamiento", a menudo caigo en pensar que si nos llega uno de esos paquetes y no nos atrevemos a aceptarlo y a disfrutar de su contenido, si no le damos toda la prioridad a lo bueno que nos ofrece, nos merecemos el tener una vida mediocre, el ahogarnos hasta morir en un "qué hubiese ocurrido si" infinito por torpes, cobardes e idiotas. Todo es cuestión de elecciones y nadie dijo que el camino a la felicidad tuviese que ser fácil. "La fama cuesta", lo realmente bueno, a veces, también. Pensadlo.

Otto tuvo que tomar la decisión que le puso en las manos Ana en esta escena preciosa de "Los amantes del Círculo Polar" de Julio Medem

Esta noche te espero en mi cuarto, salta por la ventana ¡Valiente!

martes, 7 de octubre de 2014

El Decamerón. El Triunfo de la Muerte o el Triunfo de la Vida

Fragmento de El triunfo de la muerte de Bruegel El Viejo
El Triunfo de la Muerte (Fragmento). Bruegel El Viejo (Hacia 1562)   
       Se respira el miedo. Periódicamente, el mundo nos da una razón para temer, para pensar que en cualquier momento moriremos todos; a veces es la inminente llegada de un cometa destructor, otras el caótico e imprevisible fin del milenio o las funestas predicciones de un calendario ideado por los Mayas y, cada vez más a menudo, la llegada de un virus fulminante y horroroso que nos va a exterminar casi sin que nos de tiempo a reaccionar. Y olvidamos que somos casi indestructibles, que de puro malos no se nos puede aplastar, que no son las ratas como en la Edad Media las que propagan la temible Peste, nosotros somos ahora la Peste y el transmisor, todo junto, y que si alguien va a acabar con nosotros seremos nosotros mismos, algo que con mucha dedicación, trabajo y estupidez, vamos camino de conseguir. 

       Hay algo que no cambia cuando el miedo está en el aire, la necesidad de vivir provocada por la inminencia de la muerte. Si vamos a morir, disfrutemos primero de lo que más nos gusta, piensa el inconsciente venciendo a la reprimida consciencia. En eso se basaba El Decamerón, esa fantástica colección de cuentos escrita por Giovanni Boccaccio entre el 1351 y el 1353, que me viene a la mente ahora que el miedo al Ébola está a pie de calle, como lo estaba la Peste en la época de Boccaccio. Aunque no es del todo igual, ahora sabemos más del comportamiento de las enfermedades, de medicamentos y de higiene y en lugar de enredar a un dios castigador en las teorías sobre su origen, enredamos a gobiernos codiciosos e insensibles, tan odiosos en sus probables intrigas unos como inútiles otros en sus políticas absurdas para detener el peligro.

       Imagino el miedo que se debía sentir en aquella época oscura que fue la Edad Media, el irracional miedo a lo absolutamente devastador y extraño, ese mismo pánico tan intrínseco a nosotros al que recurre la cultura del Terror imaginando elementos tan ajenos al ser humano que no entendemos y por tanto no podemos combatir, porque si hay algo que nos da miedo es lo desconocido: alienígenas, zombies, monstruos, virus letales y novedosos.... ah, no, que de esto si sabemos y precisamente por eso nos asusta más ¿Qué pasaría por la cabeza de una persona en mitad de una Peste al ver morir a todos a su alrededor y saber que ese mismo destino probablemente llevaría su nombre en un tiempo breve, que con toda probabilidad pronto la carreta llena de cadáveres que acaba de pasar a su lado transportaría su propio cuerpo, que por más que quemase hierbas o rezase a sus dioses o intentase purgar sus pecados, lo más seguro es que le esperase la muerte? El Decamerón reafirma mi recurrente teoría de que la muerte es maestra que enseña a vivir y añade que el Amor en todas sus vertientes, es Vida.

       Esperemos que este miedo no vaya a más, como otros, pero para eso hará falta usar la inteligencia que algunos parecen no tener.

      Si os preguntáis por qué uso mayúsculas para nombrar algunas cosas como enfermedades el motivo es que para mí tienen una identidad tan propia que la merecen.

       Y para no perder la costumbre, aquí van algunos documentos gráficos. 

       Primero unas escenas de "Los Señores del Acero", de mi adorado Rutger Hauer y dirigida por Paul Verhoeven, película que aunque no lo creáis, para mí refleja bien la confusión que debía haber en esa época ante algunos acontecimientos.


       Y como postre, para distraer la mente de cosas trágicas, un poquito de cine clásico, "El Decamerón" de Pier Paolo Pasolini al completo

jueves, 18 de septiembre de 2014

Vivir antes de que la vida decida que hemos vivido bastante. El elogio de la sombra

El elogio de la sombra, Tanizaki. Un cofre, una bandeja de mesa baja, un anaquel de laca decorados con oro molido, pueden parecer llamativos, chillones, incluso vulgares; pero hagamos el siguiente experimento: dejemos el espacio que los rodea en una completa oscuridad, luego sustituyamos la luz solar o eléctrica por la luz de una única lámpara de aceite o de una vela, y veremos inmediatamente que esos llamativos objetos cobran profundidad, sobriedad y densidad
Fragmento de El elogio de la sombra de Junichiro Tanizaki (1933)
A veces pienso en la muerte. Siempre lo he hecho desde que tengo uso de razón, desde que era muy pequeña. Al principio, pensaba en ella como un horror físico, me aterraba la idea de la descomposición, de los gusanos, de lo que ocurría con el cuerpo después de morir. Nunca me dieron miedo los cadáveres recientes, ni los esqueletos, ni los fantasmas, ni siquiera de niña. Mi temor se circunscribía al horror material de lo que ocurría post mortem. Después, en la adolescencia y sus alrededores, las experiencias vividas y el convencimiento de que la solución a mi fobia pasaba por el fuego, me llevaron a pensar en ella como ausencia, como tristeza o como una forma de resolver los tormentos de algunas personas. Más adelante, la vida hizo que viese la muerte como el pozo más profundo, el dolor más brutal, el más intenso deseo cuando no se soporta la pena, cuando el único pensamiento es haber querido morir en lugar de otra persona. Es mentira que el tiempo cure o que haga olvidar, pero sí mitiga los daños y hace que se aprenda a convivir con las cicatrices, y mucho tiempo después, comprendí que, en realidad, la Muerte era una gran maestra, la mejor de todas. Con métodos crueles, enseña a disfrutar de la vida. Nadie sabe apreciar la felicidad como el que conoce la pena más desgarradora. Sin haber vivido lo peor, no se adquiere el sutil talento de gozar de los momentos en los que no se está sufriendo.

Partiendo de esto, se puede llegar a ver la muerte como complemento embellecedor de la vida, como una capa de sombra, de oscuridad, que hace resaltar ciertos momentos de la vida con brillo, como la luz de un candil destaca y convierte en joyas los detalles de una habitación que antes de encenderlo estaba completamente a oscuras. La muerte siempre subyace por debajo de la vida, es el destino de todo ser vivo y el pasado que pisamos en nuestro caminar, es la línea paralela en la que habitan los que ya nos dejaron. Por ello, es necesario saber convivir con ella, no hay que negarla, hay que conseguir aprender a iluminar su oscuridad con las luces perfectas para cada momento, que son, ni más ni menos, las cosas que nos hacen felices, no las que nos resultan cómodas, eso sería iluminar con una luz fría, inquietante y excesivamente blanca, como la de las carnicerías, no, hay que aprender a iluminar con una felicidad de luz cálida, acogedora, de la que de verdad nos hace brillar al reflejarse en nuestra piel, esa que prende nuestro cerebro, nuestro corazón y nuestra tripa. Huir de las falsas luces por vistosas que parezcan es fundamental, no son vida, son costumbre, rutina, monotonía, negación de lo creativo y de la belleza: muerte, en definitiva. Es fácil caer en ellas, son esos amores que denominamos así porque es lo correcto, aunque no nos hagan vibrar, esos trabajos que apagan nuestras ilusiones porque no nos gustan a pesar de que se consideren "buenos", esos amigos que dejaron de serlo cuando dejamos de querer pasar el tiempo a su lado. De todo se puede huir. Por difícil y doloroso que parezca, es mucho peor permanecer en una falsa felicidad que siempre va a impedir la existencia de una felicidad plena. Y si no se puede escapar, al menos hay que intentarlo, tener esperanza de poder hacer lo que nos guste, dar alas a los amores que nos vuelven locos, intentar hacer las cosas que nos llenan de alegría. No hay que olvidar que la maestra Muerte llega en cualquier momento y si algo no nos vamos a poder perdonar nunca es no haber intentado ser felices.

 La muerte como sombra y la vida como luz, es una idea a la que le doy muchas vueltas, a veces disfrazada de otros pensamientos y contrastes. Hace años, leí un ensayo delicioso de Junichiro Tanizaki titulado El elogio de la sombra en el que habla de este mismo concepto aplicado a la estética japonesa. Un libro pequeñito y exquisito en el que enseña que igual que en Occidente se aprecia el brillo por encima de todo, en Japón se aprecia la sombra como parte de la belleza de los espacios y los objetos, como un tamiz que hace más especial todo lo que pasa a través de su superficie. Al leerlo comprendí que yo era un poco japonesa en cuanto a mis gustos estéticos. Fue toda una revelación. Os aconsejo que lo leáis.

Otra foto del libro, por si os habéis quedado con ganas de más

El elogio de la sombra, Tanizaki.

Y os dejo con "Hasta que te tengas que ir" de Bruno Bonacorso como banda sonora


"Las cosas de luz hacen sombra"
(Sólo por esa frase perfecta, viene a cuento la canción)

martes, 9 de septiembre de 2014

Las palabras que no vas a decirme, esas son las duras de verdad


"Palabras" es uno de los poemas que puedes encontrar en #TeOdioComoNuncaQuiseANadie de LUIS RAMIRO, que puedes conseguir en: http://luisramiro.com/tienda.html
Palabras. Luis Ramiro. Del poemario "Te odio como nunca quise a nadie"
Estoy pensando en palabras, no en las que siguen su naturaleza comunicativa y se expresan, esas cumplen su función, están completas. Me refiero a las otras, a las que no se dicen, a las que se quedan guardadas en la mente o atrapadas en la lengua detrás de un muro de dientes, de miedo o de no saber. Y son muchas, casi tanto como las que se dicen y tan importantes o más que ellas. Algunas sólo las retenemos un tiempo prudencial, que siempre es demasiado, pero otras no las decimos nunca, se quedan enredadas entre pensamientos. Algunas veces permanecen allí para siempre, intactas, enquistadas, esas son las que duelen, al que las guarda y muchas veces también al que no las recibe. Suelen ser palabras de amor, confesiones no hechas, palabras importantes capaces de transformar vidas. Otras van mutando su sentido con el tiempo, pero se obstinan en quedarse porque un día fueron importantes. Estas pasan en su mayor parte a ser recuerdos y arrepentimientos por lo no vivido, si fueron cambiando es que no tenían el fuerte poder de transformación de las anteriores, pero igualmente suelen doler. 

Las palabras crean el mundo, lo definen, son la esencia de todo, son capaces de insuflar vida al Golem y de volver reales los pensamientos. Son extremadamente poderosas, por eso las brujas las usan en sus conjuros, por eso los poetas tienen algo de magos, por eso los escritores son demiurgos creadores aún sin ser la mayoría conscientes de su magia.

En realidad, todos somos creadores, construimos nuestro mundo y las relaciones con las personas a través de la comunicación. En función de lo que decimos, crecen las paredes y los elementos de esos lugares comunes que tenemos con cada miembro de nuestro entorno. De nada sirve pensar en alguien de un modo o de otro o sentir algo concreto si no lo decimos. Podemos pasar años amando a alguien sin que lo sepa o podría ocurrir que fuese un sentimiento compartido y que nunca llegue a nada por miedo a hablar, por inseguridad, por idiotez. Ocurre, os lo aseguro. También podemos guardarnos algo que nos ha dolido de otra persona y por no comentarlo a tiempo, por no explicarlo, acabar creando un monstruo. No es sano y todos lo hacemos aunque es semilla de infelicidad. Sobra decir que es necesario expresar las cosas buenas que se piensan aunque creamos que son poco importantes, llevan felicidad y eso nunca sobra.Y no nos olvidemos del mal, las palabras también están a su servicio, cuidado con ellas.

Esperar que te digan algo cuando tú no eres capaz de decirlo es egoísta, pero no presupongáis siempre maldad en ello, suele ser una incapacidad. A mi me cuesta casi más decir las cosas buenas que las malas, soy consciente del problema y trato de enfrentarme a ello. La vida me enseñó con su brutalidad que hay cosas que es mejor decir antes de que sea tarde y si de algo estoy orgullosa es de un último "te quiero" que dije a tiempo. Mis amigos me enseñaron que no vale con querer, que hay que expresarlo, que ser distante puede hacer daño a los demás, que no valen los abrazos "en defensa propia" ni el presuponer que los demás lo tienen que saber todo sin decirlo. Yo, siempre despistada, nunca había caído en la cuenta y se lo agradezco, pero me sigue costando. No es un no sentir, es un no saber decirlo.

Nunca olvidéis que las palabras que no decís ahora, puede que no las digáis nunca. La gente muere, se aleja, desaparece, se borra...


Iván Ferreiro habla de palabras y de la necesidad de contar en la perfecta "Solaris". Os pongo un fragmento de la letra, pero escuchadla entera. Es amor.


Vivo esperando siempre que tú me cuentes 
Que estoy adentro de lo que sientes 
Vivo esperando siempre que tú me cuentes 
Que estoy adentro de lo que sientes 

Dicen que las palabras que se abandonan 
No son de nadie no son de nadie


* El libro de poemas de Luis Ramiro "Te odio como nunca quise a nadie" podéis comprarlo desde cualquier lugar del mundo en este enlace: http://luisramiro.com/tienda.html #TeOdioComoNuncaQuiseANadie

#LuisRamiro #IvánFerreiro

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martes, 15 de julio de 2014

A veces me gustaría ser física para entender el tiempo

Big Bang Theory La Máquina del Tiempo
Escena de Big Bang Theory con La Máquina del Tiempo
A veces me gustaría ser física para entender el tiempo. Y por eso, para jugar con el tiempo, hoy escribo en rigurosísimo presente, según lo pienso os cuento lo que me ronda por la cabeza, en un intento de abstraerme del pasado y del futuro, como si estuviese dentro de una campana de cristal de las que se usan para aislar los experimentos del medio ambiente. Esto, obviamente, no es posible hacerlo. Si en realidad el tiempo existe, correrá por mucho que me empeñe en pararlo, si no existe, no se puede guardar lo que no es, si es circular, realmente no tendrá ninguna importancia todo esto y si retorna eternamente, en su volver a ocurrir habrá un momento en el que aún no lo haya aislado y por tanto será libre. Y aun así, lo intento. Es parecido a empeñarse en resolver un juego paradójico, un puzle sin solución, una de esas ecuaciones que los matemáticos intentan una y otra vez despejar. Intentar comprenderlo es un juego irresistible para la mente, el mejor de los rompecabezas.

Siempre me ha gustado mucho la Antropología y creo que el conocer características de otras culturas hace que se abra la visión acerca de la realidad. A veces pienso que en el fondo nuestro mundo no es más que una creación nuestra y somos nosotros los que lo construimos formulando teorías o definiendo términos de forma más o menos exhaustiva en función de nuestras capacidades. Es fácil pasar por alto lo que no estamos predispuestos a ver porque ignoramos su existencia o porque no queremos admitirla, ya se sabe que no hay mayor ciego que el que no quiere ver. Por ejemplo, para un pintor existen muchísimos más colores que para el que no lo es, puede que sea porque tiene la capacidad de distinguir mejor los tonos o porque esté acostumbrado a analizarlos minuciosamente o, en el mejor de los casos, por ambos motivos. Con la música pasa lo mismo, un músico o un melómano distinguen miles de matices más que el resto de la gente. Sí, creo en las capacidades innatas para las distintas Artes, también creo que pueden aprenderse las técnicas, pero con la genialidad, duende o como se quiera llamar, se nace, aunque el que se potencie o no dependa de la historia personal. Volviendo al tema del tiempo, no en todas las culturas ni en todas las épocas se ha entendido de la misma manera. Básicamente y abstrayéndonos de la multitud de teorías en torno a esto, hay dos formas de concebir el tiempo: lineal y circular. La lineal es la nuestra, pasado, presente y futuro, un transcurrir de la vida que puede llevar por caminos muy diversos, no todo está predeterminado. La circular es cíclica, suele ser propia de sociedades primitivas por estar muy ligadas a los ciclos de la Naturaleza, el tiempo no tiene demasiada importancia, viene definido por las estaciones, la vida es un continuo hacer lo mismo en ciclos. Luego está la Teoría del Eterno Retorno, que para no ponerme pesada ni entrar en temas filosóficos, resumiré con un ejemplo por todos conocidos, La Historia Interminable. Hay mucho más en torno a esto, pero a mí me resulta especialmente fascinante una tribu que vive al margen del tiempo, los amazónicos Amondawa. Son tan especiales que no tienen tiempo porque no tienen términos para definirlo o no tienen términos para definirlo porque no conciben el tiempo, según se mire, es como lo del huevo y la gallina. Parece ser que no entienden el tiempo como algo ajeno a lo que en él ocurre, son los eventos y su orden los que conforman una trayectoria temporal sin nombre. ¿Y qué me decís de las últimas teorías planteadas por los físicos? Cada vez parece más real entender como posibles los viajes en el tiempo, aunque sea de átomos o partículas. Como decía al principio de este texto, a veces me gustaría ser física para entender el tiempo. También me gustaría ser etérea para nadar entre dimensiones, si se me permite el juego de palabras.

Lo que si está claro es que, digan lo que digan los sabios, el tiempo es inconsistente, escurridizo, blando como el blandiblú y elástico como una goma ¿Cómo se explica si no que a veces los minutos sean eternos y otras apenas nos de tiempo a apreciarlos?

No podía faltar si se habla del tiempo en este blog este fragmento de "A través del espejo y lo que Alicia encontró allí" de Lewis Carroll
-Pero ¿cómo? ¡Si parece que hemos estado bajo este árbol todo el tiempo! ¡Todo está igual que antes!
-¡Pues claro que sí! -convino la Reina-. Y ¿cómo si no?
-Bueno, lo que es en mi país -aclaró Alicia, jadeando aún bastante- cuando se corre tan rápido como lo hemos estado haciendo y durante algún tiempo, se suele llegar a alguna otra parte...
-¡Un país bastante lento! -replicó la Reina-. Lo que es aquí, como ves, hace falta correr todo cuanto una pueda para permanecer en el mismo sitio. Si se quiere llegar a otra parte hay que correr por lo menos dos veces más rápido.
Creo que es el momento de releer la “Historia de la Eternidad”del maestro Borges.

Perdonad los posibles errores en las explicaciones, la culpa es del afán de presente y de la ignorancia en cuanto a algunos temas que apenas puedo esbozar pero no me resisto a pensar

Y la canción de hoy tiene que ser sí o sí "Never Ending Story" de Limahl


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jueves, 3 de julio de 2014

Suena la música, suenan los planetas, suenan las voces

Pitágoras. La armonía de las esferas

      Cuenta la leyenda que Pitágoras podía escuchar la silenciosa música que producen los planetas en su recorrido. Él fue el que definió el universo como un "cosmos" en el que los planetas al describir sus órbitas emitían unos sonidos o notas musicales que compondrían lo que denominó La Armonía de las Esferas. Tal y como él lo veía, el mundo en su totalidad estaba compuesto por números y la armonía sería la proporción entre las partes y el todo. Quizás su teoría de la música celestial sea más bella que exacta, pero que sus amadas matemáticas gobiernan el mundo de la Música y del Arte es una realidad.

      La NASA, con ayuda de las sondas espaciales Voyager-1 y 2 consiguió grabar los sonidos de los planetas del Sistema Solar. En el vacío no hay sonido, pero aquí os explican el proceso. A mi el resultado me impresiona mucho, me fascina escucharlo. Aquí debajo os pongo el ejemplo de Saturno, en el enlace, además de la explicación, tenéis el resto: https://sites.google.com/site/sinfoniadelosplanetas/


      Últimamente, algunas coincidencias me han hecho pensar en los sonidos y en la forma en que interactúan con los seres vivos. No puedo hablar de una forma científica sobre este tema porque ni tengo los conocimientos necesarios ni las ganas de investigar en este momento, aunque tarde o temprano la curiosidad me llevará a ello, por eso sólo hablo sobre mi propia forma de percibirlos y para mí, hay sonidos que además de escucharse, se sienten. ¿Habéis escuchado alguna vez un cuenco tibetano o cuenco cantor? Son cuencos hechos de forma artesanal con una aleación de siete metales, la plata, el oro, el mercurio, el estaño, el plomo, el cobre y el hierro y se tocan golpeándolos como una campana o recorriendo su superficie con una vara de madera pulida. Hace poco me reencontré con el mío y recordé la primera vez que escuché uno y lo maravillada que me quedé al notar su música vibrando dentro de mi cuerpo, fue algo casi místico. Si lo toca uno mismo es una sensación intensa, pero si es otra persona la que toca para ti y te puedes dejar llevar es una maravilla. Las ondas vibrantes de la música de los cuencos tibetanos se entremezclan de alguna manera con la carne, con la sangre, con el agua, con el cuerpo entero. La música se enreda en cada parte, hace dibujos en la piel, te cosquillea por dentro. Probadlo, es pura relajación.

      Si lo pensáis bien, tiene cierta lógica si tenemos en cuenta que las vibraciones de sonido forman patrones geométricos en un puñado de sal esparcido sobre una placa de metal que cambian según la frecuencia. Si tienen ese efecto en la sal ¿por qué no van a tener efecto en las personas? Mirad este vídeo, los dibujos que se forman con la vibración unen de forma preciosa y precisa matemáticas, armonía y música.


      No sólo pienso que la música afecta a los seres vivos, lo pienso también de las voces, que al fin y al cabo son otra forma de sonido, Para mí, son muy importantes, igual que me pasa con los olores, hasta el punto de que me inquieta terriblemente no recordar como habla una persona o su olor, algo que, por suerte, no suele ocurrirme mucho. Hay voces que me gustan simplemente por ser la voz de alguien a quien quiero, o por ser voces que están conmigo desde siempre y escucharlas es como estar en casa, otras me gustan porque su acento me lleva a lugares que amo, como ocurre con las voces gallegas, otras me reconfortan, otras me son atractivas como las voces masculinas profundas, otras me ponen nerviosa y me erizo como un gato al escucharlas, algunas, simplemente, no me gustan, otras me hipnotizan y luego están las voces de hombre que se me meten dentro, las que me dan la vuelta, las que me hacen vibrar, las que hablan directamente con mis entrañas. Esas son peligrosas, me revuelven los sentidos y, en los casos más graves, los sentimientos ¿Y qué ocurre si cumplen varias de las características que me gustan? ¿Y si además cantan? En ese caso, crean adicción y tentación y yo soy de la opinión de que las tentaciones están hechas para caer en ellas lo más rápidamente posible. A esta conclusión llegué porque mientras rondaba por mi cabeza lo que os contaba más arriba de los sonidos, me encontré con el dueño de una voz a la que en su momento no pude resistirme y que sigue siendo un placer escuchar. Más allá de lo que diga, más allá de lo que cante, más allá de las circunstancias, más allá del pasado, más allá del hombre, su voz sola, aislada de cualquier contexto, siempre me va a gustar. ¿Será que la voz es una estrategia de la Naturaleza para unir a las personas como lo son las feromonas? Yo creo que sí.

      Como remate una de mis voces perturbadoras preferidas, la de Luis Tosar, que además de buen actor, es cantante en Di Elas. Hay muchas más voces que se me hacen irresistibles, pero no daré nombres porque algunas son muy cercanas a mi y otras en la teoría de los Seis Grados de separación no llegarían ni al 1 y quién sabe quién puede llegar a leer estas palabras

jueves, 5 de junio de 2014

Nada ni nadie está a salvo en los tiempos de la inquietud

Corriente de agua en Ezaro, A Coruña, Costa da Morte, Río Xallas

Se me ha olvidado dormir. No es raro, me ocurre a menudo que me olvido de cómo se hace. Me acuesto, leo un rato, apago la luz y lo intento. Nada. Vuelvo a encender la luz, leo durante horas, apago la luz y al no dar con la clave que desconecta el cerebro, dejo que la mente fluya. En ese fluir surgen ideas, sueños despiertos, diálogos internos y se reactivan los recuerdos. Entonces llega la nostalgia, que a veces es buena porque me hace recordar quien fui, las raíces de lo que soy, pero otras veces es demoledora. En esos momentos, pienso que me he olvidado de mi misma, que ya no hago muchas de las cosas que me gustan, esas en las que me reconozco, que hace mucho que no veo la mayoría de mis películas y series fetiche, las que siempre han estado ahí, las que de verdad me llegan, las que casi nunca ponen en la TV y por ello no veo en un descuidado cambiar de canales, que si no pongo los DVDs no las veré de casualidad. Y caigo en la cuenta de que no voy a todas las exposiciones que me gustaría, que no devoro el Arte como hacía antes, que olvidé mi corazón de prehistoriadora, que casi nunca saco tiempo para crear cosas con mis manos, que tengo olvidadas mis maderas, mis lanas, mis papeles, mis pinturas y hasta los cuadernos. Quedan los libros, a ellos no los abandono nunca, los leo de vez en cuando, enteros o por fragmentos, siempre están ahí. Y el capturar mi forma de ver el mundo en fotos que no sé hacer bien pero que adoro. Ellos me salvan de ahogarme del todo. En ese fluir de pensamientos, me doy cuenta también de que además del sueño he perdido la inspiración y no la encuentro por más que me recorro por dentro y me entran unas ganas terribles de huir, de perderme por la playa o por el campo con un trozo de madera, una cuchilla y un cuaderno y tallar y escribir y pensar, buscar la soledad para divagar y el hacer cosas con las manos para concentrarme. Con esos pensamientos me despierto aún más, pero trato de sacar provecho del insomnio y escribo un rato y me digo a mí misma que no importa, que siempre he sido nocturna y que ya dormiré cuando sea. Con el paso de los días, pierdo la coherencia. Es cierto lo que cuentan, el cerebro no funciona igual de bien cuando no descansa. Pero todo llega a su fin y, de repente, una noche recuerdo como se hace, toco el resorte del sueño y consigo dormir. Nunca demasiadas horas ni demasiado bien, lo suficiente para disfrutar de la bendición que es soñar. Y es que yo cuando sueño lo hago con mucha intensidad y se produce un cataclismo que remueve todo. Y al despertar quiero cambios, todo tipo de cambios, me doy cuenta de que nada ni nadie está a salvo en los tiempos de la inquietud, se me revuelven las aguas y durante unos días mi cerebro es un bullir de caos creativo, de frenético y enfermizo caos que me hace olvidar que al cabo de un tiempo todo se volverá a repetir, que retornará el aburrimiento, que volveré a perder la ilusión, que se irá el sueño y los sueños con él.

Y como final, un fragmento de Los Sueños de Akira Kurosawa: No está subtitulado, pero la belleza está sobre todo en las imágenes. Si no la habéis visto, tenéis que hacerlo. Es una de las mejores películas de la Historia del cine


#Sueños #AkiraKurosawa

domingo, 1 de junio de 2014

De repente, sin itinerario, como un impulso eléctrico, como la palabra precisa, la sonrisa perfecta o la chispa adecuada

Carmelo Gómez, Enma Suárez y Nancho Novo en La Ardilla Roja

Existen momentos que marcan vidas. De repente, alguien se cruza en tu historia o te mira de una forma especial y te vuelve del revés. Los planetas se detienen, silencian su música y el mundo entero cambia. Son unos segundos, pero son para siempre.

He estado pensando en esos detalles precisos en los que cambiamos la percepción que teníamos de alguien o creamos un “nuestro” donde antes no había nada, esos momentos que hacen única nuestra relación con otra persona. Hablo del instante en el que empezamos a ver a alguien de forma diferente. Pensadlo, ¿Podéis recordar la sonrisa concreta que hizo que vuestro corazón diese un vuelco? ¿Esa palabra dicha en el momento justo que lo cambió todo? ¿Quizás esa mirada que os dejó sin habla? ¿Ese segundo en que empezasteis a ver a un amigo de otra forma? ¿La primera conversación? En el mundo del otro lado del espejo tenemos la teoría de que los amores que de verdad marcan, sean consumados o no, son los que podemos retrotraer hasta ese momento en el que nuestro cerebro colapsó por culpa de esa otra persona, mucho más si fue un momento compartido, pero no es imprescindible. En otros tipos de relaciones interpersonales ocurre algo muy similar, en el fondo es un detectar corrientes de atracción, de simpatía o de afinidad, pero la teoría es más precisa si hablamos de amor, no pidáis números ni cantidades, hay cosas que no se pueden ni se deben medir, lo que sí sabemos los habitantes del espejo es que si el reconocimiento es compartido, las endorfinas hacen una fiesta y se anudan hilos invisibles entre los individuos implicados que casi nunca se rompen, se estiran cuanto sea necesario si se alejan, pero siempre suelen permanecer.

¿Empezáis ya a recordar algún momento de vuestra vida en el que hayáis sentido algo así? Momentos como girar la cabeza para mirar con disimulo a esa persona de la que tanto has oído hablar, encontrar una sonrisa capaz de derretir piedras preparada solo para ti y notar que en ese momento se tiende un hilo entre ambos que impide que os separéis en la multitud. Aparecer un hombre que nunca has visto y sentir un cierto desasosiego, una inquietud , un darse cuenta de todo lo que no es perfecto y al segundo ver que todas esas mismas cosas se vuelven perfectas de repente con una mirada, sentir entonces el hilo anudándose en tus pupilas que para siempre van a querer bucear en las suyas. Que un día cualquiera, al contacto de la mano de un amigo o con un entretenerse los ojos sientas una corriente eléctrica, te tiemblen las piernas y se desaten los nudos de la amistad para atarse los del deseo. Una palabra precisa en un camerino lleno de gente, una canción cantada para una sola persona que ata más que una cuerda. Un comentario escrito que se transforma en el hilo que hace bailar una peonza hecha de mil cosas acumuladas en el tiempo y que de ese girar loco surja otra forma de sentirse. Un cruzarse de repente con alguien absolutamente inesperado y que te mire, te sonría y te salude y luego te mire a escondidas y te sonría mucho más si le descubres y notar como se forma un nudo en una parte escondida del cerebro donde bailan juntos la alegría y un toquecito de vanidad. Un comunicarse sin voz con un artista desconocido con el que no compartes idioma y atar nudos con pinceles y risas. Se podría poner mil ejemplos más, reales e inventados, pero a estas alturas ya deberíais saber bien de qué hablamos. Actualmente, estamos trabajando en la comprobación de si los hilos se crean en el instante preciso o si preexisten esperando la conexión que los ate. También investigamos si a veces funcionan dentro de los sueños, creemos que sí, pero aún está por ver.

 Pensad en vuestros hilos, es casi seguro que los tenéis, está demostrado que algunas de las leyes que ordenan el mundo del espejo pueden exportarse al mundo normal, es posible (y probable) que esta sea una de ellas, aquí, donde vuestra realidad es extraña, nunca estamos seguros de nada.

Si habéis visto "La Ardilla Roja" de Julio Medem, entenderéis esta escena y el motivo de que os la ponga para ilustrar este texto. Lamento la calidad del vídeo, no lo encontré mejor


Y como banda sonora, no se me ocurre nada más perfecto que "Eléctrico" de Supersubmarina

"...Algo giró en mi barriga, 
la fricción me provocó.
Algo que no podré explicar, 
algo parecido a una descarga, 
algo parecido a un huracán...

...Como un impulso eléctrico, eléctrico, eléctrico...

...Porque me temblaron las entrañas...."


Pd: El título del post, como muchos habréis notado, es una unión alocada de palabras geniales de Iván Ferreiro, Silvio Rodríguez, Bunbury y Supersubmarina. A veces las mezclas imposibles saben bien.

Pd2: El día después de escribir esto, vi que alguien compartió esto en Facebook: http://elacorazado.com.mx/la-leyenda-del-hilo-rojo/. Desde entonces me siento menos loca
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