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jueves, 3 de julio de 2014

Suena la música, suenan los planetas, suenan las voces

Pitágoras. La armonía de las esferas

      Cuenta la leyenda que Pitágoras podía escuchar la silenciosa música que producen los planetas en su recorrido. Él fue el que definió el universo como un "cosmos" en el que los planetas al describir sus órbitas emitían unos sonidos o notas musicales que compondrían lo que denominó La Armonía de las Esferas. Tal y como él lo veía, el mundo en su totalidad estaba compuesto por números y la armonía sería la proporción entre las partes y el todo. Quizás su teoría de la música celestial sea más bella que exacta, pero que sus amadas matemáticas gobiernan el mundo de la Música y del Arte es una realidad.

      La NASA, con ayuda de las sondas espaciales Voyager-1 y 2 consiguió grabar los sonidos de los planetas del Sistema Solar. En el vacío no hay sonido, pero aquí os explican el proceso. A mi el resultado me impresiona mucho, me fascina escucharlo. Aquí debajo os pongo el ejemplo de Saturno, en el enlace, además de la explicación, tenéis el resto: https://sites.google.com/site/sinfoniadelosplanetas/


      Últimamente, algunas coincidencias me han hecho pensar en los sonidos y en la forma en que interactúan con los seres vivos. No puedo hablar de una forma científica sobre este tema porque ni tengo los conocimientos necesarios ni las ganas de investigar en este momento, aunque tarde o temprano la curiosidad me llevará a ello, por eso sólo hablo sobre mi propia forma de percibirlos y para mí, hay sonidos que además de escucharse, se sienten. ¿Habéis escuchado alguna vez un cuenco tibetano o cuenco cantor? Son cuencos hechos de forma artesanal con una aleación de siete metales, la plata, el oro, el mercurio, el estaño, el plomo, el cobre y el hierro y se tocan golpeándolos como una campana o recorriendo su superficie con una vara de madera pulida. Hace poco me reencontré con el mío y recordé la primera vez que escuché uno y lo maravillada que me quedé al notar su música vibrando dentro de mi cuerpo, fue algo casi místico. Si lo toca uno mismo es una sensación intensa, pero si es otra persona la que toca para ti y te puedes dejar llevar es una maravilla. Las ondas vibrantes de la música de los cuencos tibetanos se entremezclan de alguna manera con la carne, con la sangre, con el agua, con el cuerpo entero. La música se enreda en cada parte, hace dibujos en la piel, te cosquillea por dentro. Probadlo, es pura relajación.

      Si lo pensáis bien, tiene cierta lógica si tenemos en cuenta que las vibraciones de sonido forman patrones geométricos en un puñado de sal esparcido sobre una placa de metal que cambian según la frecuencia. Si tienen ese efecto en la sal ¿por qué no van a tener efecto en las personas? Mirad este vídeo, los dibujos que se forman con la vibración unen de forma preciosa y precisa matemáticas, armonía y música.


      No sólo pienso que la música afecta a los seres vivos, lo pienso también de las voces, que al fin y al cabo son otra forma de sonido, Para mí, son muy importantes, igual que me pasa con los olores, hasta el punto de que me inquieta terriblemente no recordar como habla una persona o su olor, algo que, por suerte, no suele ocurrirme mucho. Hay voces que me gustan simplemente por ser la voz de alguien a quien quiero, o por ser voces que están conmigo desde siempre y escucharlas es como estar en casa, otras me gustan porque su acento me lleva a lugares que amo, como ocurre con las voces gallegas, otras me reconfortan, otras me son atractivas como las voces masculinas profundas, otras me ponen nerviosa y me erizo como un gato al escucharlas, algunas, simplemente, no me gustan, otras me hipnotizan y luego están las voces de hombre que se me meten dentro, las que me dan la vuelta, las que me hacen vibrar, las que hablan directamente con mis entrañas. Esas son peligrosas, me revuelven los sentidos y, en los casos más graves, los sentimientos ¿Y qué ocurre si cumplen varias de las características que me gustan? ¿Y si además cantan? En ese caso, crean adicción y tentación y yo soy de la opinión de que las tentaciones están hechas para caer en ellas lo más rápidamente posible. A esta conclusión llegué porque mientras rondaba por mi cabeza lo que os contaba más arriba de los sonidos, me encontré con el dueño de una voz a la que en su momento no pude resistirme y que sigue siendo un placer escuchar. Más allá de lo que diga, más allá de lo que cante, más allá de las circunstancias, más allá del pasado, más allá del hombre, su voz sola, aislada de cualquier contexto, siempre me va a gustar. ¿Será que la voz es una estrategia de la Naturaleza para unir a las personas como lo son las feromonas? Yo creo que sí.

      Como remate una de mis voces perturbadoras preferidas, la de Luis Tosar, que además de buen actor, es cantante en Di Elas. Hay muchas más voces que se me hacen irresistibles, pero no daré nombres porque algunas son muy cercanas a mi y otras en la teoría de los Seis Grados de separación no llegarían ni al 1 y quién sabe quién puede llegar a leer estas palabras

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