Anoche la Luna llena estaba tan salvaje que no me dejaba dormir y tuve que beberme a cucharadas la luz que derramaba por mi ventana. Desde su lugar entre mundos, los pájaros negros de la noche cantaban siniestros ecos que no eran reflejo de ningún sonido conocido. Por eso no conseguí seguir su rastro y comerme su negrura para contrastar la luz que emanaba de mi piel.
Anoche mi cabeza albergaba galaxias, laberintos y mil historias hechas con retazos de desvaríos.
Anoche, por no comerte a ti, me bebí la Luna
Hoy Selene está algo más oscura y yo siento ríos de luz recorriendo mis venas, aunque nadie pueda verlos detrás de mi vestido de noche nueva.
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Hoy la noche tiene una inquietante tranquilidad, como de presagios extraños o de previsión de sueños revueltos. En esta noche sin Luna, los hombres lobo andan callados, meditando sobre sus vidas, los vampiros sollozan su soledad y los fantasmas se dejan llevar por vientos cambiantes. En un paisaje absurdo junto al cementerio, un circo ofrece su espectáculo a muertos y no vivos, los murciélagos planean en vuelo rasante sobre los recuerdos, los gatos deambulan con un plan en su mente y los perros enmudecen. En esta noche extraña, una mujer con estrellas en los ojos mira por la ventana, escribe, añora, anhela y piensa.