lunes, 9 de abril de 2018

Reina en el Mundo de las pesadillas. Cartel adelanto.

Falta muy poquito para que mi novela Reina en el mundo de las pesadillas, ilustrada por Jorge del Oro y con prólogo de María Zaragoza, vea la luz. Para ir abriéndole las puertas, en Ediciones Vernacci han hecho este cartel tan bonito.


Desde la editorial lo cuentan así:

"...habla del mundo de los sueños, de la muerte, de mitología, de monstruos, de peluches, de otros tiempos, otros mundos; de un «te quiero» entre desconocidos y el jardín de una mujer poderosa. 𝘙𝘦𝘪𝘯𝘢 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰 𝘥𝘦 𝘭𝘢𝘴 𝘱𝘦𝘴𝘢𝘥𝘪𝘭𝘭𝘢𝘴 es la primera novela de Mar Goizueta, y vendrá ilustrada por Jorge del Oro. Como dice María Zaragoza en su proemio (porque estamos ante un poema épico sobre el mundo de las pesadillas): «No me gusta escribir prólogos y suelo decir que no, lo confieso ahora, al borde mismo de terminar éste, pero Mar Goizueta me convenció por curiosidad. La curiosidad matará mi alma de gato algún día, pero no hoy: hoy quería saber qué construiría esta autora en su primera novela corta, qué sería capaz de crear y de contar porque su universo —basta con conocerla un poco o leer su blog de vez en cuando—, es un universo compuesto de originalidad y melancolía, de oscuridad y nostalgia, pero también de belleza y esperanzas nuevas. No, no me ha matado la curiosidad esta vez porque debo decir que me ha sabido a poco». Quedan pocas pinceladas para que podáis disfrutar esta dulce pesadilla."

Más información y pistas sobre Reina en el mundo de las pesadillas en su página de Facebook y en www.edicionesvernacci.com


domingo, 25 de febrero de 2018

"Donde habitan androides y monstruos". Antología solidaria.


Sergio es un pequeño que sólo teme a un monstruo: una enfermedad rara y degenerativa llamada distrofia muscular de cintura que limita su movilidad. Para enfrentarse a ello y poder vivir todas las aventuras que le esperan en su vida, necesita una silla que le permita llegar hasta donde su cuerpo no puede llegar por sí mismo.

Athman M Charles nos ha reunido a diecisiete autores en una antología solidaria de cuentos de ciencia ficción y terror editada por La Pastilla Roja Ediciones, llamada Donde habitan androides y monstruos, cuya recaudación estará destinada íntegramente a ayudar a Sergio.

Los autores que participamos somos:

Prólogo, por Sergio de la Fuente.
Entrevista, de Cristina Jurado.
Mary Jane, de Daniel Gutiérrez.
El último paseo por el valle inquietante, de Mar Goizueta.
Casi como hermanos, de Pily Barba.
Sari vuelve a la guerra, de M.J. Sánchez.
Tic Tac, de Pepa Mayo Osorio.
La pregunta, de Luis Martínez Vallés.
Hoy tampoco es tu día, de Sergio Moreno Montes.
Salto al vacío, de José Antonio Campos (Toluuuu).
El misterio de la creación, de Carlos Sisí.
Veinticinco de enero, de Álex Puerta.
Aquelarre, de Nuria C. Botey.
Another Chance, de Adriana LS Swift.
Náufrago en el océano del cambio, de Ramón San Miguel.
Candy Candy, de Claudio Cerdán.
El gran hombre, de David Gambero.
Sombras, de Javier Quevedo Puchal.

Nosotros hemos puesto nuestro granito de arena, ahora te necesitamos también a ti. La antología está disponible en estas dos plataformas a un precio que hará que no te cueste nada colaborar:

Lektu: https://lektu.com/l/la-pastilla-roja-ediciones/donde-habitan-androides-y-monstruos/8602
Amazon: https://www.amazon.es/Donde-habitan-androides-y-monstruos-ebook/dp/B079SGJDQR

No olvides compartir, a ver si entre todos lo conseguimos. Gracias.

jueves, 22 de febrero de 2018

El año nuevo de los árboles, de David Aliaga



Dance me to your beauty with a burning violin
Dance me through the panic till I'm gathered safely in
(Leonard Cohen, “Dance me to the end of love”)

Decía Leonard Cohen que lo importante no es que se conozca la semilla que dio origen a una canción, sino que el lenguaje utilizado provenga de un recurso apasionado. Por eso una hermosa canción de amor puede tener su origen en algo tan escalofriante como la belleza de un cuarteto de cuerdas sonando junto al crematorio en un campo de concentración.
Acabo de leer El año nuevo de los árboles de David Aliaga y aún tengo pegado en el paladar el sabor seco y ahumado de la ceniza, la amargura nostálgica de los frutos dulces de un árbol que no es mío, pero que podría serlo porque conozco el sabor de las almendras buenas tan bien como el de las malas, porque ambos son parte de la vida, como la tristeza, la alegría o las raíces que nos sustentan. Y es que Aliaga hurga en su interior, saca las pasiones que le arden por dentro, sus penas, su rabia y su búsqueda de una identidad que va más allá de la que conoce y con ellas crea historias que son suyas y también de otros, de los demás ―imaginarios o no―, de nosotros mismos.
Son sus relatos fragmentos de vida atravesados de tristeza, de ojos de cristal que miran a un infinito perdido en la Historia y la cotidianeidad, de huellas dejadas en un camino hecho de guerras, holocaustos y pies pisando los restos de una Europa sufriente, huyendo de sí mismos. Ojos que cuando miran a su lado encuentran al compañero, al amigo, al familiar y lo miran con ternura, con comprensión, con amor o con odio, siempre observando lo que oculta la mera existencia del día al día. Traspasan la piel y lo ven por dentro: lo que siente, lo que teme, lo que ama.
Es capaz, el autor de convertirnos por un momento en los personajes de sus historias, de hacernos sentir lo que sienten ellos. Nos hace paladear su tristeza o su esperanza, y lo consigue con un lenguaje hermoso, preciso y elegante, con esa intimidad a la que sólo se llega con unas pinceladas de poesía. Y todo comienza ya desde el título, que refleja un bello precepto de la tradición judía acerca de la fecha de germinación de los árboles.
Muere un árbol y con él morimos nosotros, por eso hay que matar los parásitos, morderlos si hace falta para salvar la vida, conocer los fantasmas para vencerlos, no olvidar los errores para no repetirlos. Sólo hay un camino para ser: conocerse. Eso, entre otras cosas, nos enseña Aliaga al compartir con nosotros su esencia en forma de los relatos cortos que reúne este libro, que viene envuelto en una preciosa edición y que complementa, aunque no necesita de él, a otro volumen anterior titulado Y no me llamaré más Jacob, que ahora reedita también Sapere Aude.


*Y para escuchar mientras: "Dance me to the end of love" de Leonard Cohen


domingo, 4 de febrero de 2018

El oso y yo


El oso y yo no nos miramos, aunque queramos hacerlo. Nos perturba la posibilidad de averiguar quién es real y quién es producto de la imaginación del otro. O si ninguno de los dos existe.

Las noches que oscilan entre el insomnio y los viajes a ese otro lugar alimentan a los monstruos, que crecen y se vuelven consistentes entre canciones que arrastran belleza y lágrimas. La imaginación puede a la razón, las palabras coherentes se extinguen y las barreras de la lógica se difuminan. El destino es un traidor que juega con todos nosotros, un maldito traidor de dientes afilados, una bestia caprichosa que disfruta manejando nuestros hilos, un loco que a veces parece ser amable y al instante siguiente se recrea en el caos que crea con apenas un soplido.

Hay días que me hace falta pisar con fuerza un mundo y, sin poder evitarlo, mis pies bailan en otro. Días que no sé bien quién soy o si en realidad no soy y me difuminaré en la nada cuando alguien abra los ojos. Como el oso.


jueves, 4 de enero de 2018

Adiós, 2017

"Mannequin with a bird cage over her head" (1938-66). Man Ray.
2017 ha sido un año maestro. Uno de esos que enseñan que el miedo no se acaba nunca, que siempre hay uno nuevo para sustituir al que se mitiga, que lo que importa es lo que importa y lo demás es secundario y que la mierda siempre será el mejor abono para las flores.
También me ha enseñado que sacrificar las ansias de poner las cosas en su sitio en un intento de no perjudicar a gente querida, ha sido mucho peor que no hacerlo. Ahora veo desde detrás del cristal los engaños que se repiten, las ilusiones que se pisotean, el despliegue de sonrisas que esconden dientes podridos para vender sueños que se guardarán en el cajón de las promesas olvidadas. Humo vendido con la pericia de años de práctica: regálame tu trabajo, tu tiempo, tu sangre. Y a cambio, nada, el prestigio invisible. No hay dinero, todas estas cosas son gratis: coches, casas, viajes... Lo veo a cámara lenta: los labios formando las palabras falsas, el aliento de la mentira oliendo a veneno. No sabéis la mayoría lo bien que lo conozco, lo mucho que luché por limpiar todo eso.
Con el paso de los meses, he descubierto que ha sido mejor, que yo también estaba metida en una jaula de promesas, encerrada para que no pudiese volar, por si acaso brillaba más que la estrella del show. He perdido casi tres años de sueños y miles y miles de horas de trabajo, pero ahora no hay barrotes que me paren.
Y sí, como decía antes, de la mierda surgieron cosas buenas que irán floreciendo. Unas ya lo han hecho y cada vez son más grandes y hermosas y otras van más lentas, pero llegarán a tocar el cielo como alubias mágicas. Y treparé por ellas. Vaya si lo haré.
Bienvenido, 2018. Espero que te portes bien. Ya me toca.

jueves, 9 de noviembre de 2017

De reflejos, fuego, agua y anocheceres


Olvidamos observar la llegada de la noche, esos minutos, mucho más veloces que el resto de minutos del día, en los que todo cambia. En la contemplación de ese proceso nos reconciliamos con el animal que somos y a menudo negamos. Nos volvemos más reales al ver encenderse las llamas en el cielo para instantes después disolverse en la oscuridad y, si estamos atentos a nuestro ser, podemos sentir el cambio en la percepción del entorno, la necesidad de morir con el día para renacer a la mañana siguiente luchando con el estado de alerta que conlleva la noche. Eso es el ritmo de la Naturaleza. Eso es vida.

Hoy el poder del rojo vence a su contrario, el verde de agua estancada, en ese otro mundo que sólo se atisba en los reflejos. En mi Jardín Burbuja ahora arde el cielo y el agua no puede apagarlo.


lunes, 6 de noviembre de 2017

Noviembre es siempre triste


Es sencillo detener la canción que agarra mis manos, se enreda en mi mente y me arrastra al abismo, tanto como no escribir cuando sé que es mejor no hurgarme por dentro. Y sin embargo, la música suena mientras escribo con sangre en mi viaje a ese otro lugar. Porque es sencillo, sí, pero también imposible.

*Hace un año de esto, podría ser ahora mismo. #EternoRetorno. 

Suena en mi cabeza, insistente, esta frase de mi querido Diego Cantero "Funambulista": 
Noviembre es siempre triste 


lunes, 23 de octubre de 2017

Pan de calabaza


Un "¿qué piensas?" se vuelve mecha cuando se tienen ganas de escribir. Y el fuego ―que camina conmigo― no tiene más remedio que arder porque es su naturaleza hacerlo. En mi pensamiento, calabazas y eternos retornos. Me gustan Halloween y sus monstruos y las fiestas de muertos de aquí y allá. Y me gusta octubre, es más otoño y menos maldito que septiembre, ese mes de principios y finales, a medio camino entre la belleza y el horror, en el que se me ocurrió nacer. Octubre es de monstruos y es naranja, octubre es el otoño que yo soy.

Y estos días vuelven los que se fueron y bailan extrañas danzas de muertos vivientes y yo, acostumbrada a dejarme llevar por los fantasmas, les doy la mano, sigo sus pasos sonriendo y les doy un beso furtivo en los labios, porque me hace feliz saber que siguen siendo de alguna manera.

Madrugada de olor a pan recién hecho y té dulce de vainilla y caramelo. Quiero una calabaza. Pienso en hacer pan de calabaza. Tengo ganas de escribir.

*Este texto no es nuevo, Facebook me recordó que lo publiqué un día parecido a este de hace un año. Es una muestra de eterno retorno que me apetecía compartir. Como me apetece compartir esta canción, que no tiene nada que ver con el texto, pero que llevo un par de días sin sacarme de la cabeza. Y es que a veces la vida gira en bucle en una canción o se detiene en la mirada de un replicante, capaz de sentir, reflejado al otro lado del espejo.


*Por cierto, he escrito un cuentecillo de Halloween como colaboración en la web de Caosfera. Podéis leerlo en este enlace: 

miércoles, 20 de septiembre de 2017

Conversaciones con el fantasma de Mary Shelley

Mary Shelley
Mary Shelley

El fantasma de Mary Shelley me sonríe entre las brumas. En sus manos, el libro que contiene, entre otras letras, un cuento mágico. Tan blanca su encuadernación. Tan salpicadas sus páginas del agua del mar primigenio en el que el hombre, impreciso pero conocido, me esperaba con el libro en los brazos y las piernas sumergidas en el agua. Sin saber ni si él era él o si yo era yo. Y, aun así, lo sostenía. Ese hombre, parte de mí, mantenía a salvo mi vida de papel. Recién salido de los sueños reales. 

Mary Shelley me entiende. Lee mis historias: las que han sido, las que serán y las que no. Sabe que lo escrito a veces es magia. Y más si está en juego lo más poderoso. 

El beso del hombre de dos rostros esparce su recuerdo en mis neuronas. Me hace daño con sus semillas de quizás. De alguna manera, es parte del cuento circular y clandestino, aunque no esté entre las líneas de esa pequeña historia tejida con realidad, fantasía y sueños. Suya y mía. Mía y de cada uno de ellos. Ahora dudo de quién es el protagonista. De si es él. De si es el otro. De si son los otros. Todo es confuso, borroso, inestable, porque en el cuento hay varias caras sonriendo, diferentes bocas de labios ansiosos ―algunas―, distintos ojos que miran lo mismo. Justo en ese preciso lugar, epicentro de mis desastres, en el que las miradas se vuelven agua en la que bucear. Los mismos árboles, testigos mudos, el mismo olor. Y una corriente de amor en diferentes estados fluyendo en el aire. Siempre.

Todo es un cuento, me repito en voz alta, nada más que un cuento que se mezcla con los sueños, que bebe de las fuentes del aire en el que se escondía hasta que yo lo encontré o él me encontró a mí. Entonces, Mary Shelley señala mi corazón, que arde muy rojo en mi pecho, y sus palabras quedan coreadas por un eco de abismo cuando replica: mi monstruo también era sólo un cuento. Después me entrega el libro ya leído, en el que, en brillantes letras doradas, ha escrito un título.

Se despide de mí y la veo alejarse en dirección al mar, caminando de la mano del Monstruo de Frankenstein. Luce diminuta al lado de la criatura, y un arrebato de ternura me hace llorar. Por eso y porque intuyo lo que ocurrirá: presa del dolor, yo también acabaré destruyéndolo todo, hasta a mí misma. 

En un instante, todo cambia y me quedo sola en el silencio espeso en que no somos. No dura mucho. Él me ofrece evasión en su recuerdo, en sus brazos. Implacable, me pone contra las cuerdas. Consigue que me tambalee apelando a algo que los dos sabemos bien. El muy astuto ha aprendido a  regresar a través de mis sueños para desde ahí escapar a la realidad. Y ahora pretende ser otra vez de carne y hueso, aunque sea un dios. Como antaño. Como antes de arrancarnos el futuro. 

Hay voces que me palpan con sus tentáculos. Acarician mis debilidades y mis miedos, hacen que a ratos me revuelque en mi infierno, que me asuste de mi imagen al mirarme al espejo.
Algunas apenas son ecos perdidos en su propia naturaleza, músicas que no saben hacer vibrar mi corazón o mi piel. 

Una de ellas sabe ―sin saber y sin que yo esté segura de lo que afirmo― hacerlo todo. Como parte de este juego de contradicciones, me da cierta paz con su existencia. Consigue armonizar mi caos comprendiéndolo. Me sumerge en una melodía que suena a estrellas y refugio.

Sueño con un luminoso espejismo encerrado tras una puerta cuya llave no tengo, aunque atisbo el brillo que se escapa por las rendijas y a ratos deseo bañarme en él. Renacer en él.

El sol del membrillo es lujuria de luz en este otoño que empieza a latir.

Las palabras de Mary Shelley resuenan en mi cabeza.

Asustada, me planteo si es mejor huir de todo o esperar a que el invierno me congele las alas y convierta mi fragilidad en dureza de hielo.


*No siempre soy lo que escribo, ni lo que sueño o imagino... no del todo. 

martes, 29 de agosto de 2017

Thunderbirds

El tiempo en los huesos. Foto Mar Goizueta

Seis águilas cabalgan la tormenta. Sobre las nubes negras. Seis.
Sólo yo las veo.
Yo, que descalza respiro ozono y bailo la danza de los truenos,  
anhelando en secreto que me parta un rayo. 
Un relámpago, ajeno a mi pensamiento turbio, resbala por mis deseos, dejando chispas en mi pelo salvaje a su paso. 
Las águilas son violencia y caos. Son el trueno que desgarra el cielo. Tan sagradas. 
Las miro. Me bebo la tormenta. Mi piel se nutre del agua celeste. 
Ayer, la lluvia que se coló por la ventana aclaró el jabón de mi cuerpo. En parte. Sólo en parte. Catarsis bajo las aguas: la domada, la indomable, la de mis ojos anegados ante la revelación de poner nombre a la tristeza que está arrasando, implacable, mis últimos días. 
A punto de consumirse el día, el dragón llenó de fuego el Universo durante un instante. Secó la humedad y ardí. Se quemaron los restos de mi coraza humana. 
Ahora, desnuda entre cenizas, me enfrento al frío, a un mundo que no acabo de comprender. 
A flor de piel. Tan frágil como monstruosa, dudo de si la verdad está en mis sueños o en las palabras. 
El suelo tiembla a mi paso, barro inconsistente que rechaza mis raíces. 
Hojas muertas brotan de mis dedos. 
El diluvio escuece en las heridas. Les grito a las águilas que me arrastren a otro lugar en el que no me encuentre la sombra de mi maldición. 
Cada año muero con el fin del verano. 
Y esta vez, quizás, estoy muriendo un poco más. 




martes, 22 de agosto de 2017

El último día antes del desastre (Diario de la cuenta atrás para el fin del mundo 2)

Mutación. Foto Mar Goizueta
Mutación.

22 de agosto de 2017. Hoy es el último día de la cuenta atrás. Mañana ―dicen―, el imaginario Planeta X chocará contra nuestro planeta. Yo empleo el tiempo de espera en hacer mi vida normal. No voy a mentir: ante tamaño acontecimiento, primero pensé en que era el momento de hacer mil cosas alocadas, pero después, meditándolo más, llegué a la conclusión de que todo era un enorme absurdo. Lo que en realidad quiero es tranquilidad, no pensar en ello, hacer como que no va a ocurrir, dejar pasar las horas lánguidas, perezosas, como cuando me dejo llevar en la piscina y floto, haciéndome la muerta, con las orejas dentro del agua y el pelo desparramado a mi alrededor, con los ojos cerrados para no ver la dirección en la que me hace viajar el agua que juega con mi cuerpo, con el sol cosquilleando la piel que sobresale de la superficie. O como cuando dejo que me lluevan estrellas, aviones o murciélagos fugaces en el silencio de las noches de verano mientras me pierdo en el abismo de mis propios pensamientos.
     Y puede que no ocurra nada, que mañana sea un día cualquiera, que haga calor y brille el sol y hablemos sobre la vida que no se ha acabado de repente y que nos da otra oportunidad de impedir que se nos escape el “Vivir” con mayúsculas de entre los dedos. Es más, estoy convencida de que así será, pero, como insinuaba en el primer texto de este Diario de la  cuenta atrás para el fin del mundo, estos días son excusa para una catarsis que nos haga cambiar la piel, olvidar lo que nos sobra para renovarnos y crecer.
     Ahora que llega la imaginaria oscuridad, entre otras cosas pienso en luz: tu luz. Soy igual que las polillas que vuelan en torno a un foco en el que creen ver un pequeño paraíso cálido, acogedor, poseedor de una luminosidad que podría hacer aparecer sus colores, convirtiéndolas en mariposas. Tan cerca parece estar la felicidad, que chamuscarse un poco las alas en el intento se les figura un precio minúsculo. Y perecen algunas en el camino, pero es siempre digna de honores la muerte en pos de la vida.
     Y aunque me consta que el futuro es terreno incierto, por más que a veces parezca lo contrario, creo en él, y lo sueño hermoso y habitado por amor. Un árbol hermoso y verde con raíces firmes en un presente que me grita con fuerza, que hace que mis alas se impacienten como las de la protagonista del cuento que comienza así:

     Como insectos sedientos de luz, las hadas oscuras comparten su magia con quien las deslumbra.
     Y si su regalo es aceptado, brillan y brillan, iluminando cada rincón con su risa musical.

    Paradójicamente, esta es una historia con vocación de interminable, a pesar del desastre imaginario que ocurrirá mañana. O no… Tic tac, tic tac.

*La música de hoy sólo podía ser la sintonía de El Planeta Imaginario (Debussy - Arabesque No.1), interpretada por Isao Tomita.

lunes, 21 de agosto de 2017

El fin del mundo (Diario de la cuenta atrás para el fin del mundo 1)

Los últimos rayos de sol son ciencia ficción sobre la piel.

El fin del mundo llega cuando menos te lo esperas. Un soplido del destino, un planeta X reventando la vida a tu alrededor. Una explosión inmensa y adiós. El fin de todo. La nada.
Pero antes puede ocurrir que el mundo empiece a morir poco a poco, de una forma tan sutil que no podemos darnos cuenta hasta que llega la primera señal: el sol apagándose por unos instantes, haciendo que nos cuestionemos qué ocurriría si nos dejase huérfanos de su calor. Porque sin calor no hay vida. Tampoco sin calor interno.
Esta noche, justo cuando el día empiece su decadencia, el eclipse llegará para rematarlo con celeridad cósmica. La Luna, aunque invisible, reinará minutos antes de que llegue su hora, apagando con su frialdad el fuego del sol. Y justo en ese momento, seremos más ligeros y las mareas más salvajes. Yo sospecho que la locura, que llegará a su culmen en el punto de máxima oscuridad, ya lleva tiempo rondándonos: hace días que padezco tempestades y tsunamis en las orillas de mi nombre.
Hay quien dice que dos días después llegará el fin del mundo: la explosión última. Quizás sea el momento de confesar los secretos, de mandar a paseo los miedos, de dejar de temer futuros inciertos. Ese es el único regalo que nos da el saber que el día siguiente no existiremos.
Es posible que nada cambie, pero disfrutemos por unos momentos de la catarsis que nos ofrece un día distinto. Y pensemos en lo que nos importa, en lo que nos daría pena dejar de tener si se acabara. Por si somos los últimos en sobrevivir.
21 de agosto de 2017, 20:45h. Primer paso del posible fin. Te espero al otro lado de la lógica, en mi planeta de aguas revueltas. 

*La canción de hoy es "El fin de la eternidad" de Iván Ferreiro.


Todos los principios son finales disfrazados de oportunidades 
Mira esa luz, viene hacia aquí, déjala entrar.
Todos los finales son fatales si no sabes qué vendrá. 
Tú, mira esa luz, que viene hacia aquí, y déjala entrar. 


jueves, 27 de julio de 2017

Pandelirios


Una vida,
dos,
tres,
siete,
—somos gatos—,

sientes
tres piedras sobre tu frente:
miedo
miedo
miedo.

El tuyo, el mío, el nuestro.

Al cambio,
al olvido
al tiempo.

Y en tu boca,
la piedra de duelo
que tapa los besos
muertos,
que no se dan
por miedo
a perder el camino incorrecto.

Cuatro,
cinco,
seis,
siete
—somos magia—,

siente
que siete vidas
matarían tu muerte

Luz que no baila,
se ahoga,
Magia que no se bebe,
muere.

Convertidos en sombras
sin suerte,
jirones de sueños,
dispersos anhelos

escuchando la canción del viento:

Pupilas de fuego,
ojos de agua,
piel de salamandra.

Ojos de fuego,
pupilas de agua,
piel de hada.

Nada.
Entre los huesos
el tiempo
pasa,
silba
y arrasa.


Hay pandelirios en mi alma.


La canción para este texto sólo podía ser Pandelirios de Iván Ferreiro, tema del que he robado el nombre y el concepto y que forma parte de Historia y cronología del mundo, disco que —he de confesar— escucho de manera obsesiva y enfermiza desde que se estrenó.

*Desconozco al autor de la foto, si alguien lo conoce que me lo haga saber.

miércoles, 26 de julio de 2017

En la cuerda floja


Para el mar, que no sabe de tiempos, la araña funambulista es sólo un punto mortal y frágil suspendido entre dos puntos verdes en el horizonte.

Para la araña, el mar es la eternidad al fondo del precipicio que es la vida. Pero arriesga y gana y disfruta del viento aprendiendo a bailar a su ritmo. Y con su danza crea líneas que atrapan la música del aire, la luz del Sol y el brillo de la Luna y las estrellas. Se mueve y vive. No espera que la vida se acabe atrapada en una pausa segura e infinita.

*No se ve en la foto, pero la araña está.
*Hoy la música la pone Funambulista






lunes, 3 de julio de 2017

Gansos en la niebla


―¿Me llevarás a ver los gansos difuminados en la niebla de la orilla de aquella islita escocesa de la fotografía? ¿Y a nadar en el mar del que surgió el Toro de Creta, padre del formidable Minotauro? ¿Caminaremos hacia un volcán más allá del mar cogidos de la mano? ¿Veremos nacer la Luna de la muerte del Sol en la placenta del mar rojo? ¿Me besarás a través del cristal cuando nuestros pies pisen el lunar Mar de la Tranquilidad? 
―Cuando seamos como los humanos haremos todo eso y más. Últimamente sospecho que hay cosas que sólo ellos pueden entender de la forma que hay que entenderlas. 
―¿Cómo sabremos que ya lo somos?
―Cuando no sea tu cerebro el que te diga que hacer todo eso es hermoso, cuando te brillen los ojos al pensar en hacer esas cosas y otras mil conmigo. Cuando lo desees más allá de la cabeza.
Y ella siente que su corazón se encoge y se hace pequeña mientras seca con disimulo una lágrima que cae por su mejilla y comienza a soltarse el recogido del pelo.
―Esperaré.


* Estaréis pensando que la canción de hoy debería ser Rachel´s song de Vangelis y no os falta razón, pero la canción elegida es Without you, de Eddie Vedder, que pertenece a esa delicia de disco que es "Ukelele songs". La otra se da por hecho, esta va más allá de la historia que cuento.

For every wish upon a star
That goes unanswered in the dark
There is a dream I’ve dreamt about you

sábado, 1 de julio de 2017

Malditas Mariposas

Ilustración de Benjamin Lacombe. Del libro "Los amantes mariposa" (Edelvives, 2014) 

A veces las mariposas imposibles deben volar, dejando de recuerdo en nuestra piel el rastro de lo que fuimos, como un material precioso con el que construir lo que seremos tras su marcha: mejores, más sabios, con los ojos más abiertos para no perder ni un instante de lo que vendrá después.
(De "Memorias de un fénix")

Tú fuiste mi secreto,
                  después mi realidad,

un enredo de cuerpos y bocas bajo las estrellas,
las mismas que tras la fiesta cobijaron sueños despiertos
en la noche del Big Bang,
esa en la que los gatos corearon nuestro Amor con mayúsculas

justo antes de que las mariposas tristes nos robaran el alma,
condenándonos a no ser
                         o a ser incompletos.

A veces me pregunto si tú también recuerdas
al Monstruo del Pantano,
las nubes que venían del otro lado del mar,
el tacto de mi piel mojada,
mi dormir de gata que tanta gracia te hacía,
aquel collar tuyo de salvaje que aún conservo,

las constelaciones que me enseñaste
mientras con mi cabeza sobre tu tripa desnuda,
te respiraba, embriagada,
aquella noche

de aquel tiempo
tantos años atrás
en aquel otro lugar
sin leyes

cuando aún éramos tan secretos
que ni nosotros mismos nos sabíamos amantes

a pesar de las noches durmiendo abrazados
y de las siestas de dedos entrelazados.

mucho antes de los tiempos de saborearnos la piel.

Yo aún recuerdo el tono exacto de agua turbia de tus ojos, 
tu pelo suelto enredándose en el mío
y el olor perturbador de tu cuerpo.

Malditas mariposas.

*Hoy la música la pone Luis Ramiro.


Son mariposas al vuelo
para que caces en sueños

lunes, 26 de junio de 2017

Apolo y Dafne

"Apolo y Dafne" Mar Goizueta
Apolo y Dafne
Y, a pesar de todo, siempre valdrá mil veces más un instante vivido que los que se quedan en el aire como fantasmas de deseos inconclusos. 
(De "Memorias de un fénix") 


Vestía
desnudez de sábana blanca, pureza
impúdica, perfumada
de otra piel. 

Tenía
el cabello revuelto, de miel
y verde, y la boca
pintada con el color del último suspiro
de una petite mort compartida.

Los fantasmas, en la puerta,
observaban, invisibles excepto
para ella, la mujer renacida. 
Sus bocas, deformadas  
en un gesto de reproche, 
murmuraban:

Tú nos concediste el veneno
de tu corazón caníbal, la inconsistencia
de tu alma errática, las arenas
movedizas de tu limbo.

El dios protector,   
con mirada fulminante detenía
sus cuerpos de aire, aun sin verlos. 
Extendía
frente a ella su manto
protector de música y letras.
Le sonreía.

«Yo los convertí en dolor y ahora
sangro su tristeza. Cubre
mis ojos de besos»
imploró
«no dejes que vea
nunca más lo que fui».

Sacudió
con brazos de mármol
las últimas hojas de laurel
de su pelo, los blancos
pechos temblaban en sus manos,
las de Apolo. 

A cambio de su rendición, 
Dafne sólo suplicó cordura,
vida 
y amor. 



Cuentan las leyendas que el artístico y profético Apolo, hermoso dios de innumerables atributos y funciones, se enamoró de la lira inventada por Hermes hasta el punto que pasó a ser uno de sus atributos. También se enamoró de la deseada y díscola Dafne, amante de los bosques con corazón de piedra. Yo he cambiado la historia porque los amores bellos merecen una oportunidad.

sábado, 24 de junio de 2017

Flotar, volar


"A Fairy Tale", Arthur Wardle

En su día, las hadas duermen y se olvidan de existir

Flotar. Ser agua. Planear en vuelo líquido. Morir. 

Flotar hasta no ser. O ser nada. Dejarme llevar hasta que los pájaros olviden mi ser. Acariciar sus plumas, fundirme en el agua que lame mi piel. Sentir. 

Y pensar en la tristeza de los dragones que, a escondidas en su cueva, se arrancan las escamas y vomitan la magia que los define y el fuego de su rabia. En su justificado odio hacia un mundo en el que nadie escribe cuentos en los que su felicidad venga de la mano de la pureza que anhelan y evite que sufran con la desesperación de quien sabe que sólo eso borrará su oscuridad y los hará renacer humanos, brillantes y hermosos a ojos del ser amado. Pobres princesas que con el tiempo se arrepentirán de haberse dejado fascinar por un príncipe que no moverá un dedo por su felicidad, que las considerará un triunfo para su ego y su poder. Pobres dragones que ven a su princesa suspirar por quién jamás podrá ofrecer un amor tan grande como el que ellos atesoran en sus alas refulgentes. Pienso en que esa es su maldición, la que les hace retirarse al terrible abismo de tristeza que habitan, mientras floto y siento extenderse las alas de mi sombra hasta cubrir el resto del agua, al tiempo que los mechones de mi pelo se entremezclan con las corrientes y cobran una especie de vida ajena a mí. 

Volar. Ser viento. Nadar en inmersión aérea. Vivir. 

Volar hasta ser. Ser todo. Dejarme llevar hasta que los peces recuerde mi ser. Acariciar sus aletas, fundirme en el viento que lame mi piel. No sentir.


Azul, líneas en el mar...



miércoles, 14 de junio de 2017

La sonrisa maldita


La belle dame sans merci. John William Waterhouse (1893)

VII
Halló por mí raíces dulces,
y miel silvestre y maná fresco.
Y en una extraña lengua dijo:
“En verdad que te amo.”
(“La belle dame sans merci” de John Keats)

* (Nota)

Sonrío.
El monstruo sonríe.
Siempre lo hace con la suficiencia del triunfador que piensa que lo que no se ve es a menudo lo más poderoso. Me sabe suya, me obliga a sonreír y se estremece de placer sabiendo lo que ocasionará esa sonrisa, la trascendencia que tendrá ese gesto que aparenta ser tan inocente.
El hombre sonríe.
Lo hace creyéndose ganador, sin saber que acaba de vender su alma por una sonrisa maldita, que ya no hay vuelta atrás, que jamás se olvidará de ella.
El monstruo canta y yo escucho su canción desquiciada, sus gruñidos de depredador satisfecho que quedan ahogados por  mi coraza de piel.
Navego en los ojos del hombre buscando la huella de su perdición y la encuentro atada al amor que rebosa su mirada y que quizás le impide ver las llamas ardiendo en el fondo de mis pupilas. Miro más allá y encuentro algo inesperado: el fuego intenso que arde en las suyas, el odio, la rabia y el miedo que anidan en su alma. Y aún más al fondo, en las profundidades abismales, una ternura inmensa y unas ganas infinitas de aniquilar la soledad que le destroza.
Me tiemblan las piernas. De repente, me siento muy unida al monstruo. Juntos notamos un sabor extraño en la garganta, dulce y salado a la vez, como al beber lágrimas de un rostro amado o comer nubes de azúcar con los dedos manchados de agua de mar. Es el sabor de la anticipación de algo que se desea y se teme. Sabe a primer beso, a temblores de amor.
El monstruo y yo bailamos con una alegría casi demente, sabedores de que el hombre es nuestro reflejo.
Ya no temo arañar su corazón y dejarlo morir desangrado, empujada por el ansia caprichosa del monstruo. Esta vez morderé fuerte, sí, pero después curaré sus heridas a lametones y besaré cada cicatriz que huela a tiempo vivido.
 Y sé que no me iré.
Un delirio se ha  apoderado de mi alma: devorar y ser devorada, cazar y ser cazada, domar y ser domada, amar y ser amada, sinergia de monstruo a monstruo. La perfección.
Me acerco al hombre y sonrío.
El monstruo sonríe.
El hombre sonríe.
Y esta vez sólo hay ganadores.

*Este cuento nació en mi mente enlazado a este tema y a "La belle dame sans merci" de John William Waterhouse. Por eso me gustaría que escuchases la música mientras lo lees. Yo misma lo recité con ella de fondo, aunque después el destino hizo que se perdiese el archivo. Quizás sea mejor así, quizás no sea yo quien deba leerlo y estropear esas deliciosas notas limpias que se acaban fundiendo en un maravilloso éxtasis de voces. Hoy ha vuelto a mi cabeza esta historia. Será que soplan vientos de redención. Sea como sea, esta canción ,que siempre sentí como mía, quiero compartirla contigo. Y ahora hablo en singular.


Pincha aquí para leer La belle dame sans merci de John Keats completo en inglés y en castellano


sábado, 10 de junio de 2017

La trampa de cristal


El miedo
es un cangrejo aferrado a las neuronas,
el peso de los huesos de nuestros muertos,
la mirada de los ojos de cristal
supurando vida al otro lado
del propio miedo.

*La foto la he titulado "La trampa de cristal". No encuentro un nombre mejor para el poema.

sábado, 6 de mayo de 2017

Más allá del azul



Mirando al cielo, cultivo pecas por desidia. Catarsis al sol, mareas revueltas, escupo sueños podridos sin salpicarme. El cielo se ha disfrazado de mar. Una golondrina bucea a contracorriente y un águila flota tan cerca de la superficie que puedo ver el dibujo de sus alas. Siento el veneno y la sangre fluyendo por mis venas, el calor y el viento cosquilleándome la piel. Más allá del azul, llueven, invisibles, fragmentos del Halley. Sólo eso es importante ahora. Eso y las manos sembrando la tierra. Y la luz que, justo ahora, está borrando el mundo.

Imagen: "Ariadna", de J. W. Waterhouse (1898)


sábado, 25 de febrero de 2017

Flores de tinta


Ante mis ojos el mundo comenzó a cambiar. Se perdieron los colores y la tinta ganó la partida. Las flores, antes llenas de tonos diferentes, sucumbieron a la belleza de las sombras aguadas, a los matices de unos azules que con su fuerza robaban  protagonismo a la palidez inocua del cielo. Y os juro que esta vez el azul no fue tristeza, pues la contemplación de aquella transformación prodigiosa era un vehículo hacia la sabiduría, como ocurre cada vez que los humanos nos enfrentamos a lo desconocido.

*La foto no tiene filtros de ningún tipo.
*La canción que asocio a la imagen en mi mente es "Lápiz y tinta" de El último de la fila


lunes, 20 de febrero de 2017

Mordiscos más allá de los tentáculos


Más de una vez os he confesado que os observo.
También que hurgo en vuestras mentes con mis tentáculos invisibles cuando me parecéis especialmente interesantes.
Pero nunca os había contado que a veces dejo que el bosque se me enrede en el pelo y os vigilo a través de mis ojos de animal. Entonces puedo oler vuestras intenciones ocultas y seguir los hilos de vuestros actos y los movimientos que hacéis sobre el tablero de juego con la claridad que da el estar más allá de las limitaciones de la cultura y la educación. Y algunos me parecéis tan interesantes también desde esa otra perspectiva que, sin que os deis cuenta, doy pequeños mordiscos a vuestros cerebros y los saboreo.
El que avisa no es traidor, pero quizás ya sea tarde. Tranquilos, ni duele ni afecta a la inteligencia.
Aunque quizás alguna vez me soñéis siguiendo vuestro rastro entre hojas y ramas.

* Siento que "Trøllabundin"de Eivør es la música perfecta para este texto. Una canción que me obsesiona desde que me la descubrió mi querido Raúl Campoy hace unos días.


* Foto: "Pagan Angel (SocialFreeakdom)

lunes, 13 de febrero de 2017

La mirada del pájaro psicopompo



Eric Lacombe (2015)
Después de infinitos días, anoche recordé cómo dormir. Quizás la Luna llena, vestida de oscuridad, perdió la fuerza que me hace aullar con los sentidos alerta cada plenilunio, quizás fueron las buenas noticias las que me acunaron como una madre protectora, tal vez mi corazón encontró en el sueño el remedio a sus inquietudes o puede que me besarse en la frente quien guía mis pasos por el otro mundo. En cualquier caso, dormí. Y al despertar, al otro lado del cristal, atravesando la lluvia, me encontré la mirada del pájaro psicopompo que volaba hacia mí con mi alma entre sus patas. También traía mis letras perdidas y mi corazón agujereado en el pico. 
¿Otra vez? le dije. 
Abrió el pico y lo dejó caer. 
Deberías darme las gracias, sólo sangran los corazones vivos respondió. 
Y sonreí, pensando que había verdad en sus palabras.


*Algún día compraré cuadros de Eric Lacombe. Adoro su arte.

jueves, 19 de enero de 2017

¿Y si el monstruo de Frankenstein amase a una sirena?

 

      He girado rápido para ver si conseguía atisbar, escapándose por un lateral del espejo, el reflejo de una de esas maldiciones que llevamos cosidas a la espalda como sombras negras, siempre dispuestas a cubrirnos con sus asquerosos cuerpos polimórficos que crecen consumiendo nuestra energía.

     El terror a no vivir arrasa a quienes ven a un primer amor viviendo de prestado, a quienes saben que no existe la certeza de un futuro, que nunca se conoce qué día será el último en el que la felicidad será plena. Y al final, es  la propia fragilidad de sabernos cristal la que  nos rompe si no conseguimos volvernos flexibles.

     Hoy he mirado con detenimiento los mil rostros de la perdición, me han revoloteando murciélagos en la tripa y he tragado mis propias defensas. He vomitado las espinas y la hiel del miedo y entonces, entre lágrimas, te he visto cómo eres en esencia, tu forma verdadera. Brillabas con el resplandor del fuego implacable que busca mi piel de ave fénix. Temblabas. Extendí mis alas doradas para cubrirte, dejando mi cuerpo desnudo, y te evaporaste cómo el agua al contacto con mi calor. Pareces ser  el aire ardiente que necesito respirar, el agua fresca con la que llenar mi boca y calmar mi sed y, en verdad, quizás solo seas un espejismo en mi desierto de locura, destinado a destrozar la poca cordura que aún poseo.

     Ahora, como resultado de esa visión, un deseo rebota en un espacio vacío y se multiplica en un eco siniestro y eterno. Hueco, como el sonido del frío o el de la niebla aislante, con la dulzura oscura que deja en el paladar el sabor de un secreto sucio o de un pecado.

     Hay un vértigo en la oscuridad que me precipita irresistiblemente al abismo que formaron tus palabras y me dejo caer, aunque no haya red que me asegure la supervivencia. O tal vez por eso.

     Me siento culpable de tu ausencia. Desprecio mi comportamiento errático y absurdo, enfermizo como recrearse en extender con un dedo la sangre pegajosa y espesa de una herida antes de cicatrizar, repugnante cómo el olor dulce de las flores que abrigan a los muertos intentando ocultar el olor a formol, destructivo cómo el poder infinito que siente un niño triste al regodearse en la agonía de la mariposa clavada a un corcho con un alfiler o al triturar con rabia un hermoso escarabajo dorado, arruinando su belleza de joya, un instante antes de llorar desolado por haber roto un tesoro.

     Y al igual que el niño, me retuerzo de dolor ante mi error, lamentando que quizás no haya vuelta atrás en mi dureza fingida, en mi simulada piel de hielo, suave para jugar, impenetrable al amor, tan falsa que sólo con tu mirada furiosa se abren grietas y sangra.

    No creas ni una sólo palabra, rómpeme con tus manos, abre mi pecho y muérdeme fuerte el corazón, haz que repita tu nombre hasta que se borre el mundo.

     Creí en Hades añorando a Perséfone, no en un verano de olvidos. Mil veces mejor es enamorar al terrible Minotauro o a un dios capaz de arrasar el mundo por seguir las huellas de mis pies, por correr detrás de mis medias, por beberse mi voz. Malditos los buenos que siempre duelen, benditos los malos que con su furia hacen temblar los cimientos y si hacen gritar es en combate de amor y luego lamen las heridas y curan. Bendita tu alma guerrera.

      Pienso en Anaïs Nin, viva en los brazos de Miller, en Dalí ahogando sus miedos en los pechos de Gala, en Caperucita siguiendo el rastro del lobo en las noches de Luna llena, en la bella amando el lado salvaje de la bestia, en Gustav Klimt acunado por Emilie en la vida y la muerte, en Picasso enloqueciendo a Dora Maar, en la tormenta eléctrica constante entre Frida Kahlo y Diego Rivera, en la Maga arrastrando a Oliveira a un circo feroz con su sexualidad catártica, en la inteligente Eve, antigua como la Historia, regalando al joven Adam una eternidad de libros, música y amor con su mordisco. Pasiones turbulentas que son vida. Qué importa que nadie lo entienda si ahí radica la pureza de su amor.

*Imagen: Ann Blyth disfrazada para su papel en “Mr. Peabody and the Mermaid” y Glenn Strange caracterizado para “Abbott & Costello Meet Frankenstein”, 1948.

lunes, 16 de enero de 2017

Mi último paisaje


Viernes 13.
Un viento gigante y antiguo sopla futuristas cometas de metal y pájaros ígneos en formación.
Huyen del invierno en silencio. También las estrellas fugaces.

Sembrando el terror, dos asteroides se acercan.
"No hay peligro", dicen. Y quizás mientan.

El miedo acecha y a veces se viste de muerte.
De todas las muertes.
De la muerte de todas las cosas.

He roto el miedo en pedazos. Ahora cae desde la Luna transformado en lluvia fina de partículas, diminutos embriones de letras que escriben, al posarse, versos que quedarán retenidos para siempre en la tela de mi viejo paraguas, negro como la falta de luz.

Los leo.

Son salvajes y libres, como el amor de quienes se lanzan al vacío en pos de lo que tanto cuesta encontrar y por el camino sienten crecer alas en su espalda.

Cierro el paraguas.
Me quito la escafandra y espero el impacto.
Dicen que no hay peligro.
Yo me lo creo a medias. En mi cabeza suena, insistente, una canción:

Si la especie humana se abocara a la extinción
quiero que seas mi último paisaje.
Si explota la Tierra, qué importa 
mientras tú seas mi último paisaje.

* La canción es "mi último paisaje" de Luis Ramiro, y pertenece al disco "Magia". También le he robado el título. Podéis escucharla aquí:



*Imagen: Buzo con paraguas (París, 1949)
*Más información sobre Luis Ramiro en www.luisramiro.com.

jueves, 12 de enero de 2017

Sólo los amantes sobreviven


Sólo dos monstruos pueden encontrar la canción que les hará bailar juntos más allá del miedo.
Y será hermosa aunque no lo sea, como las historias de amor que comienzan con mordiscos y dolor y acaban siendo eternas.
Lo que marca su camino son las huellas que se dejan con firmeza en la arena y en la mente, el sendero de admiración y brillo que los monstruos no pueden dejar de transitar en su búsqueda. Porque para quienes sólo entienden de emociones puras, no merecen la pena las mediocridades.
Sólo los amantes sobreviven. Y más si esconden colmillos en sus sonrisas y garras feroces en los bolsillos.

*Imagen: Sólo los amantes sobreviven (Jim Jarmusch, 2013)

martes, 10 de enero de 2017

Hibernación


Bajo el hielo duerme
mi casa.
A su lado,
escondida en un lecho de hojas secas,
descansa mi serpiente imaginada.


lunes, 9 de enero de 2017

Hoy tu dolor es mi dolor



Suspendido en el tiempo
infinito,
en el lugar donde habita lo más puro,
le encontrarás
siempre,
a través de la puerta invisible que conecta mundos,
te doy la mano.
Hoy tu dolor es mi dolor.


miércoles, 21 de diciembre de 2016

Luz de Luna




Luz de Luna llena iluminando
el sendero de hielo que preserva
intacta y lleva
               a la carne que se ha de cocinar.

Esta noche,
        que es de corazón revuelto,
        de arenas fluyendo en el reloj del tiempo
                                                        del revés
pienso en las palabras bellas
saliendo de tus dedos, de tu lengua,
directas a horadar mi pecho, a enredarse
en mis costillas
como un disparo certero
de semillas de vida.

Y ahora sí, brillo
y es porque tú enciendes la llama
de la Mujer de acero,
Hombre pedernal,

más allá de la piel,
hoguera que arde
en el epicentro del desastre
de los sueños de libros mezclados
entre bocas sedientas
de sabiduría y besos nuevos,
de anhelos que arrasen
la cordura y se escriban
sobre la piel de los amantes.

Deseos de noche “plenilunada”,
como cantaba Chavela,
que es
       azul como la tristeza,
       azul como ninguna,
pues desde que te fuiste
no he tenido
luz de Luna.


La maravillosa "Luz de Luna" de Chavela Vargas como música de fondo

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