martes, 4 de diciembre de 2012
Lo que las gambas de acuario ocultan
Hace unos días, pocos, os iba a hablar de la Gamba de mi acuario, con G mayúscula porque es evidente que no existe nombre más apropiado para una gamba que "Gamba", pero justo antes de hacerlo, hice un pavoroso descubrimiento, una cabeza con patas desunida del cuerpo yacía en una esquina del acuario, chupeteada por otros de los habitantes. No es que Gamba fuese un animalito especialmente simpático, más bien podría definirse como algo hosca y siempre medio escondida, pero ver la imagen de sus restos resultaba perturbador. En los últimos días andaba muy rara, más inmóvil de lo habitual, más escondida, más cabezabajo de lo que el orden del mundo ordena, con la excepción de los murciélagos, esos seres tan originales que tienen los pies en las manos y viceversa. El caso es que no me vi fuerte para sacar aquellos restos macabros y decidí dejar que la naturaleza siguiera su curso y que desaparecieran comidos o desintegrados. Un par de días después, mientras contemplaba la amena vida de mis peces, algo cruzó el acuario como un rayo y me sobresaltó ¡Era la fallecida Gamba que de nuevo estaba entre nosotros! Llegué a la conclusión de que cabían dos posibilidades, que mi desconocimiento profundo de la vida de los crustáceos me hiciese ver aquellos restos como mortuorios cuando en realidad estaba ante un simple cambio de traje o que en realidad la leyenda del animal capaz de renacer fuese erróneamente atribuida al Fénix y no a la Gamba, mi Gamba, que tal vez llevase desde el principio de los tiempos en el mundo. Por si acaso, ahora la miraré con más amor
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