Bisonte hembra. Cueva de Altamira. Santillana del Mar |
Al principio de los tiempos, observaba a los bisontes antes de atraparlos en abrigos de piedra y sangraba manos y sexos de ocre y magia en las paredes. Los hombres me veneraban. Ese es mi primer recuerdo.
Después pasaron tiempos eternos, los dioses repartieron sus deseos y caprichos por el mundo, cambiaron los hombres, cambiaron los pensamientos, llegaron el hierro, los barcos y el dinero y su codicia. Yo me escondí en los bosques inhabitados, asomándome de vez en cuando para ver transcurrir la historia.
Salí de los límites de la noche para preguntar al Oráculo de Delfos por qué siempre me cogías de la mano en sueños, si aún no sabía quién eras ni como olía tu piel. Pitonisa, en silencio, me enseñó un espejo en el que vi reflejado el infinito. Creí entender y me fui a esperar que aparecieras.
Los hombres volvieron a cambiar. Esta vez ellos fueron de hierro y acero, la guerra se fue haciendo más grande y también los palacios, los castillos, las ambiciones y las fronteras. Los hombres mataron a los dioses pasionales, pervirtieron las ideas del dios solitario y aburrido y le hicieron crecer para luego intentar alcanzar su reino con catedrales que arañaban el cielo. Viajé por todos los territorios, vi otros dioses antiguos asesinados y vi aparecer dioses nuevos nacidos, ya sin vida, de manos humanas. Mientras, esperaba y observaba, escondida entre las gárgolas, aquel mundo que cada vez me era más ajeno.
Los bosques empequeñecían por momentos. La guerra ya no era guerra, era exterminio. Todo moría a mi alrededor. Los hombres atraparon el mundo en pequeños artefactos y contaron que habían llegado a la Luna, pero ella ni confirmaba ni desmentía, mantenía su sonrisa impasible, irónica. Más tarde sí llegaron, mancillaron las estrellas con su presencia, despertaron a los dioses que allí vivían y ellos comenzaron su lento viaje hasta nuestro planeta para poner orden.
Y ocurrió que un día te encontré fuera de los sueños y no supe que hacer. Inquieta, alteré el transcurrir de los tiempos, las mareas, las lluvias y las estaciones. Bailé la sensual danza de la serpiente, capaz de hacer surgir mundos y pasiones y te llevé a nadar al estanque del que nacen todos los deseos. Tú tenías un pasado, yo tenía mil pasados. Me sentí cada vez más pequeña y más frágil y me di cuenta de que me había vuelto mortal. Entonces, me cogiste de la mano, como en mis sueños, y me sentí más viva que nunca cuando me llevaste, por fin, a pasear por tu vida.
Obviamente, no podía haber mejor canción para hoy que Lejos de las leyes de los hombres de El Último de la Fila, que siempre me ha gustado mucho.
Yo he visto las maravillas de la creación
sin ni tan siquiera abrir los ojos.
Y tu siempre has estado a mi lado,
a miles de kilómetros o entre mis brazos.
Te amo como se ama por primera vez,
cuando aún no hay constumbres.
Lejos de las leyes de los hombres,
donde se diluye el horizonte.
He visto el paraíso y el infierno
sin ni tan siquiera abrir los ojos,
y tu siempre has estado a mi lado,
a miles de kilómetros o entre mis brazos.
Te amo como se ama por primera vez
cuando aún no hay costumbres.
Lejos de las leyes de los hombres
donde se diluye el horizonte
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