Cuando debemos hacer una elección y no la hacemos, esto ya es una elección.
(William James)
Analizando mi propia trayectoria, a veces pienso que no es que la vida no nos de oportunidades para conseguir lo que necesitamos o lo que realmente queremos, lo que ocurre es que tiene la fastidiosa costumbre de ser imprevisible y la mayoría de nosotros torpes a la hora de elegir lo que más nos conviene. No quiero decir con esto que cada paso que no llegue al lugar perfecto sea un paso malo, los caminos son importantes, nos hacen ser lo que somos, por complicados o enrevesados que sean, ningún marinero aprendió a navegar en aguas tranquilas, dice la sabiduría popular. Por el camino aprendemos a vivir, a reconocer lo que nos gusta y lo que no, lo que es bueno, lo que es malo y lo que es peor. Eso es la experiencia, y si tiene una cosa negativa, es el hacernos exigentes y por tanto menos permeables a las tentaciones de cosas que pueden llegar a ser buenas pero nos negamos a probar, olvidando absurdamente que las apariencias a veces son solo eso, disfraces que ocultan realidades. Recordar esto a mi me ayuda a intentar no perder la flexibilidad y las alas que nos hacen fluir, que nos permiten volar.
Reconozco que en muchísimas ocasiones he tomado decisiones equivocadas en pequeños y en grandes asuntos, unas por no hacer caso al cerebro y otras por no hacer caso al corazón o por hacerle demasiado. De la mayoría no me arrepiento, me han llevado a conocer gente y lugares interesantes, a vivir experiencias que de otra forma nunca jamás habría vivido y si las borrase se irían con ellas personas y momentos que no querría no haber tenido. Si tuviese la oportunidad de cambiar el pasado, seguramente lucharía por no perder muchas de esas cosas, pero sí hay algunas a las que les doy vueltas y pienso eso tan manido de "qué habría sido de esta parte de mi vida si". No os creeríais la de oportunidades de conseguir cosas que deseaba que me ha dado la vida y la de veces que yo no las he visto o no las he querido ver hasta mucho después. Si lo pensáis bien, seguro que a vosotros también. Son puntos de inflexión, paquetes de regalo sorpresa con un envoltorio por desgracia no siempre llamativo que abrimos o no y que, aún siendo la mayoría de las veces discretos, tienen la capacidad de cambiar radicalmente algo, muchas veces cosas insignificantes para el mundo pero muy importantes para nosotros. Si alguna vez habéis abierto uno de esos regalos, sabréis a lo que me refiero, estoy convencida de que gracias a haber elegido bien en alguna de esas oportunidades, atesoráis un recuerdo, un amigo, un amante, un trabajo, un triunfo de cualquier tipo en el que os hace felices pensar.
Lo realmente terrible de todo esto, es que muchísimas veces reconocemos el regalo, pero nos da miedo abrirlo por lo que pueda significar o intentamos aplazar la decisión de si abrirlo o no y lo dejamos en un estante planeando hacerlo más adelante, cuando nos venga bien o estemos seguros, pensando que se quedará allí para siempre y, escuchadme atentamente, no es así, tienen caducidad siempre. Si no aceptamos el regalo, se va, lo perdemos, desaparece. Aunque me resisto a ello, consciente de que tiene algo de "autofustigamiento", a menudo caigo en pensar que si nos llega uno de esos paquetes y no nos atrevemos a aceptarlo y a disfrutar de su contenido, si no le damos toda la prioridad a lo bueno que nos ofrece, nos merecemos el tener una vida mediocre, el ahogarnos hasta morir en un "qué hubiese ocurrido si" infinito por torpes, cobardes e idiotas. Todo es cuestión de elecciones y nadie dijo que el camino a la felicidad tuviese que ser fácil. "La fama cuesta", lo realmente bueno, a veces, también. Pensadlo.
Otto tuvo que tomar la decisión que le puso en las manos Ana en esta escena preciosa de "Los amantes del Círculo Polar" de Julio Medem
Reconozco que en muchísimas ocasiones he tomado decisiones equivocadas en pequeños y en grandes asuntos, unas por no hacer caso al cerebro y otras por no hacer caso al corazón o por hacerle demasiado. De la mayoría no me arrepiento, me han llevado a conocer gente y lugares interesantes, a vivir experiencias que de otra forma nunca jamás habría vivido y si las borrase se irían con ellas personas y momentos que no querría no haber tenido. Si tuviese la oportunidad de cambiar el pasado, seguramente lucharía por no perder muchas de esas cosas, pero sí hay algunas a las que les doy vueltas y pienso eso tan manido de "qué habría sido de esta parte de mi vida si". No os creeríais la de oportunidades de conseguir cosas que deseaba que me ha dado la vida y la de veces que yo no las he visto o no las he querido ver hasta mucho después. Si lo pensáis bien, seguro que a vosotros también. Son puntos de inflexión, paquetes de regalo sorpresa con un envoltorio por desgracia no siempre llamativo que abrimos o no y que, aún siendo la mayoría de las veces discretos, tienen la capacidad de cambiar radicalmente algo, muchas veces cosas insignificantes para el mundo pero muy importantes para nosotros. Si alguna vez habéis abierto uno de esos regalos, sabréis a lo que me refiero, estoy convencida de que gracias a haber elegido bien en alguna de esas oportunidades, atesoráis un recuerdo, un amigo, un amante, un trabajo, un triunfo de cualquier tipo en el que os hace felices pensar.
Lo realmente terrible de todo esto, es que muchísimas veces reconocemos el regalo, pero nos da miedo abrirlo por lo que pueda significar o intentamos aplazar la decisión de si abrirlo o no y lo dejamos en un estante planeando hacerlo más adelante, cuando nos venga bien o estemos seguros, pensando que se quedará allí para siempre y, escuchadme atentamente, no es así, tienen caducidad siempre. Si no aceptamos el regalo, se va, lo perdemos, desaparece. Aunque me resisto a ello, consciente de que tiene algo de "autofustigamiento", a menudo caigo en pensar que si nos llega uno de esos paquetes y no nos atrevemos a aceptarlo y a disfrutar de su contenido, si no le damos toda la prioridad a lo bueno que nos ofrece, nos merecemos el tener una vida mediocre, el ahogarnos hasta morir en un "qué hubiese ocurrido si" infinito por torpes, cobardes e idiotas. Todo es cuestión de elecciones y nadie dijo que el camino a la felicidad tuviese que ser fácil. "La fama cuesta", lo realmente bueno, a veces, también. Pensadlo.
Otto tuvo que tomar la decisión que le puso en las manos Ana en esta escena preciosa de "Los amantes del Círculo Polar" de Julio Medem
Esta noche te espero en mi cuarto, salta por la ventana ¡Valiente!
Será cuestión en la mayoría de los casos de echarle narices... supongo. Reconozco no ser demasiado bueno en eso de hacerse el valiente.
ResponderEliminarCasi nadie lo es/somos, pero reconocerlo es el primer paso para intentar cambiarlo ¿No? ;-)
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