La belle dame sans merci. John William Waterhouse (1893)
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VII
Halló por mí raíces dulces,
y miel silvestre y maná fresco.
Y en una extraña lengua dijo:
“En verdad que te amo.”
Halló por mí raíces dulces,
y miel silvestre y maná fresco.
Y en una extraña lengua dijo:
“En verdad que te amo.”
(“La belle dame sans merci” de John Keats)
* (Nota)
Sonrío.
El monstruo sonríe.
Siempre lo hace con la
suficiencia del triunfador que piensa que lo que no se ve es a menudo lo más
poderoso. Me sabe suya, me obliga a sonreír y se estremece de placer sabiendo
lo que ocasionará esa sonrisa, la trascendencia que tendrá ese gesto que
aparenta ser tan inocente.
El hombre sonríe.
Lo hace creyéndose ganador, sin
saber que acaba de vender su alma por una sonrisa maldita, que ya no hay vuelta
atrás, que jamás se olvidará de ella.
El monstruo canta y yo escucho su
canción desquiciada, sus gruñidos de depredador satisfecho que quedan ahogados
por mi coraza de piel.
Navego en los ojos del hombre
buscando la huella de su perdición y la encuentro atada al amor que rebosa su
mirada y que quizás le impide ver las llamas ardiendo en el fondo de mis
pupilas. Miro más allá y encuentro algo inesperado: el fuego intenso que arde
en las suyas, el odio, la rabia y el miedo que anidan en su alma. Y aún más al
fondo, en las profundidades abismales, una ternura inmensa y unas ganas
infinitas de aniquilar la soledad que le destroza.
Me tiemblan las piernas. De
repente, me siento muy unida al monstruo. Juntos notamos un sabor extraño en la
garganta, dulce y salado a la vez, como al beber lágrimas de un rostro amado o
comer nubes de azúcar con los dedos manchados de agua de mar. Es el sabor de la
anticipación de algo que se desea y se teme. Sabe a primer beso, a temblores de
amor.
El monstruo y yo bailamos con una
alegría casi demente, sabedores de que el hombre es nuestro reflejo.
Ya no temo arañar su corazón y
dejarlo morir desangrado, empujada por el ansia caprichosa del monstruo. Esta
vez morderé fuerte, sí, pero después curaré sus heridas a lametones y besaré
cada cicatriz que huela a tiempo vivido.
Y sé que no me iré.
Un delirio se ha apoderado de mi alma: devorar y ser devorada,
cazar y ser cazada, domar y ser domada, amar y ser amada, sinergia de monstruo
a monstruo. La perfección.
Me acerco al hombre y sonrío.
El monstruo sonríe.
El hombre sonríe.
Y esta vez sólo hay ganadores.
*Este cuento nació en mi mente enlazado a este tema y a "La belle dame sans merci" de John William Waterhouse. Por eso me gustaría que escuchases la música mientras lo lees. Yo misma lo recité con ella de fondo, aunque después el destino hizo que se perdiese el archivo. Quizás sea mejor así, quizás no sea yo quien deba leerlo y estropear esas deliciosas notas limpias que se acaban fundiendo en un maravilloso éxtasis de voces. Hoy ha vuelto a mi cabeza esta historia. Será que soplan vientos de redención. Sea como sea, esta canción ,que siempre sentí como mía, quiero compartirla contigo. Y ahora hablo en singular.
Pincha aquí para leer La belle dame sans merci de John Keats completo en inglés y en castellano
Sé que descontextualiza totalmente un texto tan genial pero la frase "Y esta vez sólo hay ganadores" me ha recordado al episodio de los Simpson del minigolf y la apuesta de Homer y Ned con lo de "el padre del que no gane". Lo sé, es una ridiculez que no convendría relacionar con tu texto pero necesitaba sacarlo de mi cabeza.
ResponderEliminarEspero que un abrazo virtual valga como compensación por mi maldito comentario.
Allá que va ese abrazo. ;)
Jajajaja
EliminarAcepto abrazo, pero no como compensación, yo soy de la opinión de que un poco de tontería nunca viene mal ;)
;)
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