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jueves, 17 de julio de 2014

Lejos de las leyes de los hombres

Bisonte Cueva de Altamira en Santillana del Mar
Bisonte hembra. Cueva de Altamira. Santillana del Mar
Al principio de los tiempos, observaba a los bisontes antes de atraparlos en abrigos de piedra y sangraba manos y sexos de ocre y magia en las paredes. Los hombres me veneraban. Ese es mi primer recuerdo.

Después pasaron tiempos eternos, los dioses repartieron sus deseos y caprichos por el mundo, cambiaron los hombres, cambiaron los pensamientos, llegaron el hierro, los barcos y el dinero y su codicia. Yo me escondí en los bosques inhabitados, asomándome de vez en cuando para ver transcurrir la historia.

Salí de los límites de la noche para preguntar al Oráculo de Delfos por qué siempre me cogías de la mano en sueños, si aún no sabía quién eras ni como olía tu piel. Pitonisa, en silencio, me enseñó un espejo en el que vi reflejado el infinito. Creí entender y me fui a esperar que aparecieras.

Los hombres volvieron a cambiar. Esta vez ellos fueron de hierro y acero, la guerra se fue haciendo más grande y también los palacios, los castillos, las ambiciones y las fronteras. Los hombres mataron a los dioses pasionales, pervirtieron las ideas del dios solitario y aburrido y le hicieron crecer para luego intentar alcanzar su reino con catedrales que arañaban el cielo. Viajé por todos los territorios, vi otros dioses antiguos asesinados y vi aparecer dioses nuevos nacidos, ya sin vida, de manos humanas. Mientras, esperaba y observaba, escondida entre las gárgolas, aquel mundo que cada vez me era más ajeno.

Los bosques empequeñecían por momentos. La guerra ya no era guerra, era exterminio. Todo moría a mi alrededor. Los hombres atraparon el mundo en pequeños artefactos y contaron que habían llegado a la Luna, pero ella ni confirmaba ni desmentía, mantenía su sonrisa impasible, irónica. Más tarde sí llegaron, mancillaron las estrellas con su presencia, despertaron a los dioses que allí vivían y ellos comenzaron su lento viaje hasta nuestro planeta para poner orden.

Y ocurrió que un día te encontré fuera de los sueños y no supe que hacer. Inquieta, alteré el transcurrir de los tiempos, las mareas, las lluvias y las estaciones. Bailé la sensual danza de la serpiente, capaz de hacer surgir mundos y pasiones y te llevé a nadar al estanque del que nacen todos los deseos. Tú tenías un pasado, yo tenía mil pasados. Me sentí cada vez más pequeña y más frágil y me di cuenta de que me había vuelto mortal. Entonces, me cogiste de la mano, como en mis sueños, y me sentí más viva que nunca cuando me llevaste, por fin, a pasear por tu vida.

Obviamente, no podía haber mejor canción para hoy que Lejos de las leyes de los hombres de El Último de la Fila, que siempre me ha gustado mucho.


Yo he visto las maravillas de la creación 
sin ni tan siquiera abrir los ojos. 
Y tu siempre has estado a mi lado, 
a miles de kilómetros o entre mis brazos. 

Te amo como se ama por primera vez, 
cuando aún no hay constumbres. 
Lejos de las leyes de los hombres, 
donde se diluye el horizonte. 

He visto el paraíso y el infierno 
sin ni tan siquiera abrir los ojos, 
y tu siempre has estado a mi lado, 
a miles de kilómetros o entre mis brazos. 

Te amo como se ama por primera vez 
cuando aún no hay costumbres. 
Lejos de las leyes de los hombres 
donde se diluye el horizonte

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miércoles, 25 de junio de 2014

Desde mi pequeña nave de hojalata

Fotograma de Gravity. Astronautas, espacio
Fotograma de Gravity

Recuerdo tu sonrisa escondida tras el polvo cósmico, tu voz viajando a la velocidad de la luz hasta mis oídos, tus deseos teletransportados, los secretos de tu viaje por la vida, tu doble cara misteriosa. Recuerdo también que en mitad de la tormenta de asteroides, extraviamos el rumbo, soltamos los amarres y nuestras naves se perdieron en órbitas distintas. Nos fuimos alejando: tu voz cada vez más tenue, las palabras más diluidas en ese todo que se iba convirtiendo en nada, tu imagen desdibujándose en la pantalla, volviéndose transparente, hasta que dejé de verte. Recuerdo bien el abismo entre nosotros creciendo con terrorífica celeridad, esa masa de negrura infinita que nos fue engullendo, el vacío, el silencio. También que justo antes de eso fuimos dioses, demiurgos, un Big Bang, y que de la nada en que flotábamos hicimos algo parecido a un amor extraño entre astronautas con trajes espaciales. Tal vez tenías razón y no es posible juntar mundos situados a años luz, pero yo nunca quise creerte. Tú habías olvidado que con voluntad se construyen futuros, que sin esa fórmula que une intención e ilusión nadie habría podido volar, y yo no supe recordártelo. Te dejé partir. Comprendí que hay cosas que debes entender por ti mismo. Yo me quedé en el espacio, orbitando en torno a una idea en mi pequeña nave de hojalata, ingrávida, navegando en un sueño sin fin. Tú volviste a la Tierra, aún no sabías volar, necesitabas la realidad como combustible, a mí me valía con darle cuerda a mi esperanza. Ahora que ha pasado algo de tiempo, lanzo este mensaje al espacio con las coordenadas del lugar donde habito, dejando en manos del destino el que lo captes, por si quieres volver a buscarme, por si ya te han crecido las alas.

La canción de hoy es "Perdidos" de Iván Ferreiro

 

Cuando las ventanas lloran una fuerza
me secuestrará
La noche cerrada cerca muy cerca de ti
Rueda la noche estrellada
sobre mi cabeza
Sácanos de aquí
Y si lo que no ha pasado ya no tiene
porqué pasar
Y si no es posible y no
nos vienen a buscar
Todo lo que yo intenté nada de lo que
decir
Nada es siempre nada y
nada lo contestará
Y si lo que no ha pasado
ya nunca vendrá
Solo se que alguna vez me sentí especial
Una y otra vez con una vuelta más de luz
Nunca más sin ti para ver volver
lo que prometí
Y si lo que no ha pasado ya no tiene
porqué pasar
Y si no es posible y no
nos vienen a buscar
Todo lo que yo intenté
nada de lo que decir
Nada es siempre nada y
nada lo contestará
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