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lunes, 13 de febrero de 2017

La mirada del pájaro psicopompo



Eric Lacombe (2015)
Después de infinitos días, anoche recordé cómo dormir. Quizás la Luna llena, vestida de oscuridad, perdió la fuerza que me hace aullar con los sentidos alerta cada plenilunio, quizás fueron las buenas noticias las que me acunaron como una madre protectora, tal vez mi corazón encontró en el sueño el remedio a sus inquietudes o puede que me besarse en la frente quien guía mis pasos por el otro mundo. En cualquier caso, dormí. Y al despertar, al otro lado del cristal, atravesando la lluvia, me encontré la mirada del pájaro psicopompo que volaba hacia mí con mi alma entre sus patas. También traía mis letras perdidas y mi corazón agujereado en el pico. 
¿Otra vez? le dije. 
Abrió el pico y lo dejó caer. 
Deberías darme las gracias, sólo sangran los corazones vivos respondió. 
Y sonreí, pensando que había verdad en sus palabras.


*Algún día compraré cuadros de Eric Lacombe. Adoro su arte.

jueves, 14 de enero de 2016

Mientras arde el cielo, hay versos congelándose en el asfalto.



Mientras arde el cielo, hay versos congelándose en el asfalto.

La ciudad huele a coche y humedad. También a comida, vidas ajenas y edificio viejo.

Camino solitaria por la acera casi vacía, pensando, todavía con sabor a pastel en los labios.

Un loco, del que venía observando su paso errático desde lejos, se cruza conmigo invadiendo mi espacio. Es hermoso, tiene el pelo largo y revuelto y sonríe todo el tiempo de forma desquiciada. No puedo evitar dar un paso atrás movida por el instinto, aunque no me asusta. Sin que me de tiempo a evitarlo, acerca su cara a la mía y, mirándome fijamente, me dice con una voz muy profunda que yo tengo el brillo en los ojos. Eso me reconcilia con el mundo y esbozo una medio sonrisa que lleva una pregunta dentro. Pero ya es tarde, sin dejar de hurgar en mis pupilas, se aleja con un paso como de bailar, el mismo con el que llegó hasta mí. En ese momento, me acuerdo de la pareja de retrasados que esa misma mañana se besaba con pasión desmedida en el metro y me fulmina el pensamiento de que lo que es una verdadera tragedia es ser un loco infeliz.

Tres hombres jóvenes y elegantes fuman en la puerta de un hotel. Uno me mira a la cara con impertinencia desafiante de triunfador, otro intenta traspasar la frontera de mi abrigo con ojos curiosos, el tercero se mira los pies. Yo no retiro la mirada, no me imponen los hombres grises por más que se fumen el tiempo. Entonces, pienso que los tipos con traje sueñan con morderle la boca a chicas despeinadas con olor a libertad, esas con las que nunca se casarían, las que se quedan enquistadas para siempre en sus corazones aburridos.

Ralentizo el paso, no quiero llegar al autobús, sólo quiero caminar sin nadie al lado que interrumpa mi diálogo interior. Tengo una tristeza profunda agarrada con fuerza al plexo solar y en el corazón algo que hace cosquillas, una impaciencia, algo así como la tensión contenida de los músculos de una fiera a punto de saltar. El Monstruo está dejándose domar acunado por las palabras del hombre y yo, confusa, retuerzo la mente hasta el sinsentido tratando de negarme a mí misma, aunque sé que es tarde para eso. El Monstruo derrama su pureza sin artificios y cura o hace daño a quienes ama si le abren la puerta invisible en un intercambio empático. Ese es su don y su miedo. A cambio, entrega mi alma, mi cuerpo y su devoción. No hay medias tintas en el sentir de los que no visten normas.

Al acercarme a la estación, la calle se va llenando de gente. Descubro a una mujer observándome, después un hombre que va con otro hombre y más tarde una señora mayor. Me doy cuenta de que mis ojos se han convertido en ventanas que dejan ver mi interior y me apresuro a cerrarlos. 

Hace frío y mi paseo se acaba. Tengo canciones recurrentes dando vueltas en mi cerebro al mismo tiempo que divago de forma poética.

La ciudad se queda atrás mientras yo me alejo en el vientre de una ballena de tierra. Te pienso y sonrío. Aunque duela. 


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miércoles, 26 de noviembre de 2014

Llegaron las canteras gritando muerte

   
"Suavidad". Foto hecha en El Venero (Cadalso de los Vidrios, Madrid)

       Había vegetación por todas partes y vida grande y pequeña, de la que apenas se ve entre las plantas y también vida de esa en la que no todo el mundo cree, la que forman los seres mágicos que, aunque lo hagan secretamente, comparten el bosque con nosotros. Animales hermosos lucían su pelaje, sus colmillos y sus cornamentas y dejaban su huella entre los árboles mientras majestuosas rapaces vigilaban el cielo. Era un paraíso de belleza hasta que llegaron las canteras gritando muerte con su voz de pólvora. Y la vida estalló en pedazos de suelo roto, de roca astillada, de raíces arrancadas, de árboles centenarios supervivientes de mil peligros asesinados en un segundo, de pequeños animales e insectos destrozados. Tan brutal como un devastador trueno que esparce su eco por el mundo y llega el fin. Muere la belleza del granito pulido por la Historia, de su gris y de su musgo multicolor y donde había suelo fértil sólo queda roca limpia, el esqueleto blanco y desnudo que surge una vez arrancadas piel y carne. Un aullido de dolor y de incomprensión hecho de millones de voces verdes y animales surge entre la espesura, pero a nadie parece importarle ese grito mudo que se apaga en segundos dejando un silencio mortal. Llegan los hombres y, como carroñeros, arrancan los restos de vida que quedan, trocean los huesos del cadáver del bosque y se lo llevan en camiones. Prometen subsanar su infamia volviendo a instaurar la vida, como si fuese posible restaurar una obra de arte que la Naturaleza lleva tallando y puliendo millones de años. Los animales que siguen vivos huyen, las aves buscan lugares cuya visión desde el cielo no les deslumbre por su blancura, un paisaje menos apocalíptico donde sea posible encontrar alimento, los hombres sensibles ya no pasan por allí para no llorar. Los responsables y sus consentidores duermen tranquilos, con sus bolsillos cubiertos, sin darse cuenta de que lo que han hecho les pasará factura. A ellos y a todos nosotros.

      Un día os hablaré de como veía yo de niña las canteras, cuando ya me parecían un reflejo del Infierno y aún no se habían comido ni una pequeña parte del bosque que rodea Cadalso de los Vidrios. Ahora cada vez que paseo por la zona de canteras se me saltan las lágrimas. El bosque sufre y a mi me duele porque desde siempre viven allí muchos de mis recuerdos, de los antiguos y de los que sigo creando. 
      Encabecé este texto con una foto de un lugar llamado El Venero que siempre ha sido un lugar adaptado para disfrutar del campo la gente de la zona. Ahora, como si fuese una isla en medio del horror, está rodeado de canteras como esta que aparece en la foto que os pongo a continuación para que veáis la devastadora diferencia. Qué pena. Ojalá algún día las prohíban.

El Venero. Cantera Oeste. Foto MTI Minas Comunidad de Madrid
Canteras de Cadalso de los Vidrios. El Infierno a vista de pájaro



sábado, 25 de octubre de 2014

La luz más bella


       Acabo de verlo. Un rayo de sol decadente atravesando la sombra de los pinos caóticos, de los árboles ordenados del jardín y de las rejas de la ventana. Asomaba entre las cortinas, inmensamente cálido, inexplicablemente vivo. Esa es la luz japonesa, la luz entre capas de oscuridad. La luz más bella.

*Al final de este otro artículo que escribí tiempo atrás, Vivir antes de que la vida decida que hemos vivido bastante. El elogio de la sombra, hablé también de la luz japonesa basándome en el libro Elogio de la sombra del genial Junichiro Tanizaki.

lunes, 20 de octubre de 2014

En el rincón secreto del Lobo

El Arrodillado de piedra. Foto Mar Goizueta
El arrodillado de piedra

       Allí donde el Hombre Lobo acostumbra a cambiar todo está distinto con la llegada del otoño. Todo menos el Hombre de Piedra, que eterno y humillado paga su pecado de rodillas. Las telas de araña del suelo se llenan de gotas brillantes de agua y los arroyos empiezan a resurgir de su letargo, de su verano de escondites y disimulos, luchando con su propio afán de ocultar que son la sangre de la tierra.

       Una libélula roja me sigue en mi caminar entre charcas y riachuelos. Yo me quedo quieta y ella me mira, flotando suave, casi ingrávida, como si levitase, a una distancia tan minúscula de mi cara que está lejos de ser prudencial. Me mira a los ojos con los suyos complejos, directa y atrevida. Sabe que conozco su secreto. Con el lenguaje silencioso del pensamiento, yo le aseguro que no lo voy a contar, que mucho tiempo atrás se lo prometí a la gran Reina Azul un día en que me buscó, se posó en mi cuerpo y me habló. Ella da una vuelta a mi alrededor y se despide dejando tras de sí un deseo envuelto en un halo de polvo estrellado a modo de regalo. Las libélulas siempre son agradecidas.

       Es un día extraño. Las águilas vuelan más bajo de lo habitual en una fascinante danza aérea, los saltamontes andan reunidos en un claro del bosque y dos mariposas me observan. El bosque rebosa de vida, de ocre, de verde, de rojo y de agua y yo siento crecer raíces en las plantas de mis pies y hojas entre mi pelo.

       A lo lejos lo veo, está escondido detrás de una roca. Su curiosidad le hace imprudente y observo asomar su cabeza y su cuello. Entre el pelaje brillan sus ojos. No puedo ver su expresión pero no me asusta, de alguna manera estamos conectados y nunca me va a hacer daño. Cuando me vaya de aquí, junto a mi olor, dejaré un rastro de hojas que iré tirando. Puede que así un día vuelva a ver sus ojos amarillos a través de mi ventana.

Nadie mejor que The Cure con su "A Forest" para ponerle música a un bosque donde pasan tantas cosas 


Come closer and see 
See into the trees



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miércoles, 3 de septiembre de 2014

El animal que hay en mi

Patíbulo. Foto Mar Goizueta
Patíbulo. Mar Goizueta
A veces la inquietud llega como un presagio de tormenta, con una presión en el plexo solar y la sensación de un nudo apretando la garganta. Es un hormigueo recorriendo los músculos, la piel, los huesos, el alma. Es abismo, vértigo, miedo, alerta y sublimación. Y cuando llega, el animal que vive en mi quiere salir corriendo, trepar por las paredes, oler el aire hasta que revienten los pulmones, comer estrellas, huir, bailar, esconderse, morder, disolverse en agua, soñar hasta agotarse. En esos momentos, prescindir de la racionalidad y dejar al animal libre durante un tiempo para evitar caer en la locura es una absoluta necesidad.

La música hoy la pone David Bowie como la puso en 1982 en la B.S.O. de Cat People de Paul Schrader, una de mis películas míticas, con mi amado Malcolm McDowellNastassja Kinski como protagonistas



Cat people (Putting out fire)
David Bowie

See these eyes so green
I can stare for a thousand years
Colder than the moon
Well, it's been so long

And I've been running on fire
With gasoline

See these eyes so red
Red like jungle burning bright
Those who feel me near
Pull the blinds and change their minds

It's been so long

Still this pulsing night
A plague I call a heartbeat
Just be still with me
But you wouldn't believe what I've been through

You've been so long, well, it's been so long

And I've been putting out the fire with gasoline
Putting out the fire with gasoline

See these tears so blue
An ageless heart that can never mend
Tears can never dry
A judgement made can never bend

See these eyes so green
I can stare for a thousand years
Just be still with me
You wouldn't believe what I've been through

Well you've been so long, it's been so long

And I've been putting out fire with gasoline
Putting out fire with gasoline

Putting out fire
I've been putting out fire

Well it's been so long, so long, so long
Yes it's been so long, so long, so long
I've been putting out fire

Been so long, so long, so long
Been so long, so long, so long
Been so long, so long, so long

viernes, 22 de agosto de 2014

Hoy la noche tiene una inquietante tranquilidad

circo

Hoy la noche tiene una inquietante tranquilidad, como de presagios extraños o de previsión de sueños revueltos. En esta noche sin Luna, los hombres lobo andan callados, meditando sobre sus vidas, los vampiros sollozan su soledad y los fantasmas se dejan llevar por vientos cambiantes. En un paisaje absurdo junto al cementerio, un circo ofrece su espectáculo a muertos y no vivos, los murciélagos planean en vuelo rasante sobre los recuerdos, los gatos deambulan con un plan en su mente y los perros enmudecen. En esta noche extraña, una mujer con estrellas en los ojos mira por la ventana, escribe, añora, anhela y piensa. 



jueves, 7 de agosto de 2014

Las lechuzas no son lo que parecen cuando las fantasías tienen vocación de realidad

Mira, mis ojos cambian de color. Foto Mar Goizueta

Una niña aguanta la respiración en el agua. Sueña que es una sirena. Por la noche, en la calle, una niña le grita a la Luna que no se vaya. Son la misma niña, la que yo fui mil años atrás.

Al volver a casa llena de noche, me asomo al espejo y veo abismos en mis ojos cambiados de color y con pupilas contraídas. Recuerdo a la lechuza que gritaba vigilando mi retorno desde el edificio abandonado y sueño ser humana.

A veces, la vida que merece la pena es la fantasía hecha realidad antes de que la niebla la borre.

La canción no podía ser otra que "Twin Peaks" de mi amado Iván Ferreiro 


#TwinPeaks #IvánFerreiro #LadyLeño #LogLady 

martes, 5 de febrero de 2013

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