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miércoles, 14 de junio de 2017

La sonrisa maldita


La belle dame sans merci. John William Waterhouse (1893)

VII
Halló por mí raíces dulces,
y miel silvestre y maná fresco.
Y en una extraña lengua dijo:
“En verdad que te amo.”
(“La belle dame sans merci” de John Keats)

* (Nota)

Sonrío.
El monstruo sonríe.
Siempre lo hace con la suficiencia del triunfador que piensa que lo que no se ve es a menudo lo más poderoso. Me sabe suya, me obliga a sonreír y se estremece de placer sabiendo lo que ocasionará esa sonrisa, la trascendencia que tendrá ese gesto que aparenta ser tan inocente.
El hombre sonríe.
Lo hace creyéndose ganador, sin saber que acaba de vender su alma por una sonrisa maldita, que ya no hay vuelta atrás, que jamás se olvidará de ella.
El monstruo canta y yo escucho su canción desquiciada, sus gruñidos de depredador satisfecho que quedan ahogados por  mi coraza de piel.
Navego en los ojos del hombre buscando la huella de su perdición y la encuentro atada al amor que rebosa su mirada y que quizás le impide ver las llamas ardiendo en el fondo de mis pupilas. Miro más allá y encuentro algo inesperado: el fuego intenso que arde en las suyas, el odio, la rabia y el miedo que anidan en su alma. Y aún más al fondo, en las profundidades abismales, una ternura inmensa y unas ganas infinitas de aniquilar la soledad que le destroza.
Me tiemblan las piernas. De repente, me siento muy unida al monstruo. Juntos notamos un sabor extraño en la garganta, dulce y salado a la vez, como al beber lágrimas de un rostro amado o comer nubes de azúcar con los dedos manchados de agua de mar. Es el sabor de la anticipación de algo que se desea y se teme. Sabe a primer beso, a temblores de amor.
El monstruo y yo bailamos con una alegría casi demente, sabedores de que el hombre es nuestro reflejo.
Ya no temo arañar su corazón y dejarlo morir desangrado, empujada por el ansia caprichosa del monstruo. Esta vez morderé fuerte, sí, pero después curaré sus heridas a lametones y besaré cada cicatriz que huela a tiempo vivido.
 Y sé que no me iré.
Un delirio se ha  apoderado de mi alma: devorar y ser devorada, cazar y ser cazada, domar y ser domada, amar y ser amada, sinergia de monstruo a monstruo. La perfección.
Me acerco al hombre y sonrío.
El monstruo sonríe.
El hombre sonríe.
Y esta vez sólo hay ganadores.

*Este cuento nació en mi mente enlazado a este tema y a "La belle dame sans merci" de John William Waterhouse. Por eso me gustaría que escuchases la música mientras lo lees. Yo misma lo recité con ella de fondo, aunque después el destino hizo que se perdiese el archivo. Quizás sea mejor así, quizás no sea yo quien deba leerlo y estropear esas deliciosas notas limpias que se acaban fundiendo en un maravilloso éxtasis de voces. Hoy ha vuelto a mi cabeza esta historia. Será que soplan vientos de redención. Sea como sea, esta canción ,que siempre sentí como mía, quiero compartirla contigo. Y ahora hablo en singular.


Pincha aquí para leer La belle dame sans merci de John Keats completo en inglés y en castellano


domingo, 2 de agosto de 2015

Impura

Cueva de Tito Bustillo. Camarín de las Vulvas (Asturias)

Arrastró sus pies y su vergüenza fuera del perímetro de la aldea, condenada al aislamiento por impura, por provocar con su femineidad la sangre que brotaba entre sus piernas. Caminaba aterrorizada, pensando en las noches que le esperaban en el abrigo solitario, con las bestias rondando su carne fresca y desprotegida y la noche húmeda de la cueva como único refugio.

Fueron pasando los días de su Luna y de mucho observar el mundo instada por el miedo, hizo sabiduría y tanto horror acumulado se convirtió en oscuridad. La negrura que anidó en su interior fue una invocación para el Mal, que acudió galante a su llamada, y en él encontró la ausencia de temor que necesitaba.

Cuando llegó la hora de regresar, ya no quedaba nada de la niña que se fue. Lo último que vio cada uno de los habitantes del poblado fue algo parecido a una mujer con sangre goteando de su boca terrible, un largo cabello enmarañado y el delirio en sus ojos enrojecidos, tan acostumbrada a la soledad, que limpió el poblado de toda humanidad que pudiese perturbar el silencio de su nueva vida muerta.

* La imagen es una fotografía del Camarín de las Vulvas, en la Cueva de Tito Bustillo (Asturias)
#ArtePrehistórico #TitoBustillo 
*Microterror en 200 palabras para el concurso Microterror III de El Círculo de Escritores

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viernes, 8 de mayo de 2015

L'amour fou

The Camden Town Murder o What Shall We Do for the Rent? -  Walter Sickert (1908)

L'amour fou


Su corte es exquisito, cada incisión precisa; maneja como un virtuoso su cuchillo de filo de bisturí, deslizándolo suavemente, como si cortase con un pincel o con el arco de un violín, moviendo sus manos de prestidigitador en una especie de baile hipnótico. Es un artista, un creador que con su arte transforma la prosaica carne en materia prima digna de un escultor, noble como el mármol de Luna.

“Su carne es suave y blanca como el alabastro”, decía acariciando con delirio mi piel mientras dividía delicadamente mi cuerpo en partes con sus expertas manos de cirujano.

Sólo dolió el primer tajo, certero y mortal. Un dolor intensísimo, tan demencial que acabó en desmayo y luego, con la sangre derramada, llegó la Muerte, dulce, ingrávida y liberadora. Y ya no pude despertar.

Nunca me habían amado tanto. Ninguno de aquellos hombres que compraban mi tiempo trató mi carne con tanta suavidad. Eran hombres perdidos a los que les daba igual todo excepto la soledad y su necesidad animal, bestias arrastradas por el instinto que querían aprovechar hasta el último minuto pagado. Ellos raspaban con manos rudas y ansiosas mi piel y avasallaban el interior de mi cuerpo de forma implacable. Confieso que, aunque casi siempre me asqueaban, había momentos en que me llegaba a gustar, no como cuando lo hacía con aquel primer hombre que creí amar entre el miedo y la inexperiencia, aquello era otra cosa que resulto no ser ni el amor ni el placer absolutos. Supongo que el placer sórdido es menos sórdido cuando vives en la mierda o cuando implica comida y calor. Eso me decía a mí misma al sentir temblar mi centro de gravedad mientras perdida en algún lugar de mi mente, arañaba las sábanas mugrientas o la espalda de mi ocasional invasor.

Mi último amante fue distinto, penetró hasta mi más profundo reducto con paciencia, recreándose en cada fragmento del camino para luego ir haciendo surcos en mi carne con su herramienta afilada. Flotando por encima de la escena, yo disfrutaba de su amor, de su forma de besar mi boca muerta con una dulzura que nunca antes habían probado mis labios, de cómo acariciaba con mimo cada pieza que desgajaba de ese cuerpo que había sido yo. Y al verlo, me enamoré por primera vez de una forma devastadora. Él era muerte y yo estaba muerta, así encontré la lógica de nuestro amour fou. Desde entonces no me separo de él. Nunca más ha vuelto a matar. Cuando alguna vez se olvida por un momento de nuestro amor y mira codiciosamente a otra, yo reconduzco sus deseos o ahuyento a las posibles víctimas con mis habilidades de fantasma y en compensación, cuando duerme, beso sus labios con los míos de aire y acaricio su cuerpo durante horas para que me sueñe. Y lo consigo sin dificultad, fueron muchos años aprendiendo a convertir mi cuerpo en objeto de deseo hasta que llegó el amor, ese que ahora sólo guardo para él.

*The Camden Town Murder o What Shall We Do for the Rent?  Walter Sickert  (1908) es el título del cuadro que ilustra el cuento


Walter Sickert y Jack el Destripador


Los que me leéis habitualmente ya sabéis que me cuesta separar la literatura del Arte, que casi todo lo que escribo lo relaciono con algo visual. En esta ocasión, en cuanto empezó a surgir el relato en mi cabeza, se unió a él la intrigante figura del pintor impresionista Walter Sickert, por su curiosa biografía y por su serie de cuadros relacionados de una forma o de otra con los famosos asesinatos de Camden Town, que tuvieron lugar en torno a 1907. Hay teorías que relacionan a Sickert con Jack el Destripador, acusándolo de ser el famoso asesino o de ser cómplice de alguna manera. La culpa de esto la tienen su gusto por pintar escenas que inevitablemente llevan a pensar en los asesinatos, de plena actualidad en la época en que pintó sus cuadros y el que, según parece, gustaba de ser el centro de atención contando historias sórdidas como que el anterior ocupante de su habitación había sido un estudiante de veterinaria loco al que sus padres, tras descubrir su doble identidad como Jack el Destripador, habían recluido en un manicomio de forma discreta. A todo esto, se une un supuesto hijo ilegítimo que proporcionó ciertas informaciones a un periodista llamado Stephen Knight que no dudó en escribir un libro en el que mencionaba a Sickert como tercer integrante de un grupo de asesinos formado también por el médico real Sir.WilliamWhithey Gull y el cochero John Charles Netley, cuya unión dio lugar a la figura del conocido asesino de Whitechapel. La escritora Patricia Cornwell también ha escrito sobre Sickert y su relación con los asesinatos.

En torno a esto hay múltiples teorías y entrecruzamientos de historias en los que no voy a entrar, aunque os invito a indagar, ya que el tema es fascinante, como fascinante ha sido siempre la historia, jamás resuelta, de Jack el Destripador.

Lo que sí voy a hacer es enseñaros algunas obras más de esta serie que resultan ciertamente perturbadoras y el rostro de Sickert, porque imagino que a estas alturas estáis deseando verlo.

Empezaremos por el cuadro llamado La habitación de Jack el Destripador (Jack the Ripper's Bedroom), que forma parte de los fondos de la Galería de Arte de Manchester y que, como podéis ver, es bastante claustrofóbico, me pregunto si tanto como la mente de un asesino.

La habitación de Jack el Destripador (Jack the Ripper's Bedroom)Sickert

Continuamos con otra inquietante imagen salida de los pinceles del extraño Sickert. En este caso el título también es The Camden Town murder.


Y por último el rostro de Walter Sickert, para los más curiosos.


#JackElDestripador #JackTheRipped #CandemTown #Whitechapel #WalterSickert

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miércoles, 11 de marzo de 2015

El día que Caronte abandonó su barca

El paso de la Laguna Estigia Joachim Patinir , hacia 1510
El Paso de la Laguna Estigia
Joachim Patinir. (Hacia 1510)
El 11 de marzo de 2004 mi teléfono comenzó a sonar casi antes de abrir los ojos. Voces preocupadas al otro lado querían saber si estaba viva, si se me había ocurrido coger un tren para ir a Madrid. Entonces supe el porqué de no haber dormido bien aquella noche. Desayuné sin hambre, sin dejar de intentar enterarme de todo por las noticias. Los zapatos que había planeado comprar aquella mañana dejaron de tener importancia, como todo lo demás. Ni siquiera importaba ir a trabajar o no. El estómago se me hizo un nudo pensando en tantos amigos cogiendo trenes para ir a trabajar, a estudiar. El miedo y la preocupación lo invadieron todo. Después llegaron las imágenes, los testimonios y las lágrimas a cada rato mientras veía la televisión en estado de shock. Y llegó el tiempo de escuchar de primera mano las historias trágicas de gente que había perdido seres queridos o que se habían salvado de refilón para volver a casa con la vida rota por mucho tiempo. En realidad, creo que todos nos rompimos de una manera o de otra. Durante mucho tiempo los fantasmas de ojos vidriosos en los que se convierte la gente en el Metro y en los trenes se convirtieron en animales alerta ante cualquier elemento sospechoso. El Miedo viajaba en cada línea, en cada vagón. Ya nadie se dormía camino del trabajo.

Por aquella época yo tenía una enorme página mensual en un periódico de provincia en la que solía mezclar mi amor por el arte con algún suceso que me llamase la atención o con cualquier tema cotidiano o de opinión. Los horribles sucesos de aquel 11 de marzo me llevaron a escribir un artículo que incluía un cuento basado en El Paso de la Laguna Estigia de Patinir, un cuadro que desde siempre cuelga en mi pared, como una ventana a la Mitología, al Arte y a la Muerte. Lo comparto aquí, tal cual lo escribí en su momento.

EL DÍA QUE CARONTE ABANDONÓ SU BARCA

Caronte deja deslizar su barca suavemente, rompiendo las aguas quietas de la Laguna Estigia. Junto a él, dejándose llevar hacia un destino incierto, el viajero, que ha pagado su pasaje con la moneda que le dejaron sus parientes entre lágrimas y que Caronte, codicioso, recogió de su boca antes de dejar que el alma confusa subiese al medio de transporte que la llevaría al otro lado, donde los jueces Minos, Radamantis y Éaco decidirían a qué parte del mundo de los muertos sería enviada. Durante su viaje, el alma contemplará sobrecogida los posibles paisajes de su destino. Si es afortunada, llegará a los Campos Elíseos, si es considerada mediocre, llegará a la Llanura de Asfódelos y, en el peor de los casos, será enviada al terrible y oscuro Tártaro, custodiado por el espantoso Cerbero, perro de tres cabezas que impide la entrada de los vivos y la salida de los muertos.

Hacia 1510, Joachim Patinir nos contó esta historia con la maestría de sus pinceles, especialmente notable en cuanto a la representación del paisaje, que realiza desde un punto de vista elevado y en el que las figuras no son sino un mero acompañamiento del lugar donde se desarrolla la acción, algo que no había sido habitual hasta entonces. Se trata de un paisaje irreal, recreado por la imaginación del artista, con un ambiente de fría luz verdeazulada. Esto se debe en parte al tema representado y en parte a que no existía la costumbre de realizar apuntes del natural, entre otros motivos porque hasta esta época, el paisaje siempre se había considerado un complemento de las figuras. Aquí, sin embargo, se extiende hacia el horizonte en distintos planos con lo que se consigue la sensación de profundidad que contribuye al protagonismo de una naturaleza que todo lo llena, convirtiendo a los personajes en comparsa del propio paisaje. La importancia de la naturaleza en Patinir puede atribuirse a que durante su estancia en Amberes a menudo realizaba los fondos para las figuras de maestros como Metsys o Isenbrandt y eso le llevó a considerar como de gran importancia lo que hasta entonces había sido tratado como algo secundario.

Los detalles del cuadro, representados con la minuciosidad propia de los pintores flamencos, entre los que se encuentra Patinir, recuerdan muy de cerca al Bosco, sobre todo en la parte correspondiente al Infierno, con sus fuegos encendidos en la lejanía y la figura terrible de Cerbero descansando.

Para mí, uno de los mayores encantos de este cuadro es que combina la mitología clásica con la religión cristiana. En realidad, si observamos la escena, vemos que está construida desde la dicotomía entre el Cielo y el Infierno cristianos, pero sin perder la esencia de las divisiones del Reino de Hades que cuenta la mitología griega. La esencia cristiana se aprecia principalmente en la orilla correspondiente a los Campos Elíseos, que en este cuadro se convierten en verdadero Paraíso, con ángeles que acompañan a las almas buenas a la Jerusalén Celestial, mientras que el Infierno sigue más de cerca las creencias antiguas al situar a Cerbero junto a la puerta. También es hermosa la contraposición entre la violencia del Infierno, con sus terribles incendios en la lejanía, contrastando con el horizonte del Paraíso, hecho de serenidad y cristalinas construcciones celestes.

La Historia muchas veces se ha nutrido de cuentos contados por historiadores y los cuentos y las historias mitológicas en numerosas ocasiones se han inspirado en hechos de la vida real, a veces hermosos y felices y a veces espantosos y terribles. Nosotros también formamos parte de la historia y por tanto de esos hechos susceptibles de ser narrados, bien científicamente, bien de forma literaria. Por eso, probaremos a contar una de esas historias terribles como si fuese un cuento trágico. 

El día 11 de marzo de 2004, Caronte se vio abrumado por una avalancha de trabajo. Cerca de doscientas almas esperaban para ser trasladadas a la otra orilla. Se hallaban desorientadas porque no conocían qué era lo que había sucedido. Acababan de llegar allí y no sabían si siempre era igual, si todas las almas tenían que esperar tanto para ser admitidas en el nuevo mundo que las aguardaba. Mientras tanto, dioses de todas las religiones, reunidos precipitadamente ante un caso de tal gravedad, decidían el destino de aquellas personas que en vida se inclinaron por unas creencias o por otras. Lo que tenían claro es que no importaba como fueron en vida, aquella muerte cruel y atroz les limpiaba de todo pecado, así que se procedió a hacer sitio en el Paraíso, en los Campos Elíseos y en todos aquellos destinos en los que creyeron y con los que soñaron cuando aún vivían. Se prepararon los ángeles, las huríes, los antepasados, los dioses y en general todos los encargados de recibirles y tratarles como merecían tras su martirio. Caronte, viejo y cansado, no daba más de sí y por ello decidió hacer algunos cambios. Pidió permiso a sus jefes que preocupados como andaban analizando la situación, se lo concedieron. Entonces, Caronte dejó su barca atada a la orilla y, haciéndose con los mandos de los fantasmagóricos trenes, condujo de una vez a todos los que esperaban hacia los mil y un paraísos de sus religiones, ante la atenta mirada de Cerbero que mientras vigilaba por si se filtraba y llegaba al Cielo algún posible terrorista muerto en el atentado, se preguntaba por qué no habían tenido la idea de cambiar antes, cuando aquel terrible 11 de septiembre la Laguna se llenó por completo de almas y restos de avión. La codicia de Caronte quedó satisfecha, pues se contaban por miles las monedas que encontró en los bolsillos de todos los fallecidos. Y después de solucionar este problema, los dioses no descansaron y siguen sin descansar, porque no pueden entender que los seres humanos aún no hayan aprendido que, por encima de los territorios, las ideas o el dinero, está la vida.

No quiero caer en críticas, sólo añadir que cuando se desnuda un atentado de política, solamente queda el dolor y eso es precisamente lo que nunca debe olvidarse, el Dolor, con mayúsculas

jueves, 17 de julio de 2014

Lejos de las leyes de los hombres

Bisonte Cueva de Altamira en Santillana del Mar
Bisonte hembra. Cueva de Altamira. Santillana del Mar
Al principio de los tiempos, observaba a los bisontes antes de atraparlos en abrigos de piedra y sangraba manos y sexos de ocre y magia en las paredes. Los hombres me veneraban. Ese es mi primer recuerdo.

Después pasaron tiempos eternos, los dioses repartieron sus deseos y caprichos por el mundo, cambiaron los hombres, cambiaron los pensamientos, llegaron el hierro, los barcos y el dinero y su codicia. Yo me escondí en los bosques inhabitados, asomándome de vez en cuando para ver transcurrir la historia.

Salí de los límites de la noche para preguntar al Oráculo de Delfos por qué siempre me cogías de la mano en sueños, si aún no sabía quién eras ni como olía tu piel. Pitonisa, en silencio, me enseñó un espejo en el que vi reflejado el infinito. Creí entender y me fui a esperar que aparecieras.

Los hombres volvieron a cambiar. Esta vez ellos fueron de hierro y acero, la guerra se fue haciendo más grande y también los palacios, los castillos, las ambiciones y las fronteras. Los hombres mataron a los dioses pasionales, pervirtieron las ideas del dios solitario y aburrido y le hicieron crecer para luego intentar alcanzar su reino con catedrales que arañaban el cielo. Viajé por todos los territorios, vi otros dioses antiguos asesinados y vi aparecer dioses nuevos nacidos, ya sin vida, de manos humanas. Mientras, esperaba y observaba, escondida entre las gárgolas, aquel mundo que cada vez me era más ajeno.

Los bosques empequeñecían por momentos. La guerra ya no era guerra, era exterminio. Todo moría a mi alrededor. Los hombres atraparon el mundo en pequeños artefactos y contaron que habían llegado a la Luna, pero ella ni confirmaba ni desmentía, mantenía su sonrisa impasible, irónica. Más tarde sí llegaron, mancillaron las estrellas con su presencia, despertaron a los dioses que allí vivían y ellos comenzaron su lento viaje hasta nuestro planeta para poner orden.

Y ocurrió que un día te encontré fuera de los sueños y no supe que hacer. Inquieta, alteré el transcurrir de los tiempos, las mareas, las lluvias y las estaciones. Bailé la sensual danza de la serpiente, capaz de hacer surgir mundos y pasiones y te llevé a nadar al estanque del que nacen todos los deseos. Tú tenías un pasado, yo tenía mil pasados. Me sentí cada vez más pequeña y más frágil y me di cuenta de que me había vuelto mortal. Entonces, me cogiste de la mano, como en mis sueños, y me sentí más viva que nunca cuando me llevaste, por fin, a pasear por tu vida.

Obviamente, no podía haber mejor canción para hoy que Lejos de las leyes de los hombres de El Último de la Fila, que siempre me ha gustado mucho.


Yo he visto las maravillas de la creación 
sin ni tan siquiera abrir los ojos. 
Y tu siempre has estado a mi lado, 
a miles de kilómetros o entre mis brazos. 

Te amo como se ama por primera vez, 
cuando aún no hay constumbres. 
Lejos de las leyes de los hombres, 
donde se diluye el horizonte. 

He visto el paraíso y el infierno 
sin ni tan siquiera abrir los ojos, 
y tu siempre has estado a mi lado, 
a miles de kilómetros o entre mis brazos. 

Te amo como se ama por primera vez 
cuando aún no hay costumbres. 
Lejos de las leyes de los hombres 
donde se diluye el horizonte

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domingo, 13 de julio de 2014

Frida Khalo, la mujer rota

La columna rota Frida Kahlo 1944
La columna rota. Frida Kahlo, 1944
Mujer rota, imagen de ruina y desolación, engrandecida por su afán de afearse, perdida en un árido paisaje de soledad. San Sebastián femenino torturado por las flechas de su propia enfermedad. Mujer de cuerpo roto, mártir, prisionera de sus circunstancias crueles. Mujer pequeña inmensamente fuerte defendiendo sus ideas. Mujer infinitamente amada y amante de su eterno amor Diego Rivera. Mujer llena de vida atrapada en un corsé que limita su mundo.

Así es Frida Khalo y así se retrata a sí misma en este cuadro en que se pinta casi como una mujer edificio compuesta de carne, piedra y corsé.

Frida Kahlo fue una mujer emblemática en muchos aspectos, como pintora por su indiscutible personalidad pero también como mujer que se adelantó a su tiempo, atreviéndose a defender sus opiniones políticas y vitales.

Tuvo una vida difícil marcada por la mala salud. A los seis años enfermó de poliomielitis y en lugar de retraerse al afectar el brote de la enfermedad a su pierna, se dedicó a practicar todo tipo de deportes, desafiando a la sociedad de la época que no veía con buenos ojos que una jovencita jugase al fútbol, practicase boxeo, lucha y natación.

Años más tarde, tuvo un gravísimo accidente que marcó el resto de su existencia. Un tranvía colisionó con el autobús en que viajaba provocándole terribles daños que le dejarían secuelas de por vida. El fuerte impacto transformó a Frida en una muñeca rota en mitad de la calle con la columna quebrada por tres sitios además de fracturas en la clavícula, las costillas y la pierna y el pie derechos. También en ese momento se quebró algo más, su posibilidad de ser madre. Una barra del pasamanos le atravesó la pelvis, convirtiendo en abortos todos sus futuros intentos de darle un hijo a su amado Rivera. Ese día desgraciado hizo que tuviese que ser intervenida más de treinta veces a lo largo de su corta vida, que pasase largas temporadas enfundada en rígidos corsés y que sufriese continuos dolores.

El tiempo que tuvo que permanecer casi sin moverse en los meses siguientes al accidente, durante los cuales descubrieron en una revisión la fractura de su columna, fue lo que la llevó a comenzar a pintar como una forma de evadirse del tedio y también de ampliar sus horizontes más allá de la habitación en la que reposaba.

Frida es un ejemplo de superación para todos aquellos cuya salud limita su vida, porque ella nunca dejó que su mal fuese más fuerte que ella y hasta el último momento luchó por vencerlo. De su desgracia surgió la maestría de su arte y de sus debilidades hacía bandera, manejándolas a su antojo a través de su pincel. Esta obra, titulada “La columna rota”, que pintó en 1944 es el vivo testimonio de su sentir. Se autorretrata erguida, con la mirada desafiante y firme, aunque el rostro inundado de lágrimas deje translucir su intensa tristeza. Pinta su cuerpo algo más fuerte de lo que en realidad era, pero lo representa abierto en canal para que veamos la verdadera causa de su tragedia, esa columna rota que, como si fuese una ruina antigua, apenas puede sostener la estructura del edificio. El paño blanco y los clavos que atraviesan su cuerpo son representaciones de su intenso dolor que la convierte en mártir y recuerdan mucho a la figura de San Sebastián de la iconografía cristiana, a pesar de que Frida mantenía una postura más bien anticlerical, sin por ello renunciar a su herencia cultural ni a las creencias de su pueblo, que utilizaba para representar sus sentimientos en cada momento.

La figura partida en dos se prolonga en los surcos del paisaje que la acoge, un entorno de cielo oscuro y tierras áridas, resecas y agrietadas como su alma herida. De este modo, Frida nos recuerda que su dolor físico tiene reflejo también en su corazón que, aunque nunca se de por vencido, a veces le cuesta asumir tanta desgracia, sobre todo cuando está sazonada por las infidelidades de su idolatrado Rivera, al que, a pesar de todo cuanto le hizo sufrir, nunca dejó de amar obsesivamente.

Magdalena Carmen Frieda Kahlo Calderón, nacida en 1907 y muerta poco después de cumplir los cuarenta y siete años, a pesar de todos sus problemas vivió durante su existencia un torbellino de emociones, de amores, de ideales y de fuerza. Hubo un momento en que, tras la amputación de su pierna, sufrió tentaciones de acabar con su vida pero incluso en ese momento, encontró en el amor por su marido una razón para seguir viviendo.

Frida convirtió su adversidad en riqueza artística, dejando con sus pequeños pies una huella bien firme en la Historia del Arte.


Frida Khalo nació y murió en julio, un día como hoy de 1954. Mi pequeño homenaje consiste en recuperar este texto.
La música la pone la grandísima Chavela Vargas, tan cercana a Frida que no están claros los límites de su amistad. Ni falta que hace.

Sueña Dalí

Dalí a los seis años, cuando creía ser una niña, levantando la piel del agua para ver a un perro que duerme a la sombra del mar . Salvador Dalí, 1950

Dalí a los seis años, cuando creía ser una niña, levantando la piel del agua para ver a un perro que duerme a la sombra del mar . Salvador Dalí, 1950
Sueña Dalí en uno de esos cuadros que escapan directamente del mundo de los sueños. Sueña que es niña, porque niña quiso ser cuando de niño tenía seis años y soñaba ser cocinera. Sueña con su paisaje playero de rocas irreales, con su adorado Mar Mediterráneo y con un perro que robó de un cuadro de Velázquez, al que de vez en cuando deja dormitar en sus lienzos. Sueña con la luz irreal de un verano mágico de luminosidades cegadoras, con ese amarillo que sólo algunos pintores descubren en el mar, con el secreto submundo que el agua oculta. Soñó antes de que yo naciera, soñó cuando yo era niña y ahora yo sueño que escribo sobre el genio que se inventó a si mismo a partir de sus sueños, mientras él sueña ya eternamente.

Dalí, obsesionado por la oralidad, soñó que todo era susceptible de ser devorado y que comer siempre era morir un poco y aún así se abalanzó hambriento sobre las verduras mediterráneas con la misma voracidad que sobre el dinero, el sexo o el conocimiento. Soñó que construía casas de pan con muebles de chocolate y que los banqueros comían los cheques que se les daba y soñando que comía, llegó a la conclusión de que “la belleza será comestible o no será”.

Fue niño sin existencia propia, de nombres heredados del hermano muerto antes de su nacimiento, ni uno sólo de sus cuatro nombres, Salvador Domingo Felipe Jacinto, fue totalmente suyo, todos los compartió con aquel que nunca conoció salvo por una foto retocada que había en su casa y cuya personalidad trataba de imaginar en sus juegos infantiles, cuando simulaba el comportamiento que hubiese tenido el difunto ante las diferentes situaciones o cuando para poder dormir se imaginaba a si mismo muerto dentro de su ataúd.

Dalí conformó su vida a partir del material del que se crean los sueños. Consiguió sacar personajes irreales de su fantasía para darles una vida propia en un universo también irreal de óleo y lienzo y, lo que es más, a base de soñar que sería un genio, se dio forma a si mismo hasta llegar a serlo. Modeló cada uno de sus rasgos físicos y psíquicos hasta obtener una identidad original y única, convirtiéndose de esta manera en la primera escultura autocreada sin intervención de un escultor ajeno a la propia escultura.

Dalí, surrealista escultura humana, andaba por el mundo a falta de algo que descubrió cuando conoció a Gala, amante, modelo, amiga y musa que supo acunar al genio en sus pechos hasta hacerle aún más grande. Y Dalí, a cambio, levantó por segunda vez la piel del mar para enseñarle a su gran amor los secretos que la caracola, que siendo niño puso en su oído, le susurró, animándole a buscar el mundo que subyace más allá de lo que a simple vista se ve, tapado por un mar con esquinas, oculto como las alfombras ocultan las pelusas mal barridas.

Nada hay apenas novedoso que decir del genio que a alguien pueda sorprender, pues todo sobra cuando se nos vendió a sí mismo como el mejor de los comerciantes y, ni siquiera los más jóvenes, los que no pudieron verle en vida, se substraen a la estela que dejó tras su muerte.

Tal y como yo lo veo, el niño Dalí, que descubrió que tenía la identidad de su hermano y no una propia, tenía dos caminos posibles en su destino, el primero, volverse loco, porque si hay algo que el ser humano sabe íntimamente y ningún individuo de una tribu lejana a nuestra cultura, en la que todo parecemos olvidarlo, dudaría, es que sin un nombre propio se carece de identidad y por tanto no es posible vivir como un miembro pleno de la sociedad. El segundo, reinventarse a sí mismo, y eso hizo. Se inventó una existencia en la que sus excentricidades tuviesen cabida, una vida en la que conseguir ser adulto, permaneciendo al mismo tiempo en una infancia pervertida a base de ser sabia. Como un niño viejo ideó mundos no coartados por el consciente y dejó volar libres a su imaginación y sus sueños, sin cortapisas ni censuras, anegando sus pensamientos de una sexualidad extraña, de una más que reconocida avidez por el dinero, de su amor por Gala y de tantos y tantos símbolos que iniciar un listado sería para acabar muchas páginas después.

Dejemos al genio de bigotes engominados que sueñe por cientos de años más, que sueñe que es niño, que es adulto, que es muerte, que es guerrero en países llenos de animales imaginarios, que le devora la Muerte mientras él devora a Gala envuelta en chocolate, que juega con su hermano muerto a perseguir a un perro velazqueño, que se oculta a la sombra del mar, que es niña, que es cocinero, que es Napoleón, que planea cambios culturales con amigos poetas, que se adormece con el sol espeso del Mediterráneo, que estudia matemáticas, que imposta la voz, que le salen los dólares por las orejas, que tiene un castillo, que vuelve surrealista al pueblo de Cadaqués, que antes fue uno de tantos, que en las playas siempre hay un enigma oculto, que las caracolas cuentan leyendas del mar, que domina la técnica pictórica como los grandes maestros, que sueñe, en fin, que es, ha sido y será para siempre su gran creación, el propio Dalí.


Hace un millón de años, yo tenía una página en un periódico pequeñito y provinciano que me daba muchas alegrías, hablaba de muchas cosas, sobre todo de arte, o de temas de actualidad que relacionaba con el arte. Ahora he decidido recuperar algunos escritos de esa época en este blog y los iré colgando de vez en cuando. Espero que os gusten. Gracias por leerme.

Os dejo con la canción que le dedicó Mecano en un vídeo que he encontrado con imágenes de cuadros suyos.

martes, 17 de junio de 2014

Hormigas mordisqueando la razón.


Un perro andaluz de Buñuel y Dalí. Hormigas saliendo de una mano. Surrealismo
Un perro andaluz. Hormigas saliendo de la mano

Chocar de huesos en la ausencia,
lágrimas ciegas,
mentiras crujiendo entre los dientes
en equivocadas estrategias de seducción.

Hormigas mordisqueando la razón
ascendiendo en borbotones a los labios.

Un huevo estrujado entre las manos,
antiguo albergue de peces que nadan en el aire.

Quizás todo habría sido tan fácil
como reflejarse en el espejo de los ojos contrarios,
recipientes de cristal ocultando miedos gemelos,
terrores provenientes de un amor embrionario.

Romper a dentelladas las dificultades,
desgarrar la piel de la inseguridad,
permitir a los cuerpos flotar en sueños,
acariciarse rodeados de ingravidez,
ceder las responsabilidades al Destino
Vivir

Yo creo en el mundo de los sueños, me gusta pensar que es como otra dimensión de este mismo mundo, un lugar en el que lo que sucede está relacionado con nuestra vida en el mundo de la vigilia aunque tamizado por el filtro de las otras leyes que rigen allí. Dos partes de un mismo todo. Hace tiempo, un amigo escritor me habló de cómo el soñar con alguien cambiaba su percepción hacia esa persona al volverla a ver. Yo estoy de acuerdo, a mí me pasa lo mismo, pero a veces voy un poco más allá, los soñadores sabemos que hay algunos sueños que trascienden la realidad.

Afortunadamente, allá por los locos años 20, dos soñadores inundaban el mundo con su arte, eran Luis Buñuel y Salvador Dalí. En una ocasión, decidieron unir dos de sus sueños, en el de Dalí había hormigas saliendo de sus manos, en el de Buñuel, un ojo era seccionado por una navaja. De esos dos conceptos nació en 1929 Un perro andaluz, un corto con un guión escrito a medias por ambos genios y dirigido por Buñuel, que es el ejemplo más representativo del cine surrealista. No le busquéis explicación al título, fue elegido precisamente por no tener nada que ver con la historia.

Aquí tenéis Un perro andaluz completo



*Hoy hablo de sueños porque una parte de mi "poema despoemado" está basado en un sueño
#Dali #Buñuel #UnPerroAndaluz

viernes, 30 de mayo de 2014

Hay cosas en la noche que es mejor no ver. La leyenda de Dante Gabriel Rossetti y Elizabeth Siddal

Lady Lilith, Dante Gabriel Rossetti, Elizabeth Siddal
Lady Lilith, por Dante Gabriel Rossetti, 1866-1868. Retrato de Elizabeth Siddal.


Enterraré de nuevo el corazón en las profundidades
Aprenderé a desconfiarte en sueños
(Si apareces)
Vendrán chicos malos que traerán hambre
Yo dejaré que sus labios perversos halaguen mis oídos y mi piel
con palabras que serán caricias y arañazos que dolerán como versos
y les sonreiré mientras afilo mis colmillos
(Relamiéndome con disimulo)
sabiendo que esta vez seré yo quien gane la partida
Luego, ahogaré  la primavera en hielo hasta que estalle
Y cuando ya no me quede ni un atisbo de humanidad
le pondré tu nombre a la culpa
porque me dejaste ir

Hay una interesante leyenda sobre Elizabeth Siddal, modelo en este cuadro  y musa preferida de Dante Gabriel Rossetti y otros pintores prerrafaelitas, que no me resisto a contaros. Rossetti, reconocido mujeriego, se obsesionó con la bella modelo, modista y poetisa Lizzie que llegó a convertirse en su esposa y fijación pictórica. El matrimonio fue corto y tormentoso ya que él nunca abandonó su interés por otras mujeres, siempre pelirrojas, y la enfermiza y desgraciada Elizabeth acabó con su vida con el mismo laúdano con el que mitigaba sus dolores. Dante, en un momento de culpable desesperación, enterró un cuaderno de poemas junto al cuerpo de su amada y, como su homónimo en "La Divina Comedia", se dedicó a descender a los infiernos del sufrimiento durante varios años. Mucho tiempo después, en una reunión, el alcohol le llevó a confesar lo que había hecho con el cuaderno y es probable que fuese ese mismo alcohol el que le hizo aceptar la idea propuesta por sus amigos de tramitar la exhumación del cadáver de su difunta esposa para recuperar los versos perdidos. Y es en este momento cuando la leyenda cobra su verdadera magnitud, pues al abrir el ataúd, vieron que Lizzie permanecía intacta, fría y bella, como recién fallecida, excepto por su cabello, que había crecido tanto que les costó encontrar el libro que servía de almohada a la bella muerta y que también estaba en perfecto estado. 
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