Palabras. Luis Ramiro. Del poemario "Te odio como nunca quise a nadie" |
Estoy pensando en palabras, no en las que siguen su naturaleza comunicativa y se expresan, esas cumplen su función, están completas. Me refiero a las otras, a las que no se dicen, a las que se quedan guardadas en la mente o atrapadas en la lengua detrás de un muro de dientes, de miedo o de no saber. Y son muchas, casi tanto como las que se dicen y tan importantes o más que ellas. Algunas sólo las retenemos un tiempo prudencial, que siempre es demasiado, pero otras no las decimos nunca, se quedan enredadas entre pensamientos. Algunas veces permanecen allí para siempre, intactas, enquistadas, esas son las que duelen, al que las guarda y muchas veces también al que no las recibe. Suelen ser palabras de amor, confesiones no hechas, palabras importantes capaces de transformar vidas. Otras van mutando su sentido con el tiempo, pero se obstinan en quedarse porque un día fueron importantes. Estas pasan en su mayor parte a ser recuerdos y arrepentimientos por lo no vivido, si fueron cambiando es que no tenían el fuerte poder de transformación de las anteriores, pero igualmente suelen doler.
Las palabras crean el mundo, lo definen, son la esencia de todo, son capaces de insuflar vida al Golem y de volver reales los pensamientos. Son extremadamente poderosas, por eso las brujas las usan en sus conjuros, por eso los poetas tienen algo de magos, por eso los escritores son demiurgos creadores aún sin ser la mayoría conscientes de su magia.
En realidad, todos somos creadores, construimos nuestro mundo y las relaciones con las personas a través de la comunicación. En función de lo que decimos, crecen las paredes y los elementos de esos lugares comunes que tenemos con cada miembro de nuestro entorno. De nada sirve pensar en alguien de un modo o de otro o sentir algo concreto si no lo decimos. Podemos pasar años amando a alguien sin que lo sepa o podría ocurrir que fuese un sentimiento compartido y que nunca llegue a nada por miedo a hablar, por inseguridad, por idiotez. Ocurre, os lo aseguro. También podemos guardarnos algo que nos ha dolido de otra persona y por no comentarlo a tiempo, por no explicarlo, acabar creando un monstruo. No es sano y todos lo hacemos aunque es semilla de infelicidad. Sobra decir que es necesario expresar las cosas buenas que se piensan aunque creamos que son poco importantes, llevan felicidad y eso nunca sobra.Y no nos olvidemos del mal, las palabras también están a su servicio, cuidado con ellas.
Esperar que te digan algo cuando tú no eres capaz de decirlo es egoísta, pero no presupongáis siempre maldad en ello, suele ser una incapacidad. A mi me cuesta casi más decir las cosas buenas que las malas, soy consciente del problema y trato de enfrentarme a ello. La vida me enseñó con su brutalidad que hay cosas que es mejor decir antes de que sea tarde y si de algo estoy orgullosa es de un último "te quiero" que dije a tiempo. Mis amigos me enseñaron que no vale con querer, que hay que expresarlo, que ser distante puede hacer daño a los demás, que no valen los abrazos "en defensa propia" ni el presuponer que los demás lo tienen que saber todo sin decirlo. Yo, siempre despistada, nunca había caído en la cuenta y se lo agradezco, pero me sigue costando. No es un no sentir, es un no saber decirlo.
Nunca olvidéis que las palabras que no decís ahora, puede que no las digáis nunca. La gente muere, se aleja, desaparece, se borra...
Iván Ferreiro habla de palabras y de la necesidad de contar en la perfecta "Solaris". Os pongo un fragmento de la letra, pero escuchadla entera. Es amor.
Vivo esperando siempre que tú me cuentes
Que estoy adentro de lo que sientes
Vivo esperando siempre que tú me cuentes
Que estoy adentro de lo que sientes
Dicen que las palabras que se abandonan
No son de nadie no son de nadie
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#LuisRamiro #IvánFerreiro
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