Existen momentos que marcan vidas. De repente, alguien se cruza en tu historia o te mira de una forma especial y te vuelve del revés. Los planetas se detienen, silencian su música y el mundo entero cambia. Son unos segundos, pero son para siempre.
He estado pensando en esos detalles precisos en los que cambiamos la percepción que teníamos de alguien o creamos un “nuestro” donde antes no había nada, esos momentos que hacen única nuestra relación con otra persona. Hablo del instante en el que empezamos a ver a alguien de forma diferente. Pensadlo, ¿Podéis recordar la sonrisa concreta que hizo que vuestro corazón diese un vuelco? ¿Esa palabra dicha en el momento justo que lo cambió todo? ¿Quizás esa mirada que os dejó sin habla? ¿Ese segundo en que empezasteis a ver a un amigo de otra forma? ¿La primera conversación? En el mundo del otro lado del espejo tenemos la teoría de que los amores que de verdad marcan, sean consumados o no, son los que podemos retrotraer hasta ese momento en el que nuestro cerebro colapsó por culpa de esa otra persona, mucho más si fue un momento compartido, pero no es imprescindible. En otros tipos de relaciones interpersonales ocurre algo muy similar, en el fondo es un detectar corrientes de atracción, de simpatía o de afinidad, pero la teoría es más precisa si hablamos de amor, no pidáis números ni cantidades, hay cosas que no se pueden ni se deben medir, lo que sí sabemos los habitantes del espejo es que si el reconocimiento es compartido, las endorfinas hacen una fiesta y se anudan hilos invisibles entre los individuos implicados que casi nunca se rompen, se estiran cuanto sea necesario si se alejan, pero siempre suelen permanecer.
¿Empezáis ya a recordar algún momento de vuestra vida en el que hayáis sentido algo así? Momentos como girar la cabeza para mirar con disimulo a esa persona de la que tanto has oído hablar, encontrar una sonrisa capaz de derretir piedras preparada solo para ti y notar que en ese momento se tiende un hilo entre ambos que impide que os separéis en la multitud. Aparecer un hombre que nunca has visto y sentir un cierto desasosiego, una inquietud , un darse cuenta de todo lo que no es perfecto y al segundo ver que todas esas mismas cosas se vuelven perfectas de repente con una mirada, sentir entonces el hilo anudándose en tus pupilas que para siempre van a querer bucear en las suyas. Que un día cualquiera, al contacto de la mano de un amigo o con un entretenerse los ojos sientas una corriente eléctrica, te tiemblen las piernas y se desaten los nudos de la amistad para atarse los del deseo. Una palabra precisa en un camerino lleno de gente, una canción cantada para una sola persona que ata más que una cuerda. Un comentario escrito que se transforma en el hilo que hace bailar una peonza hecha de mil cosas acumuladas en el tiempo y que de ese girar loco surja otra forma de sentirse. Un cruzarse de repente con alguien absolutamente inesperado y que te mire, te sonría y te salude y luego te mire a escondidas y te sonría mucho más si le descubres y notar como se forma un nudo en una parte escondida del cerebro donde bailan juntos la alegría y un toquecito de vanidad. Un comunicarse sin voz con un artista desconocido con el que no compartes idioma y atar nudos con pinceles y risas. Se podría poner mil ejemplos más, reales e inventados, pero a estas alturas ya deberíais saber bien de qué hablamos. Actualmente, estamos trabajando en la comprobación de si los hilos se crean en el instante preciso o si preexisten esperando la conexión que los ate. También investigamos si a veces funcionan dentro de los sueños, creemos que sí, pero aún está por ver.
Pensad en vuestros hilos, es casi seguro que los tenéis, está demostrado que algunas de las leyes que ordenan el mundo del espejo pueden exportarse al mundo normal, es posible (y probable) que esta sea una de ellas, aquí, donde vuestra realidad es extraña, nunca estamos seguros de nada.
Si habéis visto "La Ardilla Roja" de Julio Medem, entenderéis esta escena y el motivo de que os la ponga para ilustrar este texto. Lamento la calidad del vídeo, no lo encontré mejor
Y como banda sonora, no se me ocurre nada más perfecto que "Eléctrico" de Supersubmarina
"...Algo giró en mi barriga,
la fricción me provocó.
Algo que no podré explicar,
algo parecido a una descarga,
algo parecido a un huracán...
...Como un impulso eléctrico, eléctrico, eléctrico...
...Porque me temblaron las entrañas...."
Pd: El título del post, como muchos habréis notado, es una unión alocada de palabras geniales de Iván Ferreiro, Silvio Rodríguez, Bunbury y Supersubmarina. A veces las mezclas imposibles saben bien.
Pd2: El día después de escribir esto, vi que alguien compartió esto en Facebook: http://elacorazado.com.mx/la-leyenda-del-hilo-rojo/. Desde entonces me siento menos loca