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domingo, 11 de noviembre de 2018

Muerte y el amor o el amor y la Muerte



Dice la tata María que se me enganchó la Muerte, madre, que me la traje de México, que «es una mujer no más», y ahora anda encaprichada de mí.
Sólo quise sentir en mis carnes las costumbres que llevo arraigadas en los genes, tocar con mis manos lo que llevo de herencia. Cómo iba yo a saber cuando decidí viajar para conocer la patria de padre que debía tener cuidado con las leyendas que se pasean por las calles el Día de los Muertos como si perteneciesen en verdad a este mundo y no al de la fantasía. Para mí era una mujer hermosa, madre, una mujer bella y altiva que me quiso conquistar. Y yo le seguí el juego. Iba a ser una noche nada más. Apenas unas horas diversión, de tequila, ron y dulces de azúcar para celebrar la vida después de honrar a la Muerte. Un aliciente más de la fiesta.
No puede imaginar, madre, como resplandecía sobre el lecho. Con la piel fresca y blanca, acogedora como un sueño, la sonrisa reluciente y un aliento tan refrescante que borraba la huella del tequila. Y esa melena negra de noche, adornada con flores de olor intenso que me embriagaban como el alcohol. Se reía mucho y me daba dulces entre besos, «para que aguantes más», decía. Repetía una y otra vez que esa era su noche, y era una fiesta ver su forma de decirlo, con los ojos llameantes. Yo pensé que había hecho un paréntesis, que se había escapado por unas horas de un marido demasiado celoso o de un padre que coartaba su libertad. No pregunté. No quería romper ese momento en el que era tan dueña de su cuerpo, tan salvaje que había arrastrado mi voluntad a su lecho con una fuerza que hacía que llamase la atención entre todas las demás mujeres.
Cuando desperté, ya no estaba entre los pliegues de las sábanas revueltas, ni sobre mi cuerpo, ni tras la puerta del baño, ni en mi vida. La busqué en cada rincón y sólo la hallé entre recuerdos brumosos de alcohol, vestida de risa y brillando, siempre brillando, como las estrellas. Se había ido sin notas ni despedidas. Me sentí más solo que nunca.
Le confieso, madre, que me asusté cuando abrí los ojos en el avión de regreso a España y, en lugar de la señora malhumorada que dormitaba a mi lado cuando me dejé atrapar por el sueño, la vi a ella. No sé cómo consiguió un pasaje, pero en ese momento me pareció muy poco importante frente el hecho de recuperarla. «Me voy contigo», me dijo, y a mí me pareció que eso era exactamente lo único que yo quería en la vida.
Ella es diferente a las demás mujeres, madre. Inventa cuentos para mí en los que mezcla la realidad de sus amores de otros tiempos disfrazándolos con su imaginación prodigiosa. En lugar de ponerme celoso, me considero el hombre más afortunado del mundo porque ahora está a mi lado. «No soy tuya», me dice cuando le pregunto, «no soy de nadie, pero te elijo a ti porque me gusta verme en tus ojos y me cautiva lo que esconden, como cuando elegí a José Guadalupe por su sentido del humor y luego lo cambié por Rivera, que me vistió de elegancia con sus pinceles y me hizo amar tanto su país». «¡Qué hombre, Rivera!», exclama entre risas, «¡tan feo pero tan masculino! Con una personalidad arrolladora capaz de absorber las voluntades femeninas. Nunca había compartido a mis hombres, pero hice una excepción con su Frida, que era magnífica. Ahora ya es solo para ella. Siempre estuvo a su lado, y siempre lo estará, vivos o muertos».
Todo eso me cuenta mientras hacemos de la cama un altar en el que homenajear su figura. Y allí planeamos mis negocios, que ahora son también suyos. Dice que le divierte que yo elija quién debe morir y ser ella la mano que ejecuta. Desde que está a mi lado, todo está en calma, mis hombres me respetan, las demás bandas me temen y las arcas se llenan cada vez más. Es una asesina implacable. Si alguien no cumple lo acordado, recibe la visita de mi dama y no vuelve a respirar. Nunca ha habido verdugo más fulminante ni mujer más dulce.
Qué más da que disfrute matando, madre, si yo tampoco soy un santo. Lo único que temo es que un día deje de ver en mí lo que vio aquella noche, o que un artista la describa tan bella que su vanidad la haga volar a sus brazos. Si llega ese día, madre, si un día me deja por otro, yo mismo le pediré que me arranque la vida.




#DíaDeMuertos

miércoles, 14 de junio de 2017

La sonrisa maldita


La belle dame sans merci. John William Waterhouse (1893)

VII
Halló por mí raíces dulces,
y miel silvestre y maná fresco.
Y en una extraña lengua dijo:
“En verdad que te amo.”
(“La belle dame sans merci” de John Keats)

* (Nota)

Sonrío.
El monstruo sonríe.
Siempre lo hace con la suficiencia del triunfador que piensa que lo que no se ve es a menudo lo más poderoso. Me sabe suya, me obliga a sonreír y se estremece de placer sabiendo lo que ocasionará esa sonrisa, la trascendencia que tendrá ese gesto que aparenta ser tan inocente.
El hombre sonríe.
Lo hace creyéndose ganador, sin saber que acaba de vender su alma por una sonrisa maldita, que ya no hay vuelta atrás, que jamás se olvidará de ella.
El monstruo canta y yo escucho su canción desquiciada, sus gruñidos de depredador satisfecho que quedan ahogados por  mi coraza de piel.
Navego en los ojos del hombre buscando la huella de su perdición y la encuentro atada al amor que rebosa su mirada y que quizás le impide ver las llamas ardiendo en el fondo de mis pupilas. Miro más allá y encuentro algo inesperado: el fuego intenso que arde en las suyas, el odio, la rabia y el miedo que anidan en su alma. Y aún más al fondo, en las profundidades abismales, una ternura inmensa y unas ganas infinitas de aniquilar la soledad que le destroza.
Me tiemblan las piernas. De repente, me siento muy unida al monstruo. Juntos notamos un sabor extraño en la garganta, dulce y salado a la vez, como al beber lágrimas de un rostro amado o comer nubes de azúcar con los dedos manchados de agua de mar. Es el sabor de la anticipación de algo que se desea y se teme. Sabe a primer beso, a temblores de amor.
El monstruo y yo bailamos con una alegría casi demente, sabedores de que el hombre es nuestro reflejo.
Ya no temo arañar su corazón y dejarlo morir desangrado, empujada por el ansia caprichosa del monstruo. Esta vez morderé fuerte, sí, pero después curaré sus heridas a lametones y besaré cada cicatriz que huela a tiempo vivido.
 Y sé que no me iré.
Un delirio se ha  apoderado de mi alma: devorar y ser devorada, cazar y ser cazada, domar y ser domada, amar y ser amada, sinergia de monstruo a monstruo. La perfección.
Me acerco al hombre y sonrío.
El monstruo sonríe.
El hombre sonríe.
Y esta vez sólo hay ganadores.

*Este cuento nació en mi mente enlazado a este tema y a "La belle dame sans merci" de John William Waterhouse. Por eso me gustaría que escuchases la música mientras lo lees. Yo misma lo recité con ella de fondo, aunque después el destino hizo que se perdiese el archivo. Quizás sea mejor así, quizás no sea yo quien deba leerlo y estropear esas deliciosas notas limpias que se acaban fundiendo en un maravilloso éxtasis de voces. Hoy ha vuelto a mi cabeza esta historia. Será que soplan vientos de redención. Sea como sea, esta canción ,que siempre sentí como mía, quiero compartirla contigo. Y ahora hablo en singular.


Pincha aquí para leer La belle dame sans merci de John Keats completo en inglés y en castellano


sábado, 6 de mayo de 2017

Más allá del azul



Mirando al cielo, cultivo pecas por desidia. Catarsis al sol, mareas revueltas, escupo sueños podridos sin salpicarme. El cielo se ha disfrazado de mar. Una golondrina bucea a contracorriente y un águila flota tan cerca de la superficie que puedo ver el dibujo de sus alas. Siento el veneno y la sangre fluyendo por mis venas, el calor y el viento cosquilleándome la piel. Más allá del azul, llueven, invisibles, fragmentos del Halley. Sólo eso es importante ahora. Eso y las manos sembrando la tierra. Y la luz que, justo ahora, está borrando el mundo.

Imagen: "Ariadna", de J. W. Waterhouse (1898)


lunes, 13 de febrero de 2017

La mirada del pájaro psicopompo



Eric Lacombe (2015)
Después de infinitos días, anoche recordé cómo dormir. Quizás la Luna llena, vestida de oscuridad, perdió la fuerza que me hace aullar con los sentidos alerta cada plenilunio, quizás fueron las buenas noticias las que me acunaron como una madre protectora, tal vez mi corazón encontró en el sueño el remedio a sus inquietudes o puede que me besarse en la frente quien guía mis pasos por el otro mundo. En cualquier caso, dormí. Y al despertar, al otro lado del cristal, atravesando la lluvia, me encontré la mirada del pájaro psicopompo que volaba hacia mí con mi alma entre sus patas. También traía mis letras perdidas y mi corazón agujereado en el pico. 
¿Otra vez? le dije. 
Abrió el pico y lo dejó caer. 
Deberías darme las gracias, sólo sangran los corazones vivos respondió. 
Y sonreí, pensando que había verdad en sus palabras.


*Algún día compraré cuadros de Eric Lacombe. Adoro su arte.

miércoles, 25 de mayo de 2016

Vuelve


Vuelve.
Sé que lo harás porque te vi recoger las salamandras con mano firme
y tomar agua fresca de mis manos.

*Salamandra, del Bestiario de Anne Walshe (Copenhagen, Kongelige Bibliotek, Gl. kgl. S. 1633 4º, Folio 55v)


jueves, 3 de marzo de 2016

La granja de hormigas

Drifting Away de Erik Johansson
   
     ─El Apocalipsis del que hablan las páginas sagradas ya está aquí. Oremos, oremos, hagamos llegar nuestras voces al cielo. ─El sacerdote gritaba y corría con las manos en alto por todo el pueblo, histérico y sin un rumbo fijo, como un pollo sin cabeza.

      El sabio trataba de entender el fenómeno. El mundo se movía en un mareo continuo, pero nada parecía acabar de perder su estabilidad. Las casas y los árboles seguían firmemente sujetos al suelo y, salvo alguna sacudida, no había signos de destrucción. Nunca había visto algo así, ni tampoco sus antecesores en el cargo, pues un hecho como aquel no dejaría de estar señalado en alguno de los diarios de investigación que estaban obligados a llevar y que conocía casi de memoria.

      Los campesinos, los artesanos y el médico habían dejado lo que estaban haciendo para correr a la plaza del pueblo, el lugar donde se decidía todo lo que tuviese que ver con el conjunto de los habitantes: el calendario de fiestas, los eventos sociales, el procedimiento a seguir en caso de emergencia o el papel que cada nuevo niño tendría en la sociedad y que se designaba ya desde su nacimiento. Esto último era muy importante en una comunidad tan pequeña y sin posibilidades de crecer por culpa del mandato divino que los hacía estar aislados del resto de la humanidad, según contaban las crónicas de fundación del poblado datadas en unos cuatrocientos años antes.

      Y para colmo, lloviznaba y el sol había dejado de verse, así que su destino parecía estar dominado en ese momento únicamente por el Astro Constante, aquel que a veces veía en las horas del sol y en las de la luna, algo que asombró y sobrecogió a partes iguales al astrónomo, que en esos días andaba fascinado por un invento a medio camino entre un telescopio y una lupa gigante, construido con ayuda del inventor y uno de los antiguos libros de la biblioteca. Gracias a él, estaba registrando, cuidadosamente, cada uno de los cráteres de aquel cuerpo celeste que, o bien no seguía órbita alguna, o se movía al mismo tiempo exacto que la Tierra, como si estuviesen unidos por un hilo invisible.

      El niño gigante sonrió, satisfecho, al ver que la botella flotaba siguiendo sus cálculos. La había encontrado días atrás en el desván de su casa, colocada en el pequeño poyete de la ventana de la estancia, junto a un libro de pastas verdes, escrito a mano, titulado “El proceso de creación de la granja de hombrecillos”. La letra era infantil, similar a la suya propia, redonda y grande, con círculos bien marcados sobre las íes y con cierta falta de respeto hacia los márgenes. Pero lo importante era la detallada descripción, la exactitud con la que aquel otro niño, cuatrocientos años atrás, había enumerado los objetos, plantas, animales y hombrecitos, cuidadosamente seleccionados por su trabajo y su sexo, a introducir en el frasco de cristal para crear un mundo que observar crecer. También contaba dónde ir a buscarlos, la cantidad de agua necesaria para asegurar un flujo de lluvias por condensación y muchas más cosas. Era tan emocionante que quiso seguir con aquello, y días después se le ocurrió completar el experimento llevando el frasco al estanque de su jardín, para dejar que navegase libre por aquel pequeño mar.

      Una vez depositado en el agua, cogió un lapicero y se dispuso a registrar la continuación de la investigación de su padre. Estaba deseando contárselo cuando regresase de trabajar.

        Así fue como empezó el viaje del mundo flotante.


*He escrito "La granja de hormigas" para el concurso "La imagen imposible I" de El círculo de escritores

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lunes, 14 de septiembre de 2015

¡Corre!

Desnudo bajando una escalera nº 2 Marcel Duchamp

El muchacho aprieta los puños y corre como si le fuera la vida en ello. Tiene una certeza, sabe que tiene que correr, saltar los obstáculos con limpieza y sin tirar nada, sin enojar aún más al monstruo que le persigue de cerca mientras se aleja de todo lo que le era amable. Al correr piensa en su padre muerto, en el agujero que le dejó en el corazón, en esa cicatriz que lo cerró formando la palabra "fin" y que aún supura por sus bordes frescos y rosados. Sigue corriendo mientras empieza a notar que el aire se reduce. El ahogo lo lleva a pensar en la madre muerta y en sus consejos: hijo, sé feliz, la muerte no espera, no respeta a nadie, no sabe de tiempos. La felicidad es el único camino. Ama sin miedo a quien te llene el corazón. Y lo hizo, amó sin pensar en el dolor y acabó doliendo, pero se sintió vivo. Mereció la pena un tiempo. Luego llegó el vacío. El aire casi no alcanza sus pulmones ya, pero continúa corriendo. Cuando está casi seguro de que no puede más, recuerda su despido, la falta de una nueva oportunidad. Piensa en que su carrera no puede ya durar mucho, como sus ilusiones y aun así, corre y corre hasta casi desmayarse, pensando en que quizás ya no queda nada por perder. De repente, a punto de caerse sin fuerzas, se detiene y se encara con su perseguidor: no huiré más de ti, maldito Miedo, no tener ya nada me hace invulnerable a tu poder. Miedo sonríe casi con afectividad y con una voz repugnante y dulce como el olor de la fruta podrida, contesta: mira detrás de mí, no soy yo quien te persigue, quien lo hace, es la Vida.

*La imagen es Desnudo bajando una escalera nº 2 pintado en 1912 por Marcel Duchamp

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domingo, 28 de junio de 2015

La mujer del cuadro


A veces hablo con la mujer del cuadro. Me mira fijamente con sus ojos de óleo y una mueca traviesa en la boca y me dice que quizás en otra vida, yo era ella. Le sonrío con la misma media sonrisa de dientes algo grandes que guardan sus labios y ella agita su melena, que es como la mía, mientras luce impúdica su desnudez de mármol, sus pechos consistentes y la languidez perezosa de su cuerpo. 

El rostro de la mujer del cuadro es dulce y pensativo y parece guardar, indolente, un leve toque de lascivia, como si recién despierta de un sueño ardiente, culpable de enrojecer sus mejillas en una siesta de verano, esperase, en una relajación eterna, a un amante dispuesto a enredarse en sus cabellos salvajes de sirena. 

De repente, caigo en la cuenta de que yo sé mejor que nadie cómo es ese mismo rostro cuando lo enmarca su pelo dorado sin mojar, trenzado o adornado de flores en lugar de anémonas y sé exactamente lo que siente cuando nada desnuda y rodeada de peces en su mar de lienzo. También conozco bien el cosquilleo que recorre su piel cuando los ojos intensos del pintor transforman su cuerpo en arte y su alma en alma de mujer pez, lujuriosa y resbaladiza. Es entonces cuando pienso que tiene razón cuando me dice que quizás en este tiempo que ahora transcurre, ella soy yo.

*La imagen es un detalle de "Serpientes Acuáticas II" de Gustav Klimt, pintado entre 1904 y 1907.
#Klimt #GustavKlimt #SerpientesAcuáticas 

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viernes, 8 de mayo de 2015

L'amour fou

The Camden Town Murder o What Shall We Do for the Rent? -  Walter Sickert (1908)

L'amour fou


Su corte es exquisito, cada incisión precisa; maneja como un virtuoso su cuchillo de filo de bisturí, deslizándolo suavemente, como si cortase con un pincel o con el arco de un violín, moviendo sus manos de prestidigitador en una especie de baile hipnótico. Es un artista, un creador que con su arte transforma la prosaica carne en materia prima digna de un escultor, noble como el mármol de Luna.

“Su carne es suave y blanca como el alabastro”, decía acariciando con delirio mi piel mientras dividía delicadamente mi cuerpo en partes con sus expertas manos de cirujano.

Sólo dolió el primer tajo, certero y mortal. Un dolor intensísimo, tan demencial que acabó en desmayo y luego, con la sangre derramada, llegó la Muerte, dulce, ingrávida y liberadora. Y ya no pude despertar.

Nunca me habían amado tanto. Ninguno de aquellos hombres que compraban mi tiempo trató mi carne con tanta suavidad. Eran hombres perdidos a los que les daba igual todo excepto la soledad y su necesidad animal, bestias arrastradas por el instinto que querían aprovechar hasta el último minuto pagado. Ellos raspaban con manos rudas y ansiosas mi piel y avasallaban el interior de mi cuerpo de forma implacable. Confieso que, aunque casi siempre me asqueaban, había momentos en que me llegaba a gustar, no como cuando lo hacía con aquel primer hombre que creí amar entre el miedo y la inexperiencia, aquello era otra cosa que resulto no ser ni el amor ni el placer absolutos. Supongo que el placer sórdido es menos sórdido cuando vives en la mierda o cuando implica comida y calor. Eso me decía a mí misma al sentir temblar mi centro de gravedad mientras perdida en algún lugar de mi mente, arañaba las sábanas mugrientas o la espalda de mi ocasional invasor.

Mi último amante fue distinto, penetró hasta mi más profundo reducto con paciencia, recreándose en cada fragmento del camino para luego ir haciendo surcos en mi carne con su herramienta afilada. Flotando por encima de la escena, yo disfrutaba de su amor, de su forma de besar mi boca muerta con una dulzura que nunca antes habían probado mis labios, de cómo acariciaba con mimo cada pieza que desgajaba de ese cuerpo que había sido yo. Y al verlo, me enamoré por primera vez de una forma devastadora. Él era muerte y yo estaba muerta, así encontré la lógica de nuestro amour fou. Desde entonces no me separo de él. Nunca más ha vuelto a matar. Cuando alguna vez se olvida por un momento de nuestro amor y mira codiciosamente a otra, yo reconduzco sus deseos o ahuyento a las posibles víctimas con mis habilidades de fantasma y en compensación, cuando duerme, beso sus labios con los míos de aire y acaricio su cuerpo durante horas para que me sueñe. Y lo consigo sin dificultad, fueron muchos años aprendiendo a convertir mi cuerpo en objeto de deseo hasta que llegó el amor, ese que ahora sólo guardo para él.

*The Camden Town Murder o What Shall We Do for the Rent?  Walter Sickert  (1908) es el título del cuadro que ilustra el cuento


Walter Sickert y Jack el Destripador


Los que me leéis habitualmente ya sabéis que me cuesta separar la literatura del Arte, que casi todo lo que escribo lo relaciono con algo visual. En esta ocasión, en cuanto empezó a surgir el relato en mi cabeza, se unió a él la intrigante figura del pintor impresionista Walter Sickert, por su curiosa biografía y por su serie de cuadros relacionados de una forma o de otra con los famosos asesinatos de Camden Town, que tuvieron lugar en torno a 1907. Hay teorías que relacionan a Sickert con Jack el Destripador, acusándolo de ser el famoso asesino o de ser cómplice de alguna manera. La culpa de esto la tienen su gusto por pintar escenas que inevitablemente llevan a pensar en los asesinatos, de plena actualidad en la época en que pintó sus cuadros y el que, según parece, gustaba de ser el centro de atención contando historias sórdidas como que el anterior ocupante de su habitación había sido un estudiante de veterinaria loco al que sus padres, tras descubrir su doble identidad como Jack el Destripador, habían recluido en un manicomio de forma discreta. A todo esto, se une un supuesto hijo ilegítimo que proporcionó ciertas informaciones a un periodista llamado Stephen Knight que no dudó en escribir un libro en el que mencionaba a Sickert como tercer integrante de un grupo de asesinos formado también por el médico real Sir.WilliamWhithey Gull y el cochero John Charles Netley, cuya unión dio lugar a la figura del conocido asesino de Whitechapel. La escritora Patricia Cornwell también ha escrito sobre Sickert y su relación con los asesinatos.

En torno a esto hay múltiples teorías y entrecruzamientos de historias en los que no voy a entrar, aunque os invito a indagar, ya que el tema es fascinante, como fascinante ha sido siempre la historia, jamás resuelta, de Jack el Destripador.

Lo que sí voy a hacer es enseñaros algunas obras más de esta serie que resultan ciertamente perturbadoras y el rostro de Sickert, porque imagino que a estas alturas estáis deseando verlo.

Empezaremos por el cuadro llamado La habitación de Jack el Destripador (Jack the Ripper's Bedroom), que forma parte de los fondos de la Galería de Arte de Manchester y que, como podéis ver, es bastante claustrofóbico, me pregunto si tanto como la mente de un asesino.

La habitación de Jack el Destripador (Jack the Ripper's Bedroom)Sickert

Continuamos con otra inquietante imagen salida de los pinceles del extraño Sickert. En este caso el título también es The Camden Town murder.


Y por último el rostro de Walter Sickert, para los más curiosos.


#JackElDestripador #JackTheRipped #CandemTown #Whitechapel #WalterSickert

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martes, 4 de noviembre de 2014

La decisión del Cuervo

   
Eric Lacombe OIZ019 / 30 x 40 cm / Acrylic on paper / April 2014
Eric Lacombe OIZ019 / 30 x 40 cm / Acrylic on paper / April 2014
¡Eran más negras que las alas del cuervo de la tempestad!
                                                 ("Ligeia", Edgar Allan Poe)

        A veces, la Luna se disfraza de nube y las nubes se disfrazan de metal para reflejar un sol a punto de fallecer. Entonces, los pájaros cambian de canto en honor de los muertos y rompen un delirante silencio sin sentido capaz de invadir todos los rincones y desquiciar al más cuerdo. Los minutos aceleran su paso y en el preciso instante en que se juntan el día y la noche el Cuervo toma su decisión. En ese momento, el mundo de algunos cambia para siempre. Los gatos observan todo el proceso con la mirada de cristal de quien ve más allá, entienden y asienten con un leve movimiento de cabeza. Para el resto de los seres nada de esto existe y permanecen ajenos al transcurrir de ese tiempo diferente mientras a lo lejos suena un disparo.

*La ilustración es obra de un artista al que yo adoro, Eric Lacombe, estoy muy feliz de que me la haya prestado para decorar mi relato. Podéis seguir su maravilloso trabajo en su web o en su Página de Facebook

#Lacombe #EdgarAllanPoe #EricLacombe #ElCuervo #Poe

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domingo, 31 de agosto de 2014

Y llorar y llorar, llenando el fondo del mar

Cabeza de mujer llorando con pañuelo Pablo Picasso (1937)
Cabeza de mujer llorando con pañuelo
Pablo Picasso (1937)

NO LLORARÉ

Cuando la luz aclare todo a mi alrededor, cuando de las sombras no quede sino el mero recuerdo de lo que fueron, cuando mi alma logre disipar los últimos restos del miedo, entonces lloraré.

No quise llorar antes porque sé que el dolor se alimenta de las lágrimas que como un pesado telón nos aíslan de la felicidad.

Lloraré cuando las lágrimas broten cristalinas de los manantiales de mis ojos limpios y su pureza refleje con mil brillos la alegría del Sol. Entonces dejaré que fluyan alegres, risueñas, arrastrando con ellas cada partícula de tristeza, erosionando con la fuerza de un torrente cada recuerdo amargo para convertirlos en suave lecho acuático en el que flotarán los sueños nuevos, limpios presagios de un futuro feliz.

Mientras tanto, escribo aferrada al brocal del abismático pozo de la locura, sintiendo que la atracción del vacío se apodera de mi.

Escucho el murmullo de los engranajes de la pasión entonando para mí un canto de perdición y tengo miedo.

De nuevo me acecha el llanto, pero no le permitiré que me posea. No quiero lágrimas amargas.

A ratos pienso que quizás nunca más lloraré si dejo que el espíritu de la sinrazón me atraiga con su hipnótica dulzura.

Y si llegado el momento quiero llorar y no puedo, gritaré para que alguien devuelva el agua a mis secos ojos.


La canción de hoy es "En Círculos" de Luis Ramiro, tan llena de lágrimas como de fantasía, de ella ha salido el título de este post


...Y llorar y llorar 
llenando el fondo del mar 
y dejar que el mundo gire 
volar en círculos 
habrá que engañar al vértigo. 

Ya encontré el lugar 
vamos a viajar 
a lomos de un dragón 
tu mete en tu mochila el sol 
un viento gris un corazón 
un par de mantas y un colchón... 


lunes, 21 de julio de 2014

La Demiurga

William Blake Torbellino de amantes o Circulo de los lujuriosos
Torbellino de amantes o Círculo de los lujuriosos. William Blake 1824-27

Tránsito de amantes imposibles, acuáticos amores, unos reales, otros hechos de deseos inconclusos, perfectos, febriles.

Y en medio, ella, diosa que les da nombre y existencia en su seno. Mujer luz, cuerpo fragmentado en espirales, corazón encendido de pura lava.

Homúnculos de existencia incierta destinados a no ser y ella que los mira desaparecer.

Luz que deshace el agua. Semen de mil amantes en que ahogar la vida.

Vida que es deseo. Deseo que es muerte de la que nace de nuevo la vida renovada.

Y ella que lo es todo. Creadora que los ama, asesina que los mata con su sexo para parirlos de nuevo.

Y luego…

Luego, ella descansa con su alma iluminada.


domingo, 13 de julio de 2014

Frida Khalo, la mujer rota

La columna rota Frida Kahlo 1944
La columna rota. Frida Kahlo, 1944
Mujer rota, imagen de ruina y desolación, engrandecida por su afán de afearse, perdida en un árido paisaje de soledad. San Sebastián femenino torturado por las flechas de su propia enfermedad. Mujer de cuerpo roto, mártir, prisionera de sus circunstancias crueles. Mujer pequeña inmensamente fuerte defendiendo sus ideas. Mujer infinitamente amada y amante de su eterno amor Diego Rivera. Mujer llena de vida atrapada en un corsé que limita su mundo.

Así es Frida Khalo y así se retrata a sí misma en este cuadro en que se pinta casi como una mujer edificio compuesta de carne, piedra y corsé.

Frida Kahlo fue una mujer emblemática en muchos aspectos, como pintora por su indiscutible personalidad pero también como mujer que se adelantó a su tiempo, atreviéndose a defender sus opiniones políticas y vitales.

Tuvo una vida difícil marcada por la mala salud. A los seis años enfermó de poliomielitis y en lugar de retraerse al afectar el brote de la enfermedad a su pierna, se dedicó a practicar todo tipo de deportes, desafiando a la sociedad de la época que no veía con buenos ojos que una jovencita jugase al fútbol, practicase boxeo, lucha y natación.

Años más tarde, tuvo un gravísimo accidente que marcó el resto de su existencia. Un tranvía colisionó con el autobús en que viajaba provocándole terribles daños que le dejarían secuelas de por vida. El fuerte impacto transformó a Frida en una muñeca rota en mitad de la calle con la columna quebrada por tres sitios además de fracturas en la clavícula, las costillas y la pierna y el pie derechos. También en ese momento se quebró algo más, su posibilidad de ser madre. Una barra del pasamanos le atravesó la pelvis, convirtiendo en abortos todos sus futuros intentos de darle un hijo a su amado Rivera. Ese día desgraciado hizo que tuviese que ser intervenida más de treinta veces a lo largo de su corta vida, que pasase largas temporadas enfundada en rígidos corsés y que sufriese continuos dolores.

El tiempo que tuvo que permanecer casi sin moverse en los meses siguientes al accidente, durante los cuales descubrieron en una revisión la fractura de su columna, fue lo que la llevó a comenzar a pintar como una forma de evadirse del tedio y también de ampliar sus horizontes más allá de la habitación en la que reposaba.

Frida es un ejemplo de superación para todos aquellos cuya salud limita su vida, porque ella nunca dejó que su mal fuese más fuerte que ella y hasta el último momento luchó por vencerlo. De su desgracia surgió la maestría de su arte y de sus debilidades hacía bandera, manejándolas a su antojo a través de su pincel. Esta obra, titulada “La columna rota”, que pintó en 1944 es el vivo testimonio de su sentir. Se autorretrata erguida, con la mirada desafiante y firme, aunque el rostro inundado de lágrimas deje translucir su intensa tristeza. Pinta su cuerpo algo más fuerte de lo que en realidad era, pero lo representa abierto en canal para que veamos la verdadera causa de su tragedia, esa columna rota que, como si fuese una ruina antigua, apenas puede sostener la estructura del edificio. El paño blanco y los clavos que atraviesan su cuerpo son representaciones de su intenso dolor que la convierte en mártir y recuerdan mucho a la figura de San Sebastián de la iconografía cristiana, a pesar de que Frida mantenía una postura más bien anticlerical, sin por ello renunciar a su herencia cultural ni a las creencias de su pueblo, que utilizaba para representar sus sentimientos en cada momento.

La figura partida en dos se prolonga en los surcos del paisaje que la acoge, un entorno de cielo oscuro y tierras áridas, resecas y agrietadas como su alma herida. De este modo, Frida nos recuerda que su dolor físico tiene reflejo también en su corazón que, aunque nunca se de por vencido, a veces le cuesta asumir tanta desgracia, sobre todo cuando está sazonada por las infidelidades de su idolatrado Rivera, al que, a pesar de todo cuanto le hizo sufrir, nunca dejó de amar obsesivamente.

Magdalena Carmen Frieda Kahlo Calderón, nacida en 1907 y muerta poco después de cumplir los cuarenta y siete años, a pesar de todos sus problemas vivió durante su existencia un torbellino de emociones, de amores, de ideales y de fuerza. Hubo un momento en que, tras la amputación de su pierna, sufrió tentaciones de acabar con su vida pero incluso en ese momento, encontró en el amor por su marido una razón para seguir viviendo.

Frida convirtió su adversidad en riqueza artística, dejando con sus pequeños pies una huella bien firme en la Historia del Arte.


Frida Khalo nació y murió en julio, un día como hoy de 1954. Mi pequeño homenaje consiste en recuperar este texto.
La música la pone la grandísima Chavela Vargas, tan cercana a Frida que no están claros los límites de su amistad. Ni falta que hace.

Sueña Dalí

Dalí a los seis años, cuando creía ser una niña, levantando la piel del agua para ver a un perro que duerme a la sombra del mar . Salvador Dalí, 1950

Dalí a los seis años, cuando creía ser una niña, levantando la piel del agua para ver a un perro que duerme a la sombra del mar . Salvador Dalí, 1950
Sueña Dalí en uno de esos cuadros que escapan directamente del mundo de los sueños. Sueña que es niña, porque niña quiso ser cuando de niño tenía seis años y soñaba ser cocinera. Sueña con su paisaje playero de rocas irreales, con su adorado Mar Mediterráneo y con un perro que robó de un cuadro de Velázquez, al que de vez en cuando deja dormitar en sus lienzos. Sueña con la luz irreal de un verano mágico de luminosidades cegadoras, con ese amarillo que sólo algunos pintores descubren en el mar, con el secreto submundo que el agua oculta. Soñó antes de que yo naciera, soñó cuando yo era niña y ahora yo sueño que escribo sobre el genio que se inventó a si mismo a partir de sus sueños, mientras él sueña ya eternamente.

Dalí, obsesionado por la oralidad, soñó que todo era susceptible de ser devorado y que comer siempre era morir un poco y aún así se abalanzó hambriento sobre las verduras mediterráneas con la misma voracidad que sobre el dinero, el sexo o el conocimiento. Soñó que construía casas de pan con muebles de chocolate y que los banqueros comían los cheques que se les daba y soñando que comía, llegó a la conclusión de que “la belleza será comestible o no será”.

Fue niño sin existencia propia, de nombres heredados del hermano muerto antes de su nacimiento, ni uno sólo de sus cuatro nombres, Salvador Domingo Felipe Jacinto, fue totalmente suyo, todos los compartió con aquel que nunca conoció salvo por una foto retocada que había en su casa y cuya personalidad trataba de imaginar en sus juegos infantiles, cuando simulaba el comportamiento que hubiese tenido el difunto ante las diferentes situaciones o cuando para poder dormir se imaginaba a si mismo muerto dentro de su ataúd.

Dalí conformó su vida a partir del material del que se crean los sueños. Consiguió sacar personajes irreales de su fantasía para darles una vida propia en un universo también irreal de óleo y lienzo y, lo que es más, a base de soñar que sería un genio, se dio forma a si mismo hasta llegar a serlo. Modeló cada uno de sus rasgos físicos y psíquicos hasta obtener una identidad original y única, convirtiéndose de esta manera en la primera escultura autocreada sin intervención de un escultor ajeno a la propia escultura.

Dalí, surrealista escultura humana, andaba por el mundo a falta de algo que descubrió cuando conoció a Gala, amante, modelo, amiga y musa que supo acunar al genio en sus pechos hasta hacerle aún más grande. Y Dalí, a cambio, levantó por segunda vez la piel del mar para enseñarle a su gran amor los secretos que la caracola, que siendo niño puso en su oído, le susurró, animándole a buscar el mundo que subyace más allá de lo que a simple vista se ve, tapado por un mar con esquinas, oculto como las alfombras ocultan las pelusas mal barridas.

Nada hay apenas novedoso que decir del genio que a alguien pueda sorprender, pues todo sobra cuando se nos vendió a sí mismo como el mejor de los comerciantes y, ni siquiera los más jóvenes, los que no pudieron verle en vida, se substraen a la estela que dejó tras su muerte.

Tal y como yo lo veo, el niño Dalí, que descubrió que tenía la identidad de su hermano y no una propia, tenía dos caminos posibles en su destino, el primero, volverse loco, porque si hay algo que el ser humano sabe íntimamente y ningún individuo de una tribu lejana a nuestra cultura, en la que todo parecemos olvidarlo, dudaría, es que sin un nombre propio se carece de identidad y por tanto no es posible vivir como un miembro pleno de la sociedad. El segundo, reinventarse a sí mismo, y eso hizo. Se inventó una existencia en la que sus excentricidades tuviesen cabida, una vida en la que conseguir ser adulto, permaneciendo al mismo tiempo en una infancia pervertida a base de ser sabia. Como un niño viejo ideó mundos no coartados por el consciente y dejó volar libres a su imaginación y sus sueños, sin cortapisas ni censuras, anegando sus pensamientos de una sexualidad extraña, de una más que reconocida avidez por el dinero, de su amor por Gala y de tantos y tantos símbolos que iniciar un listado sería para acabar muchas páginas después.

Dejemos al genio de bigotes engominados que sueñe por cientos de años más, que sueñe que es niño, que es adulto, que es muerte, que es guerrero en países llenos de animales imaginarios, que le devora la Muerte mientras él devora a Gala envuelta en chocolate, que juega con su hermano muerto a perseguir a un perro velazqueño, que se oculta a la sombra del mar, que es niña, que es cocinero, que es Napoleón, que planea cambios culturales con amigos poetas, que se adormece con el sol espeso del Mediterráneo, que estudia matemáticas, que imposta la voz, que le salen los dólares por las orejas, que tiene un castillo, que vuelve surrealista al pueblo de Cadaqués, que antes fue uno de tantos, que en las playas siempre hay un enigma oculto, que las caracolas cuentan leyendas del mar, que domina la técnica pictórica como los grandes maestros, que sueñe, en fin, que es, ha sido y será para siempre su gran creación, el propio Dalí.


Hace un millón de años, yo tenía una página en un periódico pequeñito y provinciano que me daba muchas alegrías, hablaba de muchas cosas, sobre todo de arte, o de temas de actualidad que relacionaba con el arte. Ahora he decidido recuperar algunos escritos de esa época en este blog y los iré colgando de vez en cuando. Espero que os gusten. Gracias por leerme.

Os dejo con la canción que le dedicó Mecano en un vídeo que he encontrado con imágenes de cuadros suyos.

lunes, 9 de junio de 2014

La sinrazón del Minotauro. Dora Maar y Pablo Picasso, pasión y locura


Pablo Picasso. Dora y el Minotauro. Dora Maar y Picasso protagonizan esta escena
Dora y el Minotauro. Pablo Picasso. 1936

LA SINRAZÓN DEL MINOTAURO

Entré en el laberinto inhóspito con una cuerda atada a la razón,
y al lamer la oscuridad, húmeda y aterradora,
rompí el hilo que me unía a la humanidad,
permitiendo que me devorase el Minotauro,
que era desenfreno y sinrazón,
para resucitar, animal y palpitante,
de entre las fauces del deseo.

La bella, independiente, inteligentísima y fascinante fotógrafa Dora Maar no podía imaginar que se convertiría en musa, deseo, alimento y víctima de aquel pintor de mirada intensa que conoció en París un día en el que, sentada en la mesa del mítico café Deux Magots, jugueteaba con una afilada navaja entre sus dedos. El artista, impresionado, le pidió que le regalase sus guantes manchados de sangre. Él era Pablo Picasso y justo ahí empezaba una intensa historia de amor, pasión desenfrenada y destrucción que llevaría a Dora a la locura.

Teseo en Creta. Los Mitos Griegos. Robert Graves. Ariadna. Minotauro
De Los Mitos griegos de Robert Graves
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#Picasso #Minotauro #RobertGraves #DoraMaar

viernes, 30 de mayo de 2014

Hay cosas en la noche que es mejor no ver. La leyenda de Dante Gabriel Rossetti y Elizabeth Siddal

Lady Lilith, Dante Gabriel Rossetti, Elizabeth Siddal
Lady Lilith, por Dante Gabriel Rossetti, 1866-1868. Retrato de Elizabeth Siddal.


Enterraré de nuevo el corazón en las profundidades
Aprenderé a desconfiarte en sueños
(Si apareces)
Vendrán chicos malos que traerán hambre
Yo dejaré que sus labios perversos halaguen mis oídos y mi piel
con palabras que serán caricias y arañazos que dolerán como versos
y les sonreiré mientras afilo mis colmillos
(Relamiéndome con disimulo)
sabiendo que esta vez seré yo quien gane la partida
Luego, ahogaré  la primavera en hielo hasta que estalle
Y cuando ya no me quede ni un atisbo de humanidad
le pondré tu nombre a la culpa
porque me dejaste ir

Hay una interesante leyenda sobre Elizabeth Siddal, modelo en este cuadro  y musa preferida de Dante Gabriel Rossetti y otros pintores prerrafaelitas, que no me resisto a contaros. Rossetti, reconocido mujeriego, se obsesionó con la bella modelo, modista y poetisa Lizzie que llegó a convertirse en su esposa y fijación pictórica. El matrimonio fue corto y tormentoso ya que él nunca abandonó su interés por otras mujeres, siempre pelirrojas, y la enfermiza y desgraciada Elizabeth acabó con su vida con el mismo laúdano con el que mitigaba sus dolores. Dante, en un momento de culpable desesperación, enterró un cuaderno de poemas junto al cuerpo de su amada y, como su homónimo en "La Divina Comedia", se dedicó a descender a los infiernos del sufrimiento durante varios años. Mucho tiempo después, en una reunión, el alcohol le llevó a confesar lo que había hecho con el cuaderno y es probable que fuese ese mismo alcohol el que le hizo aceptar la idea propuesta por sus amigos de tramitar la exhumación del cadáver de su difunta esposa para recuperar los versos perdidos. Y es en este momento cuando la leyenda cobra su verdadera magnitud, pues al abrir el ataúd, vieron que Lizzie permanecía intacta, fría y bella, como recién fallecida, excepto por su cabello, que había crecido tanto que les costó encontrar el libro que servía de almohada a la bella muerta y que también estaba en perfecto estado. 

miércoles, 10 de abril de 2013

La Vieja Sirena llora a José Luis Sampedro

Glauka cierra los ojos recordando al hombre al que tiempo atrás contó su larga historia de sirena humana, el hombre sabio que supo envolver su vida en papel y tinta llevándola para siempre al mundo nebuloso donde viven las realidades que poco a poco se hacen leyenda. Da un coletazo furioso recordando su muerte y se deja flotar, consciente de que tiene un hombre más al que llorar una eternidad con lágrimas invisibles de agua salada


Serpientes Acuáticas I (Gustav Klimt)
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