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viernes, 1 de mayo de 2015

La tinta de mis dedos



“Escribe, o tus manos sangrarán tinta”, me dijo, y yo respondí que no entendía cómo podía hablar si estaba muerta.

Pero sabía que tenía razón.

Y sangraron. Parecía imposible, pero ocurrió.

Primero empezaron a azularse, como si por dentro de la piel sólo hubiese venas transparentándose al otro lado del blanco, con un tono como de carne muerta o triste.

Personas desconocidas preguntaban qué me ocurría en las manos mientras subía las escaleras que llevaban a mi cabeza. No habrían sido capaces de entender que por dentro me recorrían ríos de historias, así que les miré con los ojos de cristal de quien mira al vacío y seguí mi camino sin dar explicaciones.

Después, ya en ese lugar casi seguro que soy yo misma, escribí de forma enloquecida, con mis dedos goteando sangre azul que extendí por mi cuerpo, para nutrirlo de las palabras que son mi esencia.

Y al hacerlo, grité tiburones y mordiscos en las entrañas, espirales de sueños rotos y cuentos por vivir.

Rompí en mil pedazos corazones dibujados con esos mismos dedos manchados de sangre de escritora. Y las pajaritas de papel que surgían de mis manos se volvieron azules, cobraron vida y volaron para anidar en corazones firmes y rojos.

Retorcí la lengua y convulsioné, ahogada por una palabra tan enredada en las cuerdas vocales que no podía salir.

Escupí ansiedades sin digerir y vomité el arte que acumulaban mis ojos antes de salir a buscarle bajo un cielo tan negro como el olvido, una oscuridad densa que enturbiaba ese paisaje de mi infancia que recorrí con los zapatos rojos de bruja verde que él hizo mágicos.

Cada vez duele menos el tatuaje incandescente que nuestro encuentro me causó, tan difuminado por el borrador del Tiempo implacable que ya casi no lo pueden ver las otras bocas que juegan con la piel donde aún palpita su nombre.

La tristeza azul fluye por mis venas penetrando todos los rincones de mi cuerpo, devastando cuanto toca, convirtiéndome en el libro que cuenta nuestra historia. Porque yo le hice eterno con la sangre de mis dedos.

Escribir para no sangrar más tinta, esa que se mezcla con mi alma.


domingo, 22 de marzo de 2015

Inhumanidad, lluvia y pájaros en vuelo rasante


Desde esta altura venzo a la valla que se empeña en ocultarme las montañas y el bosque de pinos prodigiosos del otro lado, que concentra una representación de todos los pájaros del mundo. Observo en silencio, sin moverme, mimetizada con el aire y la lluvia suave que a ratos rebota en las hojas, formando gotas gruesas que hacen un sonido hueco al caer. Un pájaro grande y negro roza mi pelo en vuelo rasante, tan cerca de mi oreja que puedo escuchar el frufrú del roce de las plumas de sus alas al volar. En esos momentos ya no soy humana y la Naturaleza, acostumbrada a desconfiar de los hombres, no me teme. Dejo que la inhumanidad me posea un rato más, disfrutándola. El tiempo pasa y la lluvia se queda atrapada en mi pelo salvaje mientras mi yo animal olfatea la tierra mojada y el aire frío con los oídos alerta y los ojos llenos de libertad.


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domingo, 15 de marzo de 2015

Canicas



CANICAS 
(Microcuento)

El niño miraba cómo al otro lado del cristal un niño jugaba con una canica. La acercaba a su cara y la observaba, deleitándose, disfrutando de su pequeño tesoro. De pronto, sonó la voz de su madre llamándole para ir a merendar. El niño dejó de mirar la canica y se la metió en el bolsillo. En infinitos mundos, cada vez más diminutos, infinitos niños guardaron su canica de cristal en el bolsillo.

De pequeña sentía verdadera fascinación por las canicas. Estaba convencida de que albergaban mundos diminutos en su interior, como si fuesen pequeños planetas de cristal con la vida por dentro. Me gustaban todas: las pequeñitas y las grandes, las de cristal con colores en su centro, tan en tres dimensiones vistos desde el otro lado del cristal que no entendía cómo podían fabricarlas, las opacas, que eran como pequeñas piedras pulidas y resbaladizas, las gigantes,  tan llamativas, y, sobre todo, recuerdo mi preferida, de un negro casi metálico, con pequeños puntitos plateados. Era como el cielo por la noche, como tener el espacio entero plagado de galaxias en la palma de mi mano. Aún me gustan y confieso tener algunas. Siento auténtico amor por las bolas de cristal, por todas, incluidas las de nieve, pero mis preferidas son las compactas, esas que tienen una base plana y son como cúpulas de cristal con colores por dentro. Sigo mirándolas con atención, convencida de que un día veré moverse a sus habitantes. Por suerte, nunca perdí mi imaginación de niña.

miércoles, 11 de marzo de 2015

El día que Caronte abandonó su barca

El paso de la Laguna Estigia Joachim Patinir , hacia 1510
El Paso de la Laguna Estigia
Joachim Patinir. (Hacia 1510)
El 11 de marzo de 2004 mi teléfono comenzó a sonar casi antes de abrir los ojos. Voces preocupadas al otro lado querían saber si estaba viva, si se me había ocurrido coger un tren para ir a Madrid. Entonces supe el porqué de no haber dormido bien aquella noche. Desayuné sin hambre, sin dejar de intentar enterarme de todo por las noticias. Los zapatos que había planeado comprar aquella mañana dejaron de tener importancia, como todo lo demás. Ni siquiera importaba ir a trabajar o no. El estómago se me hizo un nudo pensando en tantos amigos cogiendo trenes para ir a trabajar, a estudiar. El miedo y la preocupación lo invadieron todo. Después llegaron las imágenes, los testimonios y las lágrimas a cada rato mientras veía la televisión en estado de shock. Y llegó el tiempo de escuchar de primera mano las historias trágicas de gente que había perdido seres queridos o que se habían salvado de refilón para volver a casa con la vida rota por mucho tiempo. En realidad, creo que todos nos rompimos de una manera o de otra. Durante mucho tiempo los fantasmas de ojos vidriosos en los que se convierte la gente en el Metro y en los trenes se convirtieron en animales alerta ante cualquier elemento sospechoso. El Miedo viajaba en cada línea, en cada vagón. Ya nadie se dormía camino del trabajo.

Por aquella época yo tenía una enorme página mensual en un periódico de provincia en la que solía mezclar mi amor por el arte con algún suceso que me llamase la atención o con cualquier tema cotidiano o de opinión. Los horribles sucesos de aquel 11 de marzo me llevaron a escribir un artículo que incluía un cuento basado en El Paso de la Laguna Estigia de Patinir, un cuadro que desde siempre cuelga en mi pared, como una ventana a la Mitología, al Arte y a la Muerte. Lo comparto aquí, tal cual lo escribí en su momento.

EL DÍA QUE CARONTE ABANDONÓ SU BARCA

Caronte deja deslizar su barca suavemente, rompiendo las aguas quietas de la Laguna Estigia. Junto a él, dejándose llevar hacia un destino incierto, el viajero, que ha pagado su pasaje con la moneda que le dejaron sus parientes entre lágrimas y que Caronte, codicioso, recogió de su boca antes de dejar que el alma confusa subiese al medio de transporte que la llevaría al otro lado, donde los jueces Minos, Radamantis y Éaco decidirían a qué parte del mundo de los muertos sería enviada. Durante su viaje, el alma contemplará sobrecogida los posibles paisajes de su destino. Si es afortunada, llegará a los Campos Elíseos, si es considerada mediocre, llegará a la Llanura de Asfódelos y, en el peor de los casos, será enviada al terrible y oscuro Tártaro, custodiado por el espantoso Cerbero, perro de tres cabezas que impide la entrada de los vivos y la salida de los muertos.

Hacia 1510, Joachim Patinir nos contó esta historia con la maestría de sus pinceles, especialmente notable en cuanto a la representación del paisaje, que realiza desde un punto de vista elevado y en el que las figuras no son sino un mero acompañamiento del lugar donde se desarrolla la acción, algo que no había sido habitual hasta entonces. Se trata de un paisaje irreal, recreado por la imaginación del artista, con un ambiente de fría luz verdeazulada. Esto se debe en parte al tema representado y en parte a que no existía la costumbre de realizar apuntes del natural, entre otros motivos porque hasta esta época, el paisaje siempre se había considerado un complemento de las figuras. Aquí, sin embargo, se extiende hacia el horizonte en distintos planos con lo que se consigue la sensación de profundidad que contribuye al protagonismo de una naturaleza que todo lo llena, convirtiendo a los personajes en comparsa del propio paisaje. La importancia de la naturaleza en Patinir puede atribuirse a que durante su estancia en Amberes a menudo realizaba los fondos para las figuras de maestros como Metsys o Isenbrandt y eso le llevó a considerar como de gran importancia lo que hasta entonces había sido tratado como algo secundario.

Los detalles del cuadro, representados con la minuciosidad propia de los pintores flamencos, entre los que se encuentra Patinir, recuerdan muy de cerca al Bosco, sobre todo en la parte correspondiente al Infierno, con sus fuegos encendidos en la lejanía y la figura terrible de Cerbero descansando.

Para mí, uno de los mayores encantos de este cuadro es que combina la mitología clásica con la religión cristiana. En realidad, si observamos la escena, vemos que está construida desde la dicotomía entre el Cielo y el Infierno cristianos, pero sin perder la esencia de las divisiones del Reino de Hades que cuenta la mitología griega. La esencia cristiana se aprecia principalmente en la orilla correspondiente a los Campos Elíseos, que en este cuadro se convierten en verdadero Paraíso, con ángeles que acompañan a las almas buenas a la Jerusalén Celestial, mientras que el Infierno sigue más de cerca las creencias antiguas al situar a Cerbero junto a la puerta. También es hermosa la contraposición entre la violencia del Infierno, con sus terribles incendios en la lejanía, contrastando con el horizonte del Paraíso, hecho de serenidad y cristalinas construcciones celestes.

La Historia muchas veces se ha nutrido de cuentos contados por historiadores y los cuentos y las historias mitológicas en numerosas ocasiones se han inspirado en hechos de la vida real, a veces hermosos y felices y a veces espantosos y terribles. Nosotros también formamos parte de la historia y por tanto de esos hechos susceptibles de ser narrados, bien científicamente, bien de forma literaria. Por eso, probaremos a contar una de esas historias terribles como si fuese un cuento trágico. 

El día 11 de marzo de 2004, Caronte se vio abrumado por una avalancha de trabajo. Cerca de doscientas almas esperaban para ser trasladadas a la otra orilla. Se hallaban desorientadas porque no conocían qué era lo que había sucedido. Acababan de llegar allí y no sabían si siempre era igual, si todas las almas tenían que esperar tanto para ser admitidas en el nuevo mundo que las aguardaba. Mientras tanto, dioses de todas las religiones, reunidos precipitadamente ante un caso de tal gravedad, decidían el destino de aquellas personas que en vida se inclinaron por unas creencias o por otras. Lo que tenían claro es que no importaba como fueron en vida, aquella muerte cruel y atroz les limpiaba de todo pecado, así que se procedió a hacer sitio en el Paraíso, en los Campos Elíseos y en todos aquellos destinos en los que creyeron y con los que soñaron cuando aún vivían. Se prepararon los ángeles, las huríes, los antepasados, los dioses y en general todos los encargados de recibirles y tratarles como merecían tras su martirio. Caronte, viejo y cansado, no daba más de sí y por ello decidió hacer algunos cambios. Pidió permiso a sus jefes que preocupados como andaban analizando la situación, se lo concedieron. Entonces, Caronte dejó su barca atada a la orilla y, haciéndose con los mandos de los fantasmagóricos trenes, condujo de una vez a todos los que esperaban hacia los mil y un paraísos de sus religiones, ante la atenta mirada de Cerbero que mientras vigilaba por si se filtraba y llegaba al Cielo algún posible terrorista muerto en el atentado, se preguntaba por qué no habían tenido la idea de cambiar antes, cuando aquel terrible 11 de septiembre la Laguna se llenó por completo de almas y restos de avión. La codicia de Caronte quedó satisfecha, pues se contaban por miles las monedas que encontró en los bolsillos de todos los fallecidos. Y después de solucionar este problema, los dioses no descansaron y siguen sin descansar, porque no pueden entender que los seres humanos aún no hayan aprendido que, por encima de los territorios, las ideas o el dinero, está la vida.

No quiero caer en críticas, sólo añadir que cuando se desnuda un atentado de política, solamente queda el dolor y eso es precisamente lo que nunca debe olvidarse, el Dolor, con mayúsculas

viernes, 27 de febrero de 2015

Disparos verdes


A veces, me palpo los huesos para recordar que por dentro sólo soy un esqueleto más, que esta vida que disfraza mi muerte es únicamente un vestido sin lentejuelas esperando ser arrancado por un amante descontrolado dueño de una guadaña afilada.

Nunca me cicatrizan bien las heridas de la incomprensión, ni las que hacen las mentiras o las que me hago a mí misma al disimular lo que sé, quizás porque no puedo evitar arrancarme las costras, que imagino hechas de veneno supurante, sangre seca y desamor, para no verlas.

Un árbol me apunta con sus ramas nuevas. Le miro sin moverme, esperando, y me dispara balas de yemas primaverales que estallan en hojas recién nacidas. Caigo al suelo con el corazón reventado, herida de recuerdos, manchado el pecho de fragmentos pegajosos de verde nuevo.

Por un momento, siento un miedo infinito a que se vaya el frío con sus vapores de anestesia y a que el corazón se cure.

El árbol estira sus ramas y rebusca en mi pecho, entremezcla su savia nueva con mi sangre antigua y noto una tibieza que no quiero sentir. Le grito que me deje morir, y él, ajeno a mis súplicas, clava sus ramas más profundamente, hasta que se convierten en raíces con la humedad de mi cuerpo.

Nadie vio nunca antes un corazón verde latir, pero late, y mis heridas, cerradas, se confunden con mi piel y no se notan.

Ahora creo en la primavera como un nuevo principio.

Tal vez, sólo hay que morir para renacer de nuevo.

(Textos guardados en los bolsillos del tiempo)

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sábado, 21 de febrero de 2015

El baile del viento

Senda 3, libro de lectura. Santillana

Salgo a gritarle al viento lupino y feroz que no sople sobre mi hogar su aliento destructor. Él se enamora de mi pelo y juega a darle vida, a moldearlo simulando sus ondas mientras yo intento fotografiar la distorsión producida por su fuerza en la superficie del agua, el baile sinuoso, continuo y por momentos violento que su música provoca en el alma danzarina de los pinos. Ahí vive la Poesía, hermosa y descarnada como la propia Naturaleza.

Foto: "Pandora y los niños". Senda 3. Santillana (Uno de mis tesoros favoritos)


jueves, 12 de febrero de 2015

Diario de una esquimal en tierras extrañas. La Pesca

Corazón congelado. Foto Mar Goizueta

Diario de una esquimal en tierras extrañas: La Pesca.
Hoy hemos hecho agujeros en el hielo de la piscina para pescar. Olvidamos los anzuelos y que la pesca depende de la existencia de fauna acuática. Sin embargo, el esfuerzo no ha sido en vano porque entre las planchas de hielo encontré mi corazón. Lo he descongelado con el calor de mi pecho y me lo he comido crudo. Mientras tragaba me pareció notar una leve palpitación. Tal vez ahora vuelva a ser humana.

La música hoy la ponen José González y su "Heartbeats", delicada y bella como el hielo, rotunda como un zarpazo en el corazón

...Ten days of perfect hues
The colors red and blue 
We had a promise paid 
We were in love 
...
And you, you knew the hand of the devil And you,
kept us awake with wolves' teeth
Sharing different heartbeats
In one night...


viernes, 30 de enero de 2015

La Dama de Shalott navega en piscinas llenas de nostalgia

Nostalgia. Foto Mar Goizueta


La nostalgia llena las piscinas vacías de verano, como un líquido amniótico en el que se eternizan las hojas caídas, fúnebres retazos de otoño simulando ser recuerdos muertos o imágenes difusas de una vida deseada.

Sonó el último canto del pájaro camino del nido en una noche aún cálida que llegó demasiado pronto, como metáfora de un tiempo desaprovechado. El bosque se fue callando poco a poco, el cielo se volvió fuego y empezó a soplar un viento nocturno y perturbador. En ese preciso momento, una corriente helada recorrió el cuerpo de la dama. Era la consciencia de que había perdido la sonrisa y con ella su identidad.

Desde entonces la busca en el fondo del agua. Con los brazos hundidos, revuelve el fango y los cadáveres que muerden su piel, sin importarle que sus manos sangren, heridas de frío y tristeza.

La busca diseccionando poemas y destrozando cuentos, devorando libros, saltando entre nubes, bebiendo canciones que hacen que se estremezca cuando bajan por su garganta. Araña su pasado arrancando capas de pintura para ver si así logra entenderlo, pinta de nuevo encima y siempre aparece el mismo paisaje, un lugar irreal flotando entre fragmentos de celuloide y estrellas.

Para no sentir, sueña despierta con soñar que duerme y que en sueños navega como Lady Shalott en una barca robada de un sueño de David Lynch por las aguas sinuosas del tiempo hacia un pasado inexistente, donde piensa recuperar su título de dama y la sonrisa que la definía.

Y en el camino encuentra amores, monstruos y deseos que se funden en negro en su película muda con frases que ella misma escribe e intercala entre las escenas mientras la música de los planetas, ejecutada por un instrumento futurista y delirante, suena en su mente, tan consistente que puede atraparla entre sus dedos y tejer un tapiz con sus vibraciones.

Siente que hay dolor y a veces algo de felicidad, que en cualquier momento sus ojos podrían oscurecerse y su sangre volverse hielo, pero navega y navega porque no hay otra cosa que pueda hacer y en su viaje a veces cruza mundos y se pierde. Nunca nadie dijo que fuese fácil el camino a Camelot. Nunca nadie dijo que en una piscina no se puedan encontrar sirenas y ahogar pensamientos entre monstruos marinos de tentáculos infinitos.

Y así sigue. Porque eso es la vida. Su vida.


The Lady of Shalott. John William Waterhouse (1888) 

No me resisto a poner la canción de Loreena McKennitt "The Lady of Shalott" basada en el precioso poema de Alfred Tennyson 

viernes, 9 de enero de 2015

El miedo viaja por carreteras secundarias


      ¿Queréis saber qué es el miedo? Yo os lo voy a explicar. El miedo es una sensación de angustia densa, un retorcerse el estómago, una presión perversa en un punto exacto del pecho que nos hace enloquecer. Es un erizarse la piel, un secarse la garganta y un aguzar el oído. Es un latido desbocado del corazón y un querer salir corriendo sin saber en qué dirección hacerlo. Es el caos en la mente y la tensión en los músculos. Es un estado sublimado de atención.

      Yo no podía imaginarlo, pero mi miedo me esperaba en medio de una noche oscura sin luna en una carretera secundaria que no parecía ir a ninguna parte, e hizo su aparición, por sorpresa, en el momento justo en que se pinchó una rueda de mi coche y tuve que detener el motor. Fue una repentina y muy perturbadora sensación que nació como un soplo helado y creció hasta el infinito al bajar del coche para comprobar los daños. Entonces empecé a sentirme perdida, desolada.

      Logré calmarme un poco y empecé a escuchar el ruido de animales grandes hozando cerca de las cunetas de la carretera. Era un sonido conocido y salvaje que no conseguía ocultar la música que componían el susurro del viento helado de invierno en las hojas de los chopos y el siseo, como de serpiente, de la corriente del río que bordeaba esos mismos árboles, una canción llena de belleza que habría disfrutado de no tener tantas cosas por las que preocuparme.

     Al pensar en mi situación, surgió otro miedo más, el de esperar en aquella noche hermosa, cerrada y llena de misterio, la más que probable llegada de la Guardia Civil, con sus potentes focos de luz capaces de volver la noche día.

     Llamé al seguro y un nuevo miedo se unió a la fiesta de mi desazón al comprobar que el empleado de la grúa que vino a arreglar el pinchazo era un gigante de dos metros de altura armado con una inmensa llave para desmontar ruedas. Y yo, tan cerca de aquel hombre enorme, apenas podía respirar de pura inquietud.

     Observé, sobrecogida, como, sin preguntar, sacaba una linterna y abría el maletero para buscar la rueda de repuesto. Fue cuando se apoderó de mí el terror más intenso, un pánico que sentí como un golpe que duró un segundo infinito concentrado en apenas el tiempo de un parpadeo, en el que vi a cámara lenta como abría el portón e iluminaba el interior. El mundo no volvió a moverse a velocidad normal hasta que pude comprobar, con alivio, que no había goteado fuera de la bolsa de basura, cuidadosamente cerrada, la sangre del cazador que tuve que matar esa misma mañana en el campo, harta de sus bravuconadas de asesino de animales, el mismo que yacía en la cuneta a la que no me quedó más remedio que arrojarlo cuando tuve que parar el coche, y que con su olor a carne fresca estaba atrayendo a las alimañas del bosque, que escuchaba acercarse ávidas, ansiosas de comerse mi cena en una preciosa jugada circular del destino.

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miércoles, 7 de enero de 2015

El Sapo incorrupto

Os juro que sé donde vive el sapo incorrupto, justo al lado de donde se puede ver bailar a las hadas si se sabe mirar, entre setas y pinos y cerca de un arroyo intermitente. No os diré el lugar exacto para que nadie perturbe su muerte/vida eterna, pero está allí, contemplando el mundo, tan repleto de sabiduría que podría explotar.


EL SAPO INCORRUPTO

      En los cuentos de princesas siempre hay sapos. Los escritores los disfrazan de ranas con trajes de palabras porque tienen fama de feos y nadie se cree que los vayan a querer besar, pero son sapos. Y las princesas son humanas. Por eso, cuando averiguan las virtudes alucinógenas de los sapos, sacan sus lenguas y los lamen con voracidad. Casi nadie lo sabe, pero las ranas son demasiado inquietas para llevar corona, por eso no pueden reinar. Me lo contó un sapo que había ido a morir en el Claro de las Hadas, allí donde la corrupción no existe. Por ese motivo, se mantenía en el último instante de su tiempo, con una pata en la vida y otra en la muerte, con la consciencia plena en ambos lugares, vivo mientras no se moviese de aquel lugar, muerto en todo momento. Las hadas, eternamente asombradas por el hecho de su semivida, le dejan estar en su lugar de magia, pues a nadie puede ir a contar sus secretos y, además, a cambio de su estancia, él puede narrarles cosas de ese mundo de los muertos que ellas desconocen, pues son tan longevas que ninguna sabe de alguna hermana hada que haya muerto.

      Yo llegué allí por casualidad, siguiendo el vuelo danzarín de las más jóvenes, distraídas en el encanto de disfrutar su recién estrenada capacidad de hacer acrobacias entre los árboles. No me vieron porque tengo la virtud de caminar casi sin pisar el suelo, con el silencio de los grandes felinos inexistentes en ese bosque, por ese motivo no podían imaginar que hubiese un ser que pudiera descubrirlas burlando sus afinados sentidos. El sapo me confió el secreto de su eterno vivir sin el temor de que yo quisiera seguir su ejemplo. Doblemente sabio, estaba seguro de que para el alma libre de un felino vivir por toda la eternidad en un diminuto claro de hadas sería más condena que premio.

      Descubrí su peculiaridad porque estaba tan inmóvil, pero tan lozano y fresco al mismo tiempo que no podía entender que estuviese ni vivo ni muerto y, ante mi insistencia en tocarle para comprobar su integridad, comenzó a cambiar frenéticamente de colores y estados. Tan pronto me miraba desde un abismo insondable como estaba a mi lado, tan cerca que podía acariciar su piel. A ratos era verdoso y natural y a veces se disolvía en colores imposibles. Por momentos parecía hecho de aire y al segundo siguiente era mercurio deshaciéndose en gotas que se juntaban para volver a ser un sapo común. No sé cuánto duró, sólo que fue suficiente para empezar a dudar de mi cordura. Entonces, tan de repente como se había iniciado aquel espectáculo maravilloso, todo paró y empezó a hablar. Ese fue el principio de nuestra amistad.


Como banda sonora "Kiss that frog" de Peter Gabriel

lunes, 8 de diciembre de 2014

La Bella Eterna. 150 Microrrelatos de Terror. Homenaje a Edgar Allan Poe


Mi cuentecito "La bella eterna" participó en el III Concurso de Terror ArtGerust. Homenaje a Edgar Allan Poe y al ser uno de los finalistas ahora forma parte de la antología 150 Microrrelatos de Terror. Homenaje a Edgar Allan Poe. Participé por dos motivos, el primero que se trataba de un homenaje a Poe y el segundo que medir el número de palabras para no pasar de 160 se me figuraba un desafío apetecible. Ahora me alegro de haberlo hecho, me parece bonita la idea de que forme parte de un libro. Aquí lo tenéis:

"Annabe Lee", Visions of Poe. Simon Marsden

LA BELLA ETERNA

Con viento del Norte y el cielo llorando pequeñas gotas heladas, la enterraron el aquel cementerio junto al mar, dejando incompleto su amor fraguado con inocencia y sabor a salitre en los besos. Allí la dejó, en la más profunda soledad, con su estatua sobre la tumba enamorando a las figuras de los mismos ángeles. Tres noches después, tres golpes sonaron en el cristal de la ventana del último piso de su mansión. Titubeó aterrado antes de darse la vuelta y mirar, pero lo hizo y vio un cuervo picoteando la ventana. Abrió para espantarlo y en lugar de irse, el cuervo entró. Detrás venía ella, pálida, bella y despeinada, pidiendo permiso para entrar. Entró. El cuervo, posado en el busto que decoraba su cuarto, observó como corrían la sangre y el amor y se alegró de haberle devuelto su espíritu cuando se lo pidió, aunque fuese así. Ella nunca jamás volvió a estar sola. Él tampoco.


*El libro 150 Microrrelatos de Terror está a la venta en este enlace: http://www.artgerust.com/libro/150-microrrelatos-terror-poe/4560

*La imagen que he puesto para ilustrar el relato es una fotografía del libro Visions of Poe de Simon Marsden, uno de los libros más queridos por mi de mi bliblioteca. Es este:  http://www.simonmarsden.co.uk/books-VisionsofPoe-Cover.htm

jueves, 13 de noviembre de 2014

Poeta de Ciencia Ficción

Imagen Pilar Zeta
Imagen: Pilar Zeta
      La mujer entre mundos se siente irreal, inconsistente con sus partículas esparcidas en diferentes universos, tan imposiblemente dividida que anda siempre al límite de la demencia. Poeta de ciencia ficción, escribe delirantes versos sin sentido con la electricidad de sus dedos mientras espera la nave extraterrestre en la que buscar respuestas como la explicación de su dualidad y la verdadera naturaleza de su sangre diferente. Tantas veces sueña con su cabeza reventada en millones de salpicaduras de estrellas formando galaxias con su esencia y su dolor, que se le ha quedado el espacio guardado en la mirada y si miras bien dentro de sus ojos, podrás ver reflejada la tristeza brutal y desoladora que sólo puede nacer en el infinito. No le importa el mundo ya, sólo quiere flotar ingrávida, sin pensamientos, ahogarse en un vacío tan abismal por dentro como por fuera, no pensar. Anhela suprimir su capacidad de estar en varios lugares y habitar en el mundo de los sueños, y no ser nada ni nadie en ninguna parte se le figura como la mejor de las bendiciones. Sabe que no hacer caso jamás al corazón es una recomendación que ningún ser extraño como ella debería olvidar, pero a veces pierde la memoria y se deja llevar y con su magia crea personajes que parecen de verdad y los ama, aunque por inventados no merezcan tanto amor como ella da. No quiere sufrir más y por ello, en secreto, cada día planea cuidadosamente asesinar a su imaginación, arrancarle las venas a bocados, extraerle hasta la última gota de sangre y destilarla en vulgaridad. Piensa en despedazar al tiempo, desmembrar las agujas de su reloj, parar su tic tac irregular, absurdo y anómalo que no sigue el ritmo del resto de la gente. Todo haría por detener el girar enloquecedor de sus pensamientos, hasta morir, si la muerte no fuese un mundo más en el que vivir.

      Para poner música a la historia de la Mujer entre dos mundos, nada mejor que este tema de la B.S.O. que ha compuesto Hans Zimmer para Interestelar, la recién estrenada película de Christopher Nolan. El tema se llama "Day One Dark" . Una obra maestra la película y la banda sonora. Y ya puestos, opino que Matthew McConaughey debería formar parte del reparto de todas las películas.



 #MatthewMcConaughey #ChristopherNolan #HansZimmer #Interstellar #Interestelar

martes, 11 de noviembre de 2014

En aquel lugar

Lilith. John Collier (1892)
Lilith. John Collier (1892)
"Hay muy pocos monstruos que garanticen los miedos que les tenemos."
André Gide 

      Ahora, en el lugar donde yo te tenía, sopla el viento moviendo la inconsistencia del recuerdo de tu cuerpo y hay ecos de un futuro incumplido, de deseos que se quedaron a medias, de amores que no fueron del todo. Aquel es ahora un lugar fantasma en el que el desamor tejió visillos que velan su luz para vestirlo de olvido, sin conseguir, de ninguna manera, borrar la intensidad de lo que sentí, la belleza de saberte, por un momento, tan necesario.

      No te voy a engañar, a veces acudo allí y me desnudo dejando que el frío del vacío perfore mi piel insensibilizándola y deseo que penetre tan profundamente que congele mi corazón. Algunos días no puedo resistirme y dejo salir mi otro yo, el que disfrazaba para ti, es por ello que hay surcos de mis uñas en las paredes a las que trepé para cambiar la perspectiva, por ver si así conseguía que no pareciera mi hogar. En un rincón sigue abandona la piel que mudé para parecerte más hermosa y no asustarte. Está fría, vacía e inerte, tanto como la que llevo anclada a mis músculos, muerta sin caricias que la hagan revivir. Paso mi tiempo casi infinito en ese lugar que creamos los dos, ahogándome entre sus paredes que siento sin aire ahora que no puedo respirarte, hasta que, invadida de furia, hago desaparecer fragmentos del suelo para que se vean las estrellas que nos sirvieron de cimientos y asomen las galaxias sobre las que construimos nuestro refugio.

      Sí, es cierto, soy un monstruo, uno de los más aterradores que puedas imaginar, de los que son capaces de invadir tus sueños, de los que pueden conceder exactamente lo que deseas, pero olvidas que si vine de la Nada fue acudiendo a tu llamada, a los deseos ocultos con los que me convocaste. Llegué del lugar incierto donde viven los seres que se temen y aman al mismo tiempo siguiendo el rastro de tus íntimos anhelos, los que huelen a insatisfacción con un matiz de oscuridad. Tú me diste esta humanidad que ahora aborrezco y de la que no consigo desprenderme del todo, se quedó alojada en mi esencia más profunda como una cicatriz, convertida en un estigma que arrastro y duele.

      Es verdad que soy primaria y egoísta, es mi naturaleza, por eso te quería para mí, por eso si vuelves te devoraré, masticaré cada fragmento de tu alma y me lo tragaré con deleite, con ansia animal y ya no podrás elegir: no volveré a dejar que seas tú el que decida, aturdida por ese veneno que es el amor.

      Y si no vuelves, quizás sea yo quien vaya a buscarte. Entraré por tu ventana, arrastraré tu voluntad conmigo y te haré sentir tan completo, tan lleno, tan especial, que todo lo anterior se diluirá en brumas. Y te enseñaré, esta vez sin disfraces, como es el amor de los monstruos, el más auténtico que llegarás a conocer.

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martes, 4 de noviembre de 2014

La decisión del Cuervo

   
Eric Lacombe OIZ019 / 30 x 40 cm / Acrylic on paper / April 2014
Eric Lacombe OIZ019 / 30 x 40 cm / Acrylic on paper / April 2014
¡Eran más negras que las alas del cuervo de la tempestad!
                                                 ("Ligeia", Edgar Allan Poe)

        A veces, la Luna se disfraza de nube y las nubes se disfrazan de metal para reflejar un sol a punto de fallecer. Entonces, los pájaros cambian de canto en honor de los muertos y rompen un delirante silencio sin sentido capaz de invadir todos los rincones y desquiciar al más cuerdo. Los minutos aceleran su paso y en el preciso instante en que se juntan el día y la noche el Cuervo toma su decisión. En ese momento, el mundo de algunos cambia para siempre. Los gatos observan todo el proceso con la mirada de cristal de quien ve más allá, entienden y asienten con un leve movimiento de cabeza. Para el resto de los seres nada de esto existe y permanecen ajenos al transcurrir de ese tiempo diferente mientras a lo lejos suena un disparo.

*La ilustración es obra de un artista al que yo adoro, Eric Lacombe, estoy muy feliz de que me la haya prestado para decorar mi relato. Podéis seguir su maravilloso trabajo en su web o en su Página de Facebook

#Lacombe #EdgarAllanPoe #EricLacombe #ElCuervo #Poe

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sábado, 13 de septiembre de 2014

Historias de dados y fantasía I. El Niño Dragón

Nunca escribo para niños, mis cuentos siempre son para mayores, excepto los que cuento a algún niño de forma improvisada y esos no suelo escribirlos, pero hace poco me regalaron unos maravillosos dados de contar historias y en cuanto los tengo en mis manos, mi cabeza se activa y empiezan a surgir un montón de cuentos, así que los he tirado y con las imágenes que han salido he escrito esto casi sin pensar, como un juego. A ver si os gusta

Story Cubes


HISTORIAS DE DADOS Y FANTASÍA I: EL NIÑO DRAGÓN

Cuando llegué a la tierra de la Reina Elefanta no podía imaginar ni por un momento todas las aventuras que aún me faltaban por vivir. Y no es que el camino hasta ese extraño lugar hubiese sido fácil, pero lo conseguí con la ayuda del mapa que robé de la vieja biblioteca de mi abuelo el aventurero, tan antiguo que casi se deshacía en mis manos, y del dirigible que robé a aquel hombre tan raro, el del sombrero que echaba vapor, el mismo que pillé espiando por la ventana y que me persiguió en cuanto me vio coger el mapa. Menos mal que yo era el más rápido de la escuela, y que lo único que había que hacer para que aquel vehículo eligiese el rumbo correcto era decírselo con voz clara y educada. Era sorprendente que conociese el lugar al que le pedí que me llevase, y eso que no aparecía en ningún mapa que yo hubiese visto hasta el momento ¡Y mira que siempre se me había dado bien la Geografía! Seguramente, el que antes de enfilar el cielo en línea recta diese como siete mil vueltas sobre sí mismo, tuvo algo que ver con la llegada a aquel país que no sabía que existía. Me pasé el viaje pensando que, en realidad, el vehículo era una especie de pez globo gigante, inteligente y volador que respiraba aire, pero la timidez me impidió preguntárselo, hasta que durante el regreso, y con ayuda de unos restos de los bocadillos que llevaba en la mochila, nos hicimos amigos y decidió que yo era mucho mejor compañía que el hombre del sombrero, siempre enfadado, ambicioso y antipático, pero eso es otra historia que en su momento os contaré.

El mapa indicaba con una cruz roja, grande y precisa la ubicación del enorme trono de la Reina Elefanta, que era vieja y sabia como solamente los elefantes pueden serlo. Al verla sentada, comprendí el motivo de que ella fuese la reina. Por una parte, era la única elefanta del lugar. Por otra, era el animal más grande de la región. También tenía cuatro magníficas rodillas que le permitían sentarse de formas muy espectaculares para alguien no humano y, por último, su trompa era un magnífico apéndice para llevar el cetro real. Me contó que era una maestra interpretando presagios y sueños y que pensaba que yo era el pequeño explorador que llevaban tiempo esperando, así que había decidido contarme como llegar al sitio secreto. Yo, que no tenía ni idea de que debía ir a un sitio secreto y que solamente había llegado hasta allí guiado por el impulso que cualquiera sentiría al ver una cruz en un mapa antiguo, empecé un torrente de preguntas sin fin que ella cortó de golpe, comenzando un frenético barritar que me dejó tembloroso y sin saber qué decir. Cuando consiguió callarme, me dijo que simplemente era mi destino llegar hasta allí, y que debía seguir sus instrucciones. Me entregó un saquito lleno de algún tipo de semillas similares a las judías indicándome en el mapa un camino que me llevaría hasta la guarida del cuervo guardián. Debía ir caminando, a ser posible sin hacer mucho ruido para que no me comiese ninguna alimaña, y mirando siempre bien a mi alrededor para evitar peligros. Si todo salía según lo previsto, en un día llegaría. Luego tendría que gritarle al cuervo que tenía un manjar para él. Según ella, los cuervos son extremadamente inteligentes, pero les resulta complicado hablar. Si comía una de esas judías, su lengua se volvería tan clara como la de un ser humano y podría mantener una conversación con él durante una hora, si comía dos, dos horas y si comía tres, tres horas. Así hasta cinco, pero siempre de una en una. En el momento en que llegase a comer la número seis, podría hablar como un humano para siempre, así que la decisión de que eso ocurriese o no quedaba en mis manos. Pensé que eso tendría que discutirlo con el cuervo más tarde.

Llegué, cansado y con algún rasguño, pero llegué y grité al cuervo mientras mostraba una judía en mi mano. El cuervo bajó raudo y veloz y engulló la semilla con ansiedad. En cuanto la hubo tragado, con un acento exquisito me pidió que fuese más educado, que no gritase tanto y que le contase qué necesitaba de él. Le dije que no tenía ni idea, que la Reina Elefanta me había dicho que tenía que ir a buscarle. Al mencionarla, el cuervo cambió de expresión todo lo que un cuervo puede cambiar: se le cerraron los ojillos, se le puso una expresión soñadora y empezó a contarme que yo debía ser el elegido, el muchacho de la estirpe del dragón que tenía la misión de devolver a esas imponentes criaturas al mundo de los humanos para que con su magia pusiesen orden en todo lo que el Hombre había destruido desde que ellos decidieron desaparecer, dejando únicamente un huevo como forma de perpetuarse. Yo escuchaba atónito ¡Cómo iba a ser yo, un muchacho como cualquier otro, sin nada especial excepto la velocidad de mis piernas, el elegido para algo así! Pero allí estaba, hablando con un cuervo después de hablar con un elefante. Si eso había sido posible, el resto también, y ya que estábamos, iríamos a por todas. Pregunté qué debía hacer y contestó que, de momento, darle otra judía si quería que siguiera hablando. A continuación, moviendo las alas muy rápido, removió el suelo bajo sus patas y apareció una estrella. Me pidió que saltase de punta a punta, con el pie derecho y así se abriría una compuerta, pero antes debía beber agua de una fuente mágica que estaba allí cerca con la copa de oro del Dragón para comprobar si era el elegido. Lo hice, sin preguntar qué pasaría en el caso de no serlo, no fuese a considerar echarme atrás una vez que había llegado hasta mi supuesto destino, y bajé las escaleras ocultas tras la trampilla. No había más que una mesa, y sobre ella un huevo brillante que parecía palpitar colocado sobre una especie de escudo. Cogí el huevo, lo metí en la mochila y di la vuelta al escudo. El dibujo me sorprendió. Era un dragón, justo la misma imagen que tenía el escudo que estaba colgado sobre la chimenea de mi abuelo, ese que cuenta la leyenda de mi familia que tenía tantos años como mi propio apellido, Draco.

Salí al exterior de nuevo y allí estaba el cuervo graznando. Le di otra semilla y le pregunté si quería seguir hablando para siempre. Aceptó con la condición de que le llevase conmigo de vuelta, pues ya, sin nada que custodiar allí, no tenía sentido seguir llevando esa vida solitaria. Accedí y de camino le fui dando las judías según iba acabando su efecto. Al llegar a la sexta ya estábamos a medio camino, ya que él sabía un atajo, y al engullirla se convirtió en hombre. Cuando me recuperé de la impresión un rato después, me contó que tenía cientos de años, que había nacido en mi mundo y que estaba embrujado para poder custodiar la entrada secreta más disimuladamente. Seguimos camino y llegamos al poblado de la Reina Elefanta. Le conté que tenía el huevo y me dijo que era urgente llevarlo a mi tierra, pero que tenía que cuidar muy bien de él hasta que naciese la cría. Cuervo, que ya se había quedado con el nombre después de tanto tiempo, decidió ayudarme en mi tarea y regresar conmigo. Subimos al dirigible tras despedirnos con mucha pena de aquel lugar extraordinario y con mi más educada voz le pedí que nos llevase a casa. Y aquí comienza una nueva aventura. Pero esto, una vez más, es otra historia.

lunes, 8 de septiembre de 2014

I came across time for you. Sueños de amores y relojes blandos.

La bola de cristal, 1902. John William Waterhouse
La bola de cristal, 1902. John William Waterhouse
Anoche acompasé mi corazón con el latido de un reloj blando. Era capaz de sentir cada segundo disolviéndose con el calor de mis dedos mientras hacía girar un corazón invisible con pericia de malabarista. Tenía engranajes de hierro en la garganta atrapando las palabras, convirtiéndolas en un tic tac sin ritmo. Me había convertido en la Dama hechicera, manipuladora del tiempo del amor, con minutos de arena en una mano y labios de fuego. Salté por los recuadros de un tablero de ajedrez inmenso de hierba y barro, arrastrando la falda, los pies descalzos. Encontré al Rey Rojo buscándome a través del tiempo, llevaba en su corazón el recuerdo de cada fragmento de Historia recorrida y arena de reloj bajo sus pies. Me dio la mano. Él era música, y yo bailé su canción. Intenté hablarle, tenía tanto que decirle que me ahogaba, pero de mi boca solamente salían calor y un monótono tic tac. Entonces paró el mundo y pude contarle un secreto al oído. Al despertar, me quedó el recuerdo, tan real como la vida, y un latido inconstante en el pecho midiendo el tiempo irregular en el que le pienso.

Hace poco alguien me recordó que "Terminator" es una de las películas más románticas de la historia del cine. Si un hombre atraviesa el tiempo por ti, hay que amarle si o si. Va por ti.


 I came across time for you, Sarah. I love you. I always have. Terminator

John Connor gave me a picture of you once. I didn't know why at the time. It was very old—torn, faded. You were young like you are now. You seemed just a little sad. I used to always wonder what you were thinking at that moment. I memorized every line, every curve... I came across time for you, Sarah. I love you. I always have  (Fragmento de diálogo de "Terminator")


#Terminator #SarahConnor #ICameAcrossTime

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miércoles, 30 de julio de 2014

La Vampira

La Vampira Edvard Munch (1893-1894)
La Vampira. Edvard Munch (1893-1894)
      Infinito gozo es la vida deslizándose por mi garganta, propagándose por todo mi ser yerto, seco, árida tierra con grietas tatuadas era mi piel de pergamino segundos después de recibir el beso de la muerte. Pero mis ojos apelaron a su conmiseración y, arrastrado por su propia lástima, me devolvió parte de mi sangre, gota a gota, fragmentos de roja luz que en mi cuerpo se hicieron eternidad. Y así renací, como renace la planta aletargada que siente en sus raíces las primeras partículas de humedad.

      Hay para mí tres verdades innegables. Una gota de lluvia es un milagro en medio del desierto, una gota de vida lo es todo donde sólo hay muerte y un beso es el mayor deseo en el reino de la soledad.

      Antes de mi transformación, tenía la certeza de quererte, pero nadie que no haya muerto para regresar a una nueva vida conoce el verdadero sabor de las pasiones, la avidez salvaje del deseo animal, el Amor con mayúsculas de quien venda sus ojos con sentimientos para no ver la parte de bestia que anida en algún lugar de su interior.

      Entonces sentí que te amaba de verdad, aunque no me correspondieses, que anhelaba como nunca bucear en tu verde mirada acuosa, reflejo de mil bosques, de mil tristezas, de mil pensamientos ocultos imposibles de descifrar. Por eso te busqué, codiciosa, deseando arrebatarte lo que no conseguí antes de convertirme en lo que ahora soy, hermosa y pálida estatua de cabellos flotantes, frío mármol de tumba hecho mujer de hielo, arrebatadora criatura de facciones sublimadas por la sangre vampírica.

      Supe que amarías al instante mi hipnótica irrealidad, la añoranza profunda que anegaba mis ojos, mezclada con el deseo despiadado de tenerte, la inteligencia de mis gestos precisos. Sería sencillo hacer de ti mi esclavo, mi amante, mi hijo incestuoso, mi compañero.

      Y llegó el momento de hacerte mío. Elegí la más hermosa de las noches para nuestro siniestro matrimonio. No habría invitados, sólo una novia vestida de perversidad, un novio vestido de inocencia y en el cielo, sonriendo, la Luna roja de agosto como testigo.

      Viniste a mí sin miedos, incapaz de resistirte al influjo de mi mente poderosa, y en el instante del beso de vida y muerte que sellaría nuestra unión, te empujé violenta y huí como un animal asustado, como una mujer arrepentida que se niega a renunciar a su humanidad, prometiéndome que nunca volvería a acercarme a ti.

      Después todo fue vacío y corazón roto, un páramo de tristeza, olvido y sombras en el que deambulé hasta que el mundo entero se fue diluyendo para convertirse en tu voz gritando mi nombre con matices de melancolía.

      Lejos de mi hechizo, tu voluntad era libre, por eso rompí mi promesa y acudí a ti vestida de blanco, novia verdadera esta vez, y, cuando bebimos nuestras sangres mezcladas, sentimos que se convertía en paraíso nuestra noche inacabable.


Hoy la música corre a cargo de The Cure con Lullaby, incluida en mi muy amada The Hunger ( El Ansia), protagonizada por David Bowie, Catherine Deneuve y Susan Sarandon. Adoro la película, la banda sonora, el libro y a los actores. Ahí queda eso.

martes, 22 de julio de 2014

Al principio fue el caos


Preparando mi viaje a las estrellas. Foto Mar Goizueta. Maletas antiguas, estufa, vintage
Preparando mi viaje a las estrellas 
caos.
(Del lat. chaos, y este del gr. χάος, abertura).
1. m. Estado amorfo e indefinido que se supone anterior a la ordenación del cosmos.
2. m. Confusión, desorden.
3. m. Fís. y Mat. Comportamiento aparentemente errático e impredecible de algunos sistemas dinámicos, aunque su formulación matemática sea en principio determinista

Siempre me ha fascinado el caos concebido como una mezcla de las tres definiciones que da la RAE. Me gusta pensar en él como una sustancia en la que, en perfecto desorden y mezcla, está todo lo necesario para crear . Yo lo imagino, de forma abstracta, como un líquido espeso como el mercurio que burbujea de pura vida y, de forma más concreta, como un baúl lleno de pinturas, arcilla, lana, metal, piedra, madera, agua, pegamento, papel... todo tipo de materiales con los que construir cualquier cosa, aún por imaginar, esperando al artista que, con una idea por herramienta, sea capaz de aislar y mezclar los elemento en la proporción y forma adecuadas para dar lugar a algo nuevo. Así, a gran escala, se crean mundos, a pequeña, surgen objetos, teorías y obras de arte, pero todo parte de lo mismo, el bendito caos. Nunca nada nuevo ha surgido del orden, ni el mundo, ni las grandes ideas ni la genialidad en el Arte. Hasta la evolución depende de las caóticas mutaciones. Por eso no me gustan las cosas perfectamente colocadas, el orden absoluto me ahoga y me perturba. Yo llevo el caos dentro y sólo puedo ser feliz en medio de un desorden medio organizado en el que yo sepa más o menos dónde están las cosas. 

A veces es bueno desordenar para volver a descubrir el potencial de los objetos y de los lugares y conseguir que de lo antiguo surja algo nuevo. Reinventar para las cosas una función distinta de aquella para la que fueron concebidas es proporcionales una nueva vida, es crear pequeños remansos de paz para distraer los ojos del aburrimiento que proviene de lo cotidiano. Os recomiendo también romper las rutinas: desordenar las costumbres, sentarse en un sitio diferente del acostumbrado, dormir en el otro lado de la cama, tumbarse en el suelo y mirar el techo, poner las piernas en la pared, se trata de realizar cualquier acción que no soláis hacer. Al principio, os resultará inquietante, pero al mirar alrededor todo os parecerá distinto, descubriréis rincones y elementos que la tóxica rutina, con su capacidad de hacer invisibles algunas cosas, hace que os pasen desapercibidos a pesar de convivir en el mismo espacio. No debéis olvidar tampoco desordenar los recuerdos, no hay que dejar que se apolillen, sobre todo los buenos, hay que sacarlos a la luz, revivirlos y luego guardarlos de nuevo en otro cajón, para que siempre estén vigentes, porque ellos son lo que somos, para bien y para mal. También es importantísimo jugar, no dejar nunca que muera el caótico niño que todos hemos sido. Los juegos tienen reglas que no son las de la vida diaria, pueden basarse en situaciones irreales, rebosan imaginación y no son predecibles, eso hace que sean perfectos para poner un puntito de caos en la vida. Y por último, y no por ello menos importante, os aconsejo reír con ganas, descontroladamente, reír hasta que se salten las lágrimas, reír hasta despeinarse. Reír hasta que tiemble el cuerpo es la forma más maravillosa de desordenarnos enteros para volver a ordenarnos más felices.

* La foto es de un rincón de mi casa, las maletas antiguas ahora son cajones, la vieja estufa, una antena para comunicarme con el espacio. Así me desordeno yo ¿Cómo lo haces tú?

Y como remate, os dejo con una de las historias más maravillosas que conozco y que para mi es obsesión recurrente, "El mito pelasgo de la creación", contado por Robert Graves en su libro Los mitos griegos. Por si no lo sabéis, los Pelasgos fueron uno de los primeros pueblos que habitó lo que hoy es Grecia. Espero que os guste tanto como a mi. 

En el principio Eurínome, la Diosa de Todas las Cosas, surgió desnuda del Caos, pero no encontró nada sólido en qué apoyar los pies y, en consecuencia, separó el mar del firmamento y danzó solitaria sobre sus olas. Danzó hacia el sur y el viento puesto en movimiento tras ella pareció algo nuevo y aparte con que poder empezar una obra de creación. Se dio la vuelta y se apoderó de ese viento norte, lo frotó entre sus manos y he aquí que surgió la gran serpiente Ofión. Eurínome bailó para calentarse, cada vez más agitadamente, hasta que Ofión se sintió lujurioso, se enroscó alrededor de los miembros divinos y se ayuntó con la diosa. Ahora bien, el Viento del Norte, llamado también Bóreas, fertiliza; por ello las yeguas vuelven con frecuencia sus cuartos traseros al viento y paren potros sin ayuda de un semental. Así fue como Eurínome quedó encinta.

Luego asumió la forma de una paloma aclocada en las olas, y a su debido tiempo puso el Huevo Universal. A petición suya Ofión se enroscó siete veces alrededor de ese huevo, hasta que se empolló y dividió en dos. De él salieron todas las cosas que existen, sus hijos: el sol, la luna, los planetas, las estrellas, la tierra con sus montañas y ríos, sus árboles, hierbas y criaturas vivientes.


Eurínome y Ofión establecieron su residencia en el Monte Olimpo donde él irritó a la diosa pretendiendo ser el autor del Universo. Inmediatamente ella se golpeó la cabeza con el talón, le arrancó los dientes de un puntapié y lo desterró a las oscuras cavernas situadas bajo la tierra.

A continuación la diosa creó las siete potencias planetarias y puso una Titánide y un Titán en cada una: Thía e Hiperión para el Sol; Febe y Atlante para la Luna; Díone y Crío para el planeta Marte; Metis y Ceo para el planeta Mercurio; Temis y Eurimedonte para el planeta Júpiter; Tetis y Océano para Venus; Rea y Crono para el planeta Saturno. Pero el primer hombre fue Pelasgo, progenitor de los pelasgos; surgió del suelo de Arcadia, seguido de algunos otros, a los que enseñó a construir chozas, alimentarse de bellotas y coser túnicas de piel de cerdo como las que la gente pobre lleva todavía en Eubea y Fócida.


viernes, 18 de julio de 2014

Vi. La historia de la Dama Iguana

La Dama de la Iguana
Nunca quise ver más allá de lo que mi vista alcanzara, pero vi.

Tampoco quise nunca ser más de lo que una existencia vulgar me permitiera ser, pero lo fui.

Por eso ahora soy la iguana que adora el Sol pero vive pegada a una bombilla en un mundo de cristal.

No siempre fue así. Tuve la oportunidad de irme y huí.

Escapé envuelta en el terror ancestral de aquel al que hiere su propia existencia y llegué a una tierra donde, al anochecer, los molinos en la lejanía confieren a las cimas de los montes un aspecto sepulcral, recortándose a la luz de la Luna como oníricas lápidas blancas y aspadas.

Miles de pequeñas barcas conducen a los marineros allende la Laguna Estigia de la Ría. Algunos son listos y saben sobornar a Caronte con buen viño do país. A otros se les olvida y entonces sus mujeres se transforman en estatuas de piedra que esperan hasta el fin de sus días la llegada del hombre que se les fue.

Allí, disfrazada de brumas, vi cruzar la playa a un perro de Goya. Mientras tanto, el mar sonaba. Sonaba a olas, a barcas, a gaviotas y a sal. Entonces, escondido tras todos esos sonidos, escuché el latido hipnótico de la Tierra y ya nada fue igual.

Ajena a mi cambio, la vida continuaba. Ajena a la vida, yo me balanceaba al son del fuego líquido de la Tierra.

Llegó la noche y con ella el frío y para no sentirlo me volví arena.

Y tras la noche, llegó el día y quise ser pez sabio. Arranqué las ropas que cubrían mi cuerpo y desnuda sentí el agua inundar mi alma.

Vi ojos que me miraban, pero estaban lejos, ocultos por una cortina de irrealidad y los creí sueños.

Lloré toda mi vida anterior. No existía más luz que la del Sol, ni más alegría que el canto de la Naturaleza y decidí no volver jamás.

Quise volar, pero no tenía alas. Quise ser fuego que arrasase mi ser para no ser nada.

Manos ocultas en la irrealidad me tocaban.

Sentí que aquellas manos sin cuerpo me arrastraban.

Y ya no hubo más mar, ni cielo, ni fuego.

Todo es blanco ahora y mi Sol es una desnuda bombilla en el techo.

Yo les grito que la Tierra canta.

Ellos no me creen y sigo siendo la iguana que adora el Sol.

Mientras no mienta, lo seré.


Radio Futura con La Secta del Mar le pone música a mi cuento de hoy



Donde el océano empieza a hacerse blanco 
Hay una isla 
Pocos han llegado allí 
La noche es más profunda que el mar 

Una sirena en la gruta mayor 
Guarda el secreto de mi amor 

Una vez al año ponemos 
Cargamentos de esmeraldas a sus pies 
Se oye el eco de su risa 
Y su voz se enreda como sus cabellos 

Jamas creí poder soñar 
Por eso estoy en la secta del mar 

El misterio de sus ojos 
En los viajes es mi compañía 
Y la alegría al conseguir esmeraldas 
Es como sentir de cerca su mirada 

Jamas creí poder soñar 
Por eso estoy en la secta del mar

* El cuadro es una alegoría de mi misma, un precioso regalo que me hizo un amigo.
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