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miércoles, 20 de septiembre de 2017

Conversaciones con el fantasma de Mary Shelley

Mary Shelley
Mary Shelley

El fantasma de Mary Shelley me sonríe entre las brumas. En sus manos, el libro que contiene, entre otras letras, un cuento mágico. Tan blanca su encuadernación. Tan salpicadas sus páginas del agua del mar primigenio en el que el hombre, impreciso pero conocido, me esperaba con el libro en los brazos y las piernas sumergidas en el agua. Sin saber ni si él era él o si yo era yo. Y, aun así, lo sostenía. Ese hombre, parte de mí, mantenía a salvo mi vida de papel. Recién salido de los sueños reales. 

Mary Shelley me entiende. Lee mis historias: las que han sido, las que serán y las que no. Sabe que lo escrito a veces es magia. Y más si está en juego lo más poderoso. 

El beso del hombre de dos rostros esparce su recuerdo en mis neuronas. Me hace daño con sus semillas de quizás. De alguna manera, es parte del cuento circular y clandestino, aunque no esté entre las líneas de esa pequeña historia tejida con realidad, fantasía y sueños. Suya y mía. Mía y de cada uno de ellos. Ahora dudo de quién es el protagonista. De si es él. De si es el otro. De si son los otros. Todo es confuso, borroso, inestable, porque en el cuento hay varias caras sonriendo, diferentes bocas de labios ansiosos ―algunas―, distintos ojos que miran lo mismo. Justo en ese preciso lugar, epicentro de mis desastres, en el que las miradas se vuelven agua en la que bucear. Los mismos árboles, testigos mudos, el mismo olor. Y una corriente de amor en diferentes estados fluyendo en el aire. Siempre.

Todo es un cuento, me repito en voz alta, nada más que un cuento que se mezcla con los sueños, que bebe de las fuentes del aire en el que se escondía hasta que yo lo encontré o él me encontró a mí. Entonces, Mary Shelley señala mi corazón, que arde muy rojo en mi pecho, y sus palabras quedan coreadas por un eco de abismo cuando replica: mi monstruo también era sólo un cuento. Después me entrega el libro ya leído, en el que, en brillantes letras doradas, ha escrito un título.

Se despide de mí y la veo alejarse en dirección al mar, caminando de la mano del Monstruo de Frankenstein. Luce diminuta al lado de la criatura, y un arrebato de ternura me hace llorar. Por eso y porque intuyo lo que ocurrirá: presa del dolor, yo también acabaré destruyéndolo todo, hasta a mí misma. 

En un instante, todo cambia y me quedo sola en el silencio espeso en que no somos. No dura mucho. Él me ofrece evasión en su recuerdo, en sus brazos. Implacable, me pone contra las cuerdas. Consigue que me tambalee apelando a algo que los dos sabemos bien. El muy astuto ha aprendido a  regresar a través de mis sueños para desde ahí escapar a la realidad. Y ahora pretende ser otra vez de carne y hueso, aunque sea un dios. Como antaño. Como antes de arrancarnos el futuro. 

Hay voces que me palpan con sus tentáculos. Acarician mis debilidades y mis miedos, hacen que a ratos me revuelque en mi infierno, que me asuste de mi imagen al mirarme al espejo.
Algunas apenas son ecos perdidos en su propia naturaleza, músicas que no saben hacer vibrar mi corazón o mi piel. 

Una de ellas sabe ―sin saber y sin que yo esté segura de lo que afirmo― hacerlo todo. Como parte de este juego de contradicciones, me da cierta paz con su existencia. Consigue armonizar mi caos comprendiéndolo. Me sumerge en una melodía que suena a estrellas y refugio.

Sueño con un luminoso espejismo encerrado tras una puerta cuya llave no tengo, aunque atisbo el brillo que se escapa por las rendijas y a ratos deseo bañarme en él. Renacer en él.

El sol del membrillo es lujuria de luz en este otoño que empieza a latir.

Las palabras de Mary Shelley resuenan en mi cabeza.

Asustada, me planteo si es mejor huir de todo o esperar a que el invierno me congele las alas y convierta mi fragilidad en dureza de hielo.


*No siempre soy lo que escribo, ni lo que sueño o imagino... no del todo. 

miércoles, 14 de junio de 2017

La sonrisa maldita


La belle dame sans merci. John William Waterhouse (1893)

VII
Halló por mí raíces dulces,
y miel silvestre y maná fresco.
Y en una extraña lengua dijo:
“En verdad que te amo.”
(“La belle dame sans merci” de John Keats)

* (Nota)

Sonrío.
El monstruo sonríe.
Siempre lo hace con la suficiencia del triunfador que piensa que lo que no se ve es a menudo lo más poderoso. Me sabe suya, me obliga a sonreír y se estremece de placer sabiendo lo que ocasionará esa sonrisa, la trascendencia que tendrá ese gesto que aparenta ser tan inocente.
El hombre sonríe.
Lo hace creyéndose ganador, sin saber que acaba de vender su alma por una sonrisa maldita, que ya no hay vuelta atrás, que jamás se olvidará de ella.
El monstruo canta y yo escucho su canción desquiciada, sus gruñidos de depredador satisfecho que quedan ahogados por  mi coraza de piel.
Navego en los ojos del hombre buscando la huella de su perdición y la encuentro atada al amor que rebosa su mirada y que quizás le impide ver las llamas ardiendo en el fondo de mis pupilas. Miro más allá y encuentro algo inesperado: el fuego intenso que arde en las suyas, el odio, la rabia y el miedo que anidan en su alma. Y aún más al fondo, en las profundidades abismales, una ternura inmensa y unas ganas infinitas de aniquilar la soledad que le destroza.
Me tiemblan las piernas. De repente, me siento muy unida al monstruo. Juntos notamos un sabor extraño en la garganta, dulce y salado a la vez, como al beber lágrimas de un rostro amado o comer nubes de azúcar con los dedos manchados de agua de mar. Es el sabor de la anticipación de algo que se desea y se teme. Sabe a primer beso, a temblores de amor.
El monstruo y yo bailamos con una alegría casi demente, sabedores de que el hombre es nuestro reflejo.
Ya no temo arañar su corazón y dejarlo morir desangrado, empujada por el ansia caprichosa del monstruo. Esta vez morderé fuerte, sí, pero después curaré sus heridas a lametones y besaré cada cicatriz que huela a tiempo vivido.
 Y sé que no me iré.
Un delirio se ha  apoderado de mi alma: devorar y ser devorada, cazar y ser cazada, domar y ser domada, amar y ser amada, sinergia de monstruo a monstruo. La perfección.
Me acerco al hombre y sonrío.
El monstruo sonríe.
El hombre sonríe.
Y esta vez sólo hay ganadores.

*Este cuento nació en mi mente enlazado a este tema y a "La belle dame sans merci" de John William Waterhouse. Por eso me gustaría que escuchases la música mientras lo lees. Yo misma lo recité con ella de fondo, aunque después el destino hizo que se perdiese el archivo. Quizás sea mejor así, quizás no sea yo quien deba leerlo y estropear esas deliciosas notas limpias que se acaban fundiendo en un maravilloso éxtasis de voces. Hoy ha vuelto a mi cabeza esta historia. Será que soplan vientos de redención. Sea como sea, esta canción ,que siempre sentí como mía, quiero compartirla contigo. Y ahora hablo en singular.


Pincha aquí para leer La belle dame sans merci de John Keats completo en inglés y en castellano


lunes, 20 de febrero de 2017

Mordiscos más allá de los tentáculos


Más de una vez os he confesado que os observo.
También que hurgo en vuestras mentes con mis tentáculos invisibles cuando me parecéis especialmente interesantes.
Pero nunca os había contado que a veces dejo que el bosque se me enrede en el pelo y os vigilo a través de mis ojos de animal. Entonces puedo oler vuestras intenciones ocultas y seguir los hilos de vuestros actos y los movimientos que hacéis sobre el tablero de juego con la claridad que da el estar más allá de las limitaciones de la cultura y la educación. Y algunos me parecéis tan interesantes también desde esa otra perspectiva que, sin que os deis cuenta, doy pequeños mordiscos a vuestros cerebros y los saboreo.
El que avisa no es traidor, pero quizás ya sea tarde. Tranquilos, ni duele ni afecta a la inteligencia.
Aunque quizás alguna vez me soñéis siguiendo vuestro rastro entre hojas y ramas.

* Siento que "Trøllabundin"de Eivør es la música perfecta para este texto. Una canción que me obsesiona desde que me la descubrió mi querido Raúl Campoy hace unos días.


* Foto: "Pagan Angel (SocialFreeakdom)

lunes, 13 de febrero de 2017

La mirada del pájaro psicopompo



Eric Lacombe (2015)
Después de infinitos días, anoche recordé cómo dormir. Quizás la Luna llena, vestida de oscuridad, perdió la fuerza que me hace aullar con los sentidos alerta cada plenilunio, quizás fueron las buenas noticias las que me acunaron como una madre protectora, tal vez mi corazón encontró en el sueño el remedio a sus inquietudes o puede que me besarse en la frente quien guía mis pasos por el otro mundo. En cualquier caso, dormí. Y al despertar, al otro lado del cristal, atravesando la lluvia, me encontré la mirada del pájaro psicopompo que volaba hacia mí con mi alma entre sus patas. También traía mis letras perdidas y mi corazón agujereado en el pico. 
¿Otra vez? le dije. 
Abrió el pico y lo dejó caer. 
Deberías darme las gracias, sólo sangran los corazones vivos respondió. 
Y sonreí, pensando que había verdad en sus palabras.


*Algún día compraré cuadros de Eric Lacombe. Adoro su arte.

jueves, 19 de enero de 2017

¿Y si el monstruo de Frankenstein amase a una sirena?

 

      He girado rápido para ver si conseguía atisbar, escapándose por un lateral del espejo, el reflejo de una de esas maldiciones que llevamos cosidas a la espalda como sombras negras, siempre dispuestas a cubrirnos con sus asquerosos cuerpos polimórficos que crecen consumiendo nuestra energía.

     El terror a no vivir arrasa a quienes ven a un primer amor viviendo de prestado, a quienes saben que no existe la certeza de un futuro, que nunca se conoce qué día será el último en el que la felicidad será plena. Y al final, es  la propia fragilidad de sabernos cristal la que  nos rompe si no conseguimos volvernos flexibles.

     Hoy he mirado con detenimiento los mil rostros de la perdición, me han revoloteando murciélagos en la tripa y he tragado mis propias defensas. He vomitado las espinas y la hiel del miedo y entonces, entre lágrimas, te he visto cómo eres en esencia, tu forma verdadera. Brillabas con el resplandor del fuego implacable que busca mi piel de ave fénix. Temblabas. Extendí mis alas doradas para cubrirte, dejando mi cuerpo desnudo, y te evaporaste cómo el agua al contacto con mi calor. Pareces ser  el aire ardiente que necesito respirar, el agua fresca con la que llenar mi boca y calmar mi sed y, en verdad, quizás solo seas un espejismo en mi desierto de locura, destinado a destrozar la poca cordura que aún poseo.

     Ahora, como resultado de esa visión, un deseo rebota en un espacio vacío y se multiplica en un eco siniestro y eterno. Hueco, como el sonido del frío o el de la niebla aislante, con la dulzura oscura que deja en el paladar el sabor de un secreto sucio o de un pecado.

     Hay un vértigo en la oscuridad que me precipita irresistiblemente al abismo que formaron tus palabras y me dejo caer, aunque no haya red que me asegure la supervivencia. O tal vez por eso.

     Me siento culpable de tu ausencia. Desprecio mi comportamiento errático y absurdo, enfermizo como recrearse en extender con un dedo la sangre pegajosa y espesa de una herida antes de cicatrizar, repugnante cómo el olor dulce de las flores que abrigan a los muertos intentando ocultar el olor a formol, destructivo cómo el poder infinito que siente un niño triste al regodearse en la agonía de la mariposa clavada a un corcho con un alfiler o al triturar con rabia un hermoso escarabajo dorado, arruinando su belleza de joya, un instante antes de llorar desolado por haber roto un tesoro.

     Y al igual que el niño, me retuerzo de dolor ante mi error, lamentando que quizás no haya vuelta atrás en mi dureza fingida, en mi simulada piel de hielo, suave para jugar, impenetrable al amor, tan falsa que sólo con tu mirada furiosa se abren grietas y sangra.

    No creas ni una sólo palabra, rómpeme con tus manos, abre mi pecho y muérdeme fuerte el corazón, haz que repita tu nombre hasta que se borre el mundo.

     Creí en Hades añorando a Perséfone, no en un verano de olvidos. Mil veces mejor es enamorar al terrible Minotauro o a un dios capaz de arrasar el mundo por seguir las huellas de mis pies, por correr detrás de mis medias, por beberse mi voz. Malditos los buenos que siempre duelen, benditos los malos que con su furia hacen temblar los cimientos y si hacen gritar es en combate de amor y luego lamen las heridas y curan. Bendita tu alma guerrera.

      Pienso en Anaïs Nin, viva en los brazos de Miller, en Dalí ahogando sus miedos en los pechos de Gala, en Caperucita siguiendo el rastro del lobo en las noches de Luna llena, en la bella amando el lado salvaje de la bestia, en Gustav Klimt acunado por Emilie en la vida y la muerte, en Picasso enloqueciendo a Dora Maar, en la tormenta eléctrica constante entre Frida Kahlo y Diego Rivera, en la Maga arrastrando a Oliveira a un circo feroz con su sexualidad catártica, en la inteligente Eve, antigua como la Historia, regalando al joven Adam una eternidad de libros, música y amor con su mordisco. Pasiones turbulentas que son vida. Qué importa que nadie lo entienda si ahí radica la pureza de su amor.

*Imagen: Ann Blyth disfrazada para su papel en “Mr. Peabody and the Mermaid” y Glenn Strange caracterizado para “Abbott & Costello Meet Frankenstein”, 1948.

jueves, 12 de enero de 2017

Sólo los amantes sobreviven


Sólo dos monstruos pueden encontrar la canción que les hará bailar juntos más allá del miedo.
Y será hermosa aunque no lo sea, como las historias de amor que comienzan con mordiscos y dolor y acaban siendo eternas.
Lo que marca su camino son las huellas que se dejan con firmeza en la arena y en la mente, el sendero de admiración y brillo que los monstruos no pueden dejar de transitar en su búsqueda. Porque para quienes sólo entienden de emociones puras, no merecen la pena las mediocridades.
Sólo los amantes sobreviven. Y más si esconden colmillos en sus sonrisas y garras feroces en los bolsillos.

*Imagen: Sólo los amantes sobreviven (Jim Jarmusch, 2013)

lunes, 6 de junio de 2016

Vinieron los fantasmas


Los fantasmas y la lluvia de Mar Goizueta
Foto: Los fantasmas y la lluvia 
Vinieron los fantasmas. Traían aliento de pasado y un gesto triste en unos rostros que me observaban con nostalgia, en la curvatura de esos labios que alguna vez deseé. Sus miradas, interrogaciones sin cerrar, lo decían todo. También vi curiosidad en sus palabras, disfrazadas de cotidianeidad. Querían saber si los había llorado, si alguna vez los eché de menos, si la lluvia del olvido había borrado sus rostros, si alguien ocupaba ya su lugar. Si nos equivocamos.

Yo los miraba y los veía tan hermosos como antes, pero lejanos. Ya no sentía sus raíces en mí. No dolían.

Vinieron los fantasmas, y no trajeron enseñanzas del pasado, ni consejos, ni un qué hacer.  

Y nos dio un poco de pena
pero daba un poco igual
nos pusimos a reír

Vinieron los fantasmas, cada uno a su lugar. Y no has venido tú, de carne escondida en un presente imperfecto en el que mis palabras rebotan como el eco del silencio.

Y no sé dónde estarás
ni en qué frase te perdí
y por eso cada día lanzo mi botella al mar
con un poco de por qué
y otro poco de ojalá
y por eso cada día lanzo mi botella al mar
y viviendo aquí en Madrid
no sé si te llegará
le pedí a los marineros
"traigan mar a la ciudad"

Vinieron los fantasmas, como otras veces, a apuntalar mis piernas, a sujetar mis brazos, a recordarme quien soy y por qué me amaron. Intuyeron que estaba a punto de dejarme arrastrar por la inconsistencia y me lanzaron el salvavidas de mi recuerdo en sus corazones Por eso siempre son bienvenidos.

Cuando vuelvan los fantasmas
que se queden a cenar
y te vienes tú también


*Los versos en cursiva están sacados de la canción "Delante de mi" de Lewin



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miércoles, 20 de abril de 2016

De gatos y fantasmas



"Y se produjo aquel silencio de los cementerios, aquella atmósfera donde cada movimiento de las ramas de los árboles colindantes, se escucha amplificado. Y apareció el viento, poniendo esa melodía característica al pasar por las cosas. El tiempo se percibe de otra manera ante los restos de los que alguna vez vivieron."


DE GATOS Y FANTASMAS

En el vacío,
al que nos condenamos como autómatas sin voluntad,
entrechocamos los huesos de nuestros muertos.
Dimos voz a los fantasmas,
los de dentro y los que llevamos atados a la espalda.
Escupimos a la lógica
con discursos que reavivaron a las almas
que vagan en nuestros corazones

Yo arañaba las paredes con las uñas mutiladas
y lijaba mis colmillos incipientes,
en un intento de detener al monstruo
que tú alimentabas desde el otro lado de las rejas
con palabras que quemaban como hielo líquido
escurriéndose entre mis costillas,
buscando un corazón que paralizar.

Al otro lado, susurraba un viento de olvido y hiel
que arrastraba lágrimas de lluvia,
y mi no ser
comenzaba a concretarse en el lugar donde vive la nada.

Entonces llegaron los muertos,
intercediendo en nuestra noche infinita,
sembrando señales que hay que aprender a leer,
reafirmando la profecía
que el Rey de los Gatos me regalo
en la primera etapa de su viaje infinito:

Maullará,  llamándote con sus ojos verdes,
siguiendo su voz, llegarás a tu hogar, 
allí, donde se asientan tus raíces, él te esperará.
Y gritaréis juntos con voces felinas.
Y arañaréis vuestros cuerpos, buscando redención 
en una batalla de lascivia y miedos,
de esas que hacen enmudecer las guerras.
Luego, os lameréis las heridas como animales,
llegará la paz en brazos del otro
y la lluvia borrará los restos de la batalla. 

Sé que un día, desde ese otro lugar,
el Rey de los Gatos sonreirá con su sonrisa franca.
Y a su lado, nuestros fantasmas se mirarán, cómplices.
Será como renacer limpios de pecado
Y comenzará, por fin, la vida.


Más textos de Raúl Campoy en su blog, Misantropía

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miércoles, 6 de abril de 2016

Limbo

Levitación

Cultivo con esmero ojeras de llanto almacenado,
agua podrida infectando el marco de mis ojos tristes,
anegados de frío y sinrazón
Nada es tan inquietante como la tibieza terrible del limbo.
La felicidad y la infelicidad suspendidas en el mismo instante y lugar,
encrucijada maldita entre el todo y la nada, el dolor y el éxtasis, el amor y el vacío.
Hoy dueles con sutileza de herida antigua,
aunque palpitas en mi tiempo de ahora,
comedido, como el protagonista de un amor ya viejo.
Rechazo con violencia las ganas de buscarme,
al escuchar ecos de los tiempos de la huida,
ahogo al monstruo que pide vida,
me odio por convertirme en lo que niego.


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domingo, 13 de diciembre de 2015

Metafórico microcuento de sangre o...


No sé cómo llegamos a enterrarnos en hielo, aunque eso ya da igual. Sólo importan el frío que nos siega los dedos y el hambre que llegará pronto, cuando se evapore la humanidad que nos queda.

No debimos beber de aquel frasco por más que el líquido rojo y espeso nos pareciese incitador. No podemos culpar a nadie, de sobra sabíamos que tras deslizarse por nuestras gargantas, nos esperaría la eternidad. Pero nunca imaginamos que sería tan fría.


Hoy la música la pone Bunbury con su versión de "Frío" de Distrito 14, que forma parte del proyecto de versiones Los Chulis que hace años tuvo a bien regalar a la humanidad.


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lunes, 26 de octubre de 2015

Lluvias

La mariposa y la muerte. Foto Mar Goizueta. Más en https://www.flickr.com/photos/lasmiradasdemar

Clonc,
clonc.
Escucho caer las gotas de lluvia sobre la superficie tranquila del lago y pienso que me gusta la lluvia porque se mueve aunque no esté viva.
También me gustan los sonidos rítmicos, me recuerdan el latido de un corazón en funcionamiento.
Y los cuerpos flotando suavemente entre los vientres de los barcos. Son paz y silencio.
Hay mucha belleza en el movimiento mudo y ondulante de los nadadores que se dejan llevar por la corriente.
A menudo, no puedo contenerme y rozo sus pieles. Les acaricio con dulzura, simulando ser una planta, o me froto contra ellos con la viscosidad de un animal acuático.
Ellos dan un respingo y se mueven un poco para espantar al pez que creen que les ha rozado.
Yo veo como se agitan, nerviosos, y me río con mi boca ya sin labios.
Es casi la única distracción para un cadáver que vive en el fango.
Clonc,
clonc.
Fragmentos de mi carne muerta llueven del revés, camino de la superficie.

* Más fotos en: https://www.flickr.com/photos/lasmiradasdemar
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miércoles, 19 de agosto de 2015

Lobishome



LOBISHOME

Aparecía siempre como de la nada, envuelto en el misterio de sus largas ausencias y en olor a bosque. Traía en los ojos cierta ansiedad animal, un brillo como de otro mundo, de cristal no empañado por la rutina y la civilización, y una sonrisa amplia que precedía a las manos ansiosas de carne, a la lengua hambrienta de sus labios. Ella creía saber lo que era y lo que buscaba. Le traicionaban la dilatación de sus pupilas y las pinceladas doradas que jaspeaban el verde de sus ojos. No era sólo un hombre, era un vacío insondable en el que olvidarse de la rutina del mundo prosaico. Él, sin embargo, no sabía que sus tendencias campestres obedecían a una naturaleza marcada a fuego en sus genes con la fuerza de una bendita maldición.

El hombre mordió su boca, apretando el cuerpo femenino contra el suyo, notando la suavidad de los pechos, el desafío impertinente de los pezones contra la tela que los mantenía cautivos. Susurró en su oreja con voz ronca de deseo, haciéndole cosquillas con la barba al tiempo que ella escondía las manos en su pelo rebelde, retorciéndolo con los dedos, arañando. Luego fue bajando despacio, rozando con los dientes el cuello que ella le ofrecía, erizándole la piel con el soplo de su aliento cálido, lamiendo.

Cuando estaba a punto de llegar con la lengua y las manos al codiciado tesoro que escondía el levísimo vestido, ella se separó, agarró sus muñecas y, mirándole con intensidad, le suplicó:

── Ámame en el bosque, bajo la Luna, quiero absorber su magia, que esta noche sea especial.

Él, que ya no se sorprendía de esas fantasías que daban un matiz de locura a su educación científica, movido por el mismo deseo voraz que le haría seguir a aquellas caderas al fin del mundo, accedió.

── Vamos, el coche está en la puerta.

── Ve arrancando, me cambio y salgo.

En aquel lugar de árboles centenarios, con la luz de la Luna iluminando sus siluetas y el ulular de un búho, incómodo por su presencia, como única compañía, ella se propuso hacerle más feliz que nadie. Arrojó la túnica roja que cubría su cuerpo al suelo y él enmudeció al ver resbalar la tela sobre la piel desnuda.

Devoró su boca con ferocidad, acarició el sexo suave con manos lujuriosas, olisqueó sus dedos y los rincones más ocultos de la mujer y sus hormonas le inundaron el cerebro haciéndole volar. La penetró con furia, la misma que ella buscaba, aferrándose a sus pechos con desesperación, mordiendo su nuca mientras se diluía en ella aullando a la noche como un animal.

Al regresar, ella repetía como un mantra el inicio de la canción que desde siempre canturreaban las mujeres de su familia y que esa noche, por fin, cobró significado:


Aún no es tiempo de Luna Amarilla, pero llegará, 

derramando sal en su caminar. 

Esa misma sal que lamerás en mi piel cuando aúlles a mi lado.


* La imagen es un fotograma de la película Red Riding Hood (Caperucita Roja), basada en el cuento de los hermanos Grimm dirigida por Catherine Hardwicke y protagonizada por Amanda Seyfried, Gary Oldman, Shiloh Fernandez y Julie Christie entre otros.

*Escrito para el concurso de relatos eróticos "Fantasías Textuales" de El Círculo de Escritores

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#RelatoErótico #CaperucitaRoja #LoboFeroz #Sexo

domingo, 2 de agosto de 2015

Impura

Cueva de Tito Bustillo. Camarín de las Vulvas (Asturias)

Arrastró sus pies y su vergüenza fuera del perímetro de la aldea, condenada al aislamiento por impura, por provocar con su femineidad la sangre que brotaba entre sus piernas. Caminaba aterrorizada, pensando en las noches que le esperaban en el abrigo solitario, con las bestias rondando su carne fresca y desprotegida y la noche húmeda de la cueva como único refugio.

Fueron pasando los días de su Luna y de mucho observar el mundo instada por el miedo, hizo sabiduría y tanto horror acumulado se convirtió en oscuridad. La negrura que anidó en su interior fue una invocación para el Mal, que acudió galante a su llamada, y en él encontró la ausencia de temor que necesitaba.

Cuando llegó la hora de regresar, ya no quedaba nada de la niña que se fue. Lo último que vio cada uno de los habitantes del poblado fue algo parecido a una mujer con sangre goteando de su boca terrible, un largo cabello enmarañado y el delirio en sus ojos enrojecidos, tan acostumbrada a la soledad, que limpió el poblado de toda humanidad que pudiese perturbar el silencio de su nueva vida muerta.

* La imagen es una fotografía del Camarín de las Vulvas, en la Cueva de Tito Bustillo (Asturias)
#ArtePrehistórico #TitoBustillo 
*Microterror en 200 palabras para el concurso Microterror III de El Círculo de Escritores

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miércoles, 29 de julio de 2015

No hay límites para el cazador (Microrrelato de terror)

León Cécil

La imagen de la mujer que fue rebotaba en su mente. Esa que la miraba desde el otro lado del espejo en un tiempo que no era capaz de precisar bien mientras flotaba en una pesadilla eterna. Ya no sufría físicamente, su cerebro, alcanzado el límite del dolor, había paralizado todo menos un grito mudo y recurrente, un eco desgarrador resultado de su llegada a la cumbre de la agonía en la que su mente permanecía desde que aquel hombre le robase la piel y la melena que la convirtieron en reina de belleza.

El león agonizaba en la sabana ardiente como el fuego, sintiendo como sus entrañas se disolvían a cada paso. La herida de la flecha maldita bullía de vida animal, intoxicando su sangre gota a gota. Dos días vagó sumido en una muerte en vida rebosante de dolor, recordándose como rey de su reserva, impresionante, admirado hasta por los hombres. Y cuando casi había apagado su luz, aquel hombre vino a cobrarse su premio, la cabeza y la piel que le hicieron famoso.

El hombre sonrió satisfecho, admirando los trofeos tan bellos y caros que decoraban su salón y se llevó una mano a la entrepierna.

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No imagino nada más terrorífico que agonizar durante horas, ni nada más cruel y estúpido que la bestia causante de tales dolores. Si puedes matar al poseedor de tanta profundidad en la mirada, puedes matar a cualquiera. Este es mi homenaje al león Cecil, el más famoso de la reserva de Hwange (Zimbabue), que no es para mí más importante que otro león, pero que espero que se convierta en símbolo de la atrocidad del hombre. Recordad, no hay límite para el cazador.

*No sé quién es el autor de la foto, si alguien lo sabe que me lo comunique y lo pondré.
#Cecil #LeonCecil #Hwange #Zimbabue
*Microterror en 200 palabras para el Círculo de Escritores

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miércoles, 3 de junio de 2015

Anoche me bebí a cucharadas la luz de la Luna

Planeta Terror y la lluvia de asteroides. Foto Mar Goizueta https://flic.kr/p/ttWJQK
Foto: Planeta Terror y la lluvia de asteroides

Anoche la Luna llena estaba tan salvaje que no me dejaba dormir y tuve que beberme a cucharadas la luz que derramaba por mi ventana. Desde su lugar entre mundos, los pájaros negros de la noche cantaban siniestros ecos que no eran reflejo de ningún sonido conocido. Por eso no conseguí seguir su rastro y comerme su negrura para contrastar la luz que emanaba de mi piel.

Anoche mi cabeza albergaba galaxias, laberintos y mil historias hechas con retazos de desvaríos.

Anoche, por no comerte a ti, me bebí la Luna

Hoy Selene está algo más oscura y yo siento ríos de luz recorriendo mis venas, aunque nadie pueda verlos detrás de mi vestido de noche nueva.

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martes, 19 de mayo de 2015

How terrible it is to love something that death can touch (Frío)

how terrible it is to love something that death can touch

“Si nunca has besado a un muerto, no sabes lo que es el verdadero frío”, pensó al darle el último beso en aquel frigorífico con olor espeso a flores y formol. No le reconoció sin calor, sin voz, sin deseo en la mirada.

La noche llegó, fría y solitaria como nunca. Durmió entre lágrimas hasta sentir un peso conocido en la cama, tanteó con la mano y encontró al frío hecho hombre.

─Cuando eres frío, dejas de sentirlo ─dijo acariciándole el rostro─ .Yo siempre seré frío para ti, a menos que seas como yo.

─Entonces, dame tu frío ─imploró ella.


*Microrrelato creado para el "concurso de microcuentos Microterror II" de El Círculo de Escritores. A veces, no puedo evitar cierta vena gótica. 
*La foto, tremendamente evocadora, la encontré por Internet. No creo que se pueda poner algo más bonito en una lápida que esta frase: how terrible it is to love something that death can touch . Siento no poder dar más información, pero no he conseguido saber más. Si alguien conoce al autor, que me lo diga.

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viernes, 15 de mayo de 2015

No traiciones a un monstruo


Se deslizó suavemente dentro del sueño del hombre, perdiendo consistencia al atravesar la barrera. "Qué pena", dijo, agarrándole los testículos con fuerza. "Te mostré la pasión de los monstruos, deseché premoniciones confiando en que tu libre albedrío me fuese favorable y lo estropeaste ansiando amores mediocres". Con la otra mano, arrancó su corazón y lo mordió como a una manzana roja. Él se retorció en la cama. Acercó la boca a sus genitales. El aullido traspasó mundos. Despertó mirando su entrepierna intacta. Ella observaba con mirada de gata y un hilillo de sangre decorando la comisura de su sonrisa desquiciada.

*Microrrelato creado para el "concurso de microcuentos Microterror II" de El Círculo de Escritores. De vez en cuando, es divertido imaginar con pautas, es algo así como hacer un pasatiempo.

*Segundo puesto en el concurso. Feliz.






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viernes, 8 de mayo de 2015

L'amour fou

The Camden Town Murder o What Shall We Do for the Rent? -  Walter Sickert (1908)

L'amour fou


Su corte es exquisito, cada incisión precisa; maneja como un virtuoso su cuchillo de filo de bisturí, deslizándolo suavemente, como si cortase con un pincel o con el arco de un violín, moviendo sus manos de prestidigitador en una especie de baile hipnótico. Es un artista, un creador que con su arte transforma la prosaica carne en materia prima digna de un escultor, noble como el mármol de Luna.

“Su carne es suave y blanca como el alabastro”, decía acariciando con delirio mi piel mientras dividía delicadamente mi cuerpo en partes con sus expertas manos de cirujano.

Sólo dolió el primer tajo, certero y mortal. Un dolor intensísimo, tan demencial que acabó en desmayo y luego, con la sangre derramada, llegó la Muerte, dulce, ingrávida y liberadora. Y ya no pude despertar.

Nunca me habían amado tanto. Ninguno de aquellos hombres que compraban mi tiempo trató mi carne con tanta suavidad. Eran hombres perdidos a los que les daba igual todo excepto la soledad y su necesidad animal, bestias arrastradas por el instinto que querían aprovechar hasta el último minuto pagado. Ellos raspaban con manos rudas y ansiosas mi piel y avasallaban el interior de mi cuerpo de forma implacable. Confieso que, aunque casi siempre me asqueaban, había momentos en que me llegaba a gustar, no como cuando lo hacía con aquel primer hombre que creí amar entre el miedo y la inexperiencia, aquello era otra cosa que resulto no ser ni el amor ni el placer absolutos. Supongo que el placer sórdido es menos sórdido cuando vives en la mierda o cuando implica comida y calor. Eso me decía a mí misma al sentir temblar mi centro de gravedad mientras perdida en algún lugar de mi mente, arañaba las sábanas mugrientas o la espalda de mi ocasional invasor.

Mi último amante fue distinto, penetró hasta mi más profundo reducto con paciencia, recreándose en cada fragmento del camino para luego ir haciendo surcos en mi carne con su herramienta afilada. Flotando por encima de la escena, yo disfrutaba de su amor, de su forma de besar mi boca muerta con una dulzura que nunca antes habían probado mis labios, de cómo acariciaba con mimo cada pieza que desgajaba de ese cuerpo que había sido yo. Y al verlo, me enamoré por primera vez de una forma devastadora. Él era muerte y yo estaba muerta, así encontré la lógica de nuestro amour fou. Desde entonces no me separo de él. Nunca más ha vuelto a matar. Cuando alguna vez se olvida por un momento de nuestro amor y mira codiciosamente a otra, yo reconduzco sus deseos o ahuyento a las posibles víctimas con mis habilidades de fantasma y en compensación, cuando duerme, beso sus labios con los míos de aire y acaricio su cuerpo durante horas para que me sueñe. Y lo consigo sin dificultad, fueron muchos años aprendiendo a convertir mi cuerpo en objeto de deseo hasta que llegó el amor, ese que ahora sólo guardo para él.

*The Camden Town Murder o What Shall We Do for the Rent?  Walter Sickert  (1908) es el título del cuadro que ilustra el cuento


Walter Sickert y Jack el Destripador


Los que me leéis habitualmente ya sabéis que me cuesta separar la literatura del Arte, que casi todo lo que escribo lo relaciono con algo visual. En esta ocasión, en cuanto empezó a surgir el relato en mi cabeza, se unió a él la intrigante figura del pintor impresionista Walter Sickert, por su curiosa biografía y por su serie de cuadros relacionados de una forma o de otra con los famosos asesinatos de Camden Town, que tuvieron lugar en torno a 1907. Hay teorías que relacionan a Sickert con Jack el Destripador, acusándolo de ser el famoso asesino o de ser cómplice de alguna manera. La culpa de esto la tienen su gusto por pintar escenas que inevitablemente llevan a pensar en los asesinatos, de plena actualidad en la época en que pintó sus cuadros y el que, según parece, gustaba de ser el centro de atención contando historias sórdidas como que el anterior ocupante de su habitación había sido un estudiante de veterinaria loco al que sus padres, tras descubrir su doble identidad como Jack el Destripador, habían recluido en un manicomio de forma discreta. A todo esto, se une un supuesto hijo ilegítimo que proporcionó ciertas informaciones a un periodista llamado Stephen Knight que no dudó en escribir un libro en el que mencionaba a Sickert como tercer integrante de un grupo de asesinos formado también por el médico real Sir.WilliamWhithey Gull y el cochero John Charles Netley, cuya unión dio lugar a la figura del conocido asesino de Whitechapel. La escritora Patricia Cornwell también ha escrito sobre Sickert y su relación con los asesinatos.

En torno a esto hay múltiples teorías y entrecruzamientos de historias en los que no voy a entrar, aunque os invito a indagar, ya que el tema es fascinante, como fascinante ha sido siempre la historia, jamás resuelta, de Jack el Destripador.

Lo que sí voy a hacer es enseñaros algunas obras más de esta serie que resultan ciertamente perturbadoras y el rostro de Sickert, porque imagino que a estas alturas estáis deseando verlo.

Empezaremos por el cuadro llamado La habitación de Jack el Destripador (Jack the Ripper's Bedroom), que forma parte de los fondos de la Galería de Arte de Manchester y que, como podéis ver, es bastante claustrofóbico, me pregunto si tanto como la mente de un asesino.

La habitación de Jack el Destripador (Jack the Ripper's Bedroom)Sickert

Continuamos con otra inquietante imagen salida de los pinceles del extraño Sickert. En este caso el título también es The Camden Town murder.


Y por último el rostro de Walter Sickert, para los más curiosos.


#JackElDestripador #JackTheRipped #CandemTown #Whitechapel #WalterSickert

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